H¨¢ganse prostitutas otras
La mayor¨ªa de las v¨ªctimas de explotaci¨®n sexual son pobres e inmigrantes que no pueden disfrutar del privilegio que supone haber escapado ya a la posibilidad de ser compradas, vendidas y alquiladas
Vivir en una sociedad donde una puede escoger entre un abanico infinito de posibilidades es una maravilla. Casi todo se puede comprar y vender y cuanto m¨¢s avanza la historia, m¨¢s posibilidades comerciales se abren ante nosotros. Es cierto que en un momento dado la humanidad entera decidi¨® poner ciertos l¨ªmites y estableci¨®, por ejemplo, que est¨¢ mal comprar y vender otros seres humanos como si fueran objetos.
Por supuesto que estos l¨ªmites, establecidos por ley en muchos pa¨ªses, no se...
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Vivir en una sociedad donde una puede escoger entre un abanico infinito de posibilidades es una maravilla. Casi todo se puede comprar y vender y cuanto m¨¢s avanza la historia, m¨¢s posibilidades comerciales se abren ante nosotros. Es cierto que en un momento dado la humanidad entera decidi¨® poner ciertos l¨ªmites y estableci¨®, por ejemplo, que est¨¢ mal comprar y vender otros seres humanos como si fueran objetos.
Por supuesto que estos l¨ªmites, establecidos por ley en muchos pa¨ªses, no se respetan en todas partes. Pero incluso donde hace siglos que existe una cultura antiesclavista se hace una excepci¨®n a este posicionamiento ¨¦tico: cuando lo que est¨¢ en juego son las posibilidades econ¨®micas de los cuerpos de las mujeres. Desde ciertos sectores abiertos y progresistas, que se tienen por m¨¢s dem¨®cratas que el resto, se defiende que hay que ser m¨¢s flexibles con el asunto, que el juicio moral nos impide comprender la supuesta libertad de elecci¨®n de algunas. Incluso se nos llega a proponer que seamos nosotras mismas las que le saquemos rendimiento de esta masa de carne, huesos y piel que habitamos. Basta con disponer de algunos orificios a los que queramos dar otros usos. Lo que no entiendo es que si el cuerpo de las mujeres se puede alquilar por horas en cualquier curva de carretera, ?por qu¨¦ no podemos vender nuestra propia sangre o alguna v¨ªscera que no sea imprescindible para vivir?
Tampoco veo l¨®gico que las personas que defienden la regularizaci¨®n de la prostituci¨®n nunca se imaginen ejerci¨¦ndola. Como ocurre con otros trabajos no muy agradables, se delega en ¡°otras¡± la tarea de estar disponible para el desahogo de ciertos camioneros que llevan quil¨®metros de viaje en gasolineras y pol¨ªgonos. Y aunque desde el marco te¨®rico se nos presente esta ¡°salida laboral¡± con tintes de glamour liberal o bien casi como un servicio de ¡°cuidados¡±, lo cierto es que casi nunca se recomendar¨ªa esta opci¨®n para las mujeres que forman parte del ¡°nosotras¡±: hijas, hermanas, amigas, aquellas a las que tenemos aprecio y consideramos personas. A efectos pr¨¢cticos la mayor¨ªa de las v¨ªctimas de este tipo de explotaci¨®n son pobres e inmigrantes que no pueden disfrutar del privilegio que supone haber escapado ya a la posibilidad de ser compradas, vendidas y alquiladas. Y lo m¨¢s curioso es que la de los proxenetas es la ¨²nica patronal conocida que promueve y alienta la creaci¨®n de un supuesto sindicato para defender los derechos de unas supuestas trabajadoras.