El obradorismo en la encrucijada: ?Restauraci¨®n o Transformaci¨®n?
Cabr¨ªa preguntarse si el esfuerzo que hace el gobierno de AMLO tiene alcances transformadores o meramente asistenciales
Ninguna duda cabe que la energ¨ªa que alimenta el inagotable motor del presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador es su deseo de hacer algo para mejorar la condici¨®n de los pobres. Lo que no est¨¢ del todo claro es la v¨ªa por la que se ha decantado para conseguirlo.
Todo prop¨®sito de cambio entra?a en s¨ª mismo una disyuntiva: cambiar hacia atr¨¢s o cambiar hacia adelante; regresar al estadio en el que nos encontr¨¢bamos antes de que esto empeorara o buscar una mejor¨ªa de lo que ahora tenemos para alcanzar algo distinto. Me parece que la 4T comenz¨® buscando esto ¨²ltimo, pero frente a las dificul...
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Ninguna duda cabe que la energ¨ªa que alimenta el inagotable motor del presidente Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador es su deseo de hacer algo para mejorar la condici¨®n de los pobres. Lo que no est¨¢ del todo claro es la v¨ªa por la que se ha decantado para conseguirlo.
Todo prop¨®sito de cambio entra?a en s¨ª mismo una disyuntiva: cambiar hacia atr¨¢s o cambiar hacia adelante; regresar al estadio en el que nos encontr¨¢bamos antes de que esto empeorara o buscar una mejor¨ªa de lo que ahora tenemos para alcanzar algo distinto. Me parece que la 4T comenz¨® buscando esto ¨²ltimo, pero frente a las dificultades termin¨® refugi¨¢ndose en el pasado. A las resistencias que pod¨ªan preverse se a?adi¨® la pandemia y la profunda crisis econ¨®mica que termin¨® por barrer con cualquier beneficio significativo de los programas productivos y redistributivos.
A estas alturas cabr¨ªa preguntarse si el esfuerzo que hace el gobierno de AMLO tiene alcances transformadores o meramente asistenciales. O para decirlo en t¨¦rminos de la consabida pero no por ello equivocada alegor¨ªa del pescado: regalar para atenuar el hambre o ense?ar a pescar para desterrarla. Me parece que la idea inicial al tomar posesi¨®n era la de actuar en los dos frentes, lo cual parec¨ªa correcto. Es decir, atacar lo urgente mediante una transferencia masiva e inmediata a los m¨¢s necesitados y, al mismo tiempo, construir las bases para una recuperaci¨®n de las regiones y los sectores tradicionales en donde ellos habitan y laboran.
Consecuentemente algunos programas del nuevo gobierno se orientaron a la tarea asistencial mediante subsidios directos al consumo (dar de comer), mientras otros buscaron activar la econom¨ªa popular a trav¨¦s de apoyos a la producci¨®n y al empleo (ense?ar a pescar). Los primeros han tenido un efecto inmediato; aunque no intentan modificar el estado de cosas permiten un alivio en las condiciones para sobrellevarlas y ello no tiene nada reprochable, de la misma manera en que un ibuprofeno no resuelve una muela picada, pero hace una enorme diferencia en tanto podemos acudir al dentista.
Los segundos, programas destinados a impulsar el crecimiento de los sectores deprimidos (y oprimidos) han corrido con menos fortuna. Escapa a los l¨ªmites de este texto una revisi¨®n de programas espec¨ªficos como sembrando vida, formaci¨®n de j¨®venes o apoyos al campo tradicional. Pero es evidente que en el contexto de una sociedad de mercado las inercias hacen m¨¢s valioso el tomate de invernadero que el ma¨ªz, o m¨¢s productivas las f¨¢bricas automatizadas que el taller artesanal. Habr¨ªan hecho falta enormes apoyos crediticios, infraestructura de transporte y comunicaci¨®n, capacitaci¨®n t¨¦cnica, apoyo tecnol¨®gico y modernizaci¨®n de estrategias de mercadeo para convertir esos programas productivos en detonadores de prosperidad. Por lo dem¨¢s, me parece que escapan a las posibilidades de la 4T y quiz¨¢ de cualquier gobierno, en estos tiempos de globalizaci¨®n y mundos virtuales. De all¨ª que programas como sembrando vida o subsidios aislados a los precios de garant¨ªa, que en teor¨ªa deber¨ªan ser promotores del cambio productivo, en la pr¨¢ctica terminan siendo tambi¨¦n de corte asistencial o caritativo.
Me preocupa que, frente a la imposibilidad de una salida hacia adelante, el presidente tiende a refugiarse cada vez m¨¢s en la construcci¨®n discursiva de un M¨¦xico id¨ªlico de los a?os 60 y 70, previo al advenimiento del neoliberalismo. Un pa¨ªs en el cual un supuesto Estado asistencial, presidencialista y benefactor reinaba sobre la sociedad, la iniciativa privada y el sector externo para ofrecer a los mexicanos oportunidades y crecimiento. Y me parece que esta salida por la puerta trasera de la historia es un error, no solo porque ese Estado benefactor y promotor de una sociedad m¨¢s justa y plagada de oportunidades nunca existi¨® (era el de Echeverr¨ªa y L¨®pez Portillo), sino porque incluso si hubiera existido, ya no ser¨ªa viable en el mundo complejo e interdependiente en el que ahora vivimos.
Extra?o al presidente que pudo haber sido, a partir del jefe de gobierno de la Ciudad de M¨¦xico que efectivamente fue. Un hombre que encabez¨® una gesti¨®n capaz de modernizar el centro de la ciudad o edific¨® los segundos pisos gracias a su habilidad para trabajar con el gran capital y al mismo tiempo construir alianzas con los sectores progresistas para impulsar procesos de cambio social en materia de diversidad de g¨¦nero, derechos humanos y derechos de la mujer, fomento cultural, temas de medio ambiente y en general la activaci¨®n de la sociedad. No pretendo tampoco mitificar su sexenio como alcalde, en el cual hubo aciertos y desaciertos, desde luego. Pero estoy convencido de que el ahora presidente mostr¨® en la capital capacidad de convocatoria pluriclasista y habilidades conciliatorias que hoy echamos de menos. Por alguna raz¨®n esos rasgos solo alcanzaron para redactar el espl¨¦ndido discurso de su toma de posesi¨®n. Despu¨¦s le ganaron los impulsos pendencieros y la necesidad de ganar la discusi¨®n a cualquier costo, as¨ª fuera inventando sorteos; prefiri¨® refugiarse en el papel de predicador moral frente a su corte de aduladores o recurrir a la satanizaci¨®n y la mofa de todo aqu¨¦l que lo cuestione o piense diferente. Parecer¨ªa asumir que mientras hable en nombre de un hipot¨¦tico pueblo pobre, sabio y justo, est¨¢ eximido ¨¦ticamente frente al resto de los mexicanos y ha cumplido con la historia.
En realidad lo que habr¨¢ sucedido es un enorme desperdicio hist¨®rico. Como result¨® en el caso de la covid-19, el abasto de medicinas, la venta del avi¨®n o la perseverancia del crimen organizado, L¨®pez Obrador subestim¨® las dificultades y sobrevalor¨® el poder transformador de las buenas intenciones. En su primer trienio asumi¨® que bastaba la intervenci¨®n del Estado para impulsar el empleo popular y generar la prosperidad de los m¨¢s necesitados, por lo cual se dio el lujo de desde?ar (o buscarle el modo) a otros actores de poder. Frente a la imposibilidad de transformar la realidad hay ma?aneras en que el presidente parece estar decidido a inventarla. Una y otra vez nos dice que M¨¦xico ya cambi¨®, que ya no es como antes, pero a diferencia de sus otros datos, esta es una realidad que palpamos los mexicanos todos los d¨ªas.
No se me malinterprete. Frente a la frivolidad y corrupci¨®n de los de antes, seguir¨ªa escogiendo a AMLO. Y valoro muchas acciones que se han realizado para aliviar en algo la condici¨®n de los m¨¢s necesitados o la responsabilidad con la que se ha buscado la estabilidad pol¨ªtica y econ¨®mica, pese a su ret¨®rica incendiaria. Pero seguir¨¦ lamentando semana tras semana la renuncia de L¨®pez Obrador a ponerse al frente de todos los mexicanos y conformarse con creerse ganador del round diario en esa arena de box arreglada que es la Ma?anera. Dif¨ªcil transformar un pa¨ªs cuando se invierte tanto tiempo cada d¨ªa en demostrar que es m¨¢s listo que sus adversarios.
Ser¨ªa una l¨¢stima que la versi¨®n presidencial de AMLO sea una dimensi¨®n menor de lo que pudo haber sido o que en el camino se haya perdido definitivamente al potencial estadista suplantado por un vendedor de triunfos a¨²n dudosos. Me resisto a pensar que todo quede reducido a una versi¨®n pendenciera, burlona y fascinada consigo misma, incapaz de la autocr¨ªtica y empe?ada en vendernos una especie de restauraci¨®n absurda del priismo que ya hab¨ªamos dejado atr¨¢s. Quedan tres a?os, ?alguna posibilidad de recuperar al alcalde que fue, al presidente que pretendi¨® ser esas primeras horas?