El f¨²tbol, la mejor versi¨®n de Europa
Este deporte encarna la excelencia del esp¨ªritu liberal europeo, y un acontecimiento como la Eurocopa nos conecta con nuestra historia, nuestras fronteras culturales y nuestras artes
Si los intelectuales del futuro se preguntaran, pongamos por caso, dentro de 2.000 a?os, qu¨¦ encarnaba en el pasado la noci¨®n de una Europa moderna y libre con valores e ideales compartidos, ?a qu¨¦ documento, obra de arte o acontecimiento har¨ªan referencia? Entre los documentos, Don Quijote, de Cervantes, y Cr¨ªtica de la raz¨®n pura, de Kant, ser¨ªan dos candidatos seguros. Lo mismo ocurrir¨ªa con la Novena Sinfon¨ªa de Beethoven y la Sagrada Familia de Antonio Gaud¨ª en los ¨¢mbitos de la m¨²sica y la arquitectura. Sin embargo, como expresi¨®n festiva de entusiasmo continental, c...
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Si los intelectuales del futuro se preguntaran, pongamos por caso, dentro de 2.000 a?os, qu¨¦ encarnaba en el pasado la noci¨®n de una Europa moderna y libre con valores e ideales compartidos, ?a qu¨¦ documento, obra de arte o acontecimiento har¨ªan referencia? Entre los documentos, Don Quijote, de Cervantes, y Cr¨ªtica de la raz¨®n pura, de Kant, ser¨ªan dos candidatos seguros. Lo mismo ocurrir¨ªa con la Novena Sinfon¨ªa de Beethoven y la Sagrada Familia de Antonio Gaud¨ª en los ¨¢mbitos de la m¨²sica y la arquitectura. Sin embargo, como expresi¨®n festiva de entusiasmo continental, ciertamente no habr¨ªa acontecimiento m¨¢s revelador que una Eurocopa como la que vuelve a jugarse con alegr¨ªa este verano. El f¨²tbol como ejemplo por excelencia del esp¨ªritu liberal europeo con poder de atracci¨®n universal.
El para¨ªso de los individuos
Debido al desafortunado comportamiento de las instancias oficiales, a la prosaica fijaci¨®n en los resultados y a la presencia excesiva de los medios de comunicaci¨®n, con su efecto paralizante, resulta demasiado f¨¢cil perder de vista con qu¨¦ profundidad y cu¨¢nta fidelidad este juego de juegos ejemplifica desde hace m¨¢s de 150 a?os los ideales del continente que lo vio nacer. En primer lugar, el f¨²tbol tiene la particularidad de ofrecer un terreno donde lucirse casi a cualquier forma de individualidad f¨ªsica; ya mida 1,50 o 2,10 metros de altura, sea robusta o delgada, zurda o diestra, impulsiva o reflexiva, intelectualmente limitada o sumamente intrincada, las expectativas de excelencia del f¨²tbol est¨¢n abiertas literalmente a todos, y ahora tambi¨¦n a todas. Este juego, que en su forma inicial casi no requiere equipamiento ni habilidad, y cuyas reglas son tambi¨¦n de una sencillez rid¨ªcula, es propenso a toda clase de perfeccionamiento y diferenciaci¨®n. Por eso, representa un verdadero para¨ªso de la individualidad humana.
Como juego de equipo, el f¨²tbol tambi¨¦n crea grupos y comunidades formados por miembros cuyo principal cometido es poner en relaci¨®n din¨¢mica los objetivos, las capacidades y los puntos d¨¦biles de los dem¨¢s con los suyos propios. Nadie, por muy tocado por la gracia que parezca, puede dominar por s¨ª solo el juego sin los otros 21 presentes en el campo, y mucho menos contra ellos. Y, sin embargo, siempre son las actuaciones individuales llenas de genialidad las que dan al encuentro futbol¨ªstico sus aut¨¦nticos grandes giros y sus momentos de belleza.
Un nosotros abierto
En forma de equipos nacionales, la apertura social inherente al juego repercute sobre la idea de naci¨®n. Esta apertura es un legado duradero de la Europa moderna, cuya antigua equiparaci¨®n nacionalista entre pueblo y territorio nacional ha experimentado una fractura productiva y se ha transformado en un patriotismo de m¨¢xima inclusi¨®n gracias a las actuales selecciones nacionales, marcadas profundamente por la multiculturalidad. Es impresionante c¨®mo la misma forma en que se celebrar¨¢ el Campeonato Europeo de la UEFA 2021 (los partidos se disputar¨¢n en 11 ciudades, desde Glasgow hasta Roma, pasando por Sevilla y Bak¨²) subraya la diversidad regional prenacional del continente y su apertura geopol¨ªtica al Este. Las fronteras de Europa no son r¨ªgidas ni pueden definirse de manera estrictamente geogr¨¢fica. El f¨²tbol muestra como ning¨²n otro medio que muy bien podr¨ªan llegar hasta Israel o Azerbay¨¢n.
Con ello concuerda tambi¨¦n el hecho de que, en los 60 a?os transcurridos desde el primer campeonato europeo, haya habido campeones de todos los extremos del continente. Hemos tenido selecciones ganadoras de Escandinavia (Dinamarca en 1992) y, por supuesto, del sur de Europa (Italia y Espa?a varias veces); del oeste (Francia), el centro (Alemania, Checoslovaquia) y el este (Uni¨®n Sovi¨¦tica en 1960), as¨ª como de la verdadera cuna de la cultura en el sudeste (Grecia en 2004). Moraleja: en nuestra amplia diversidad, todo el mundo puede convertirse en campe¨®n.
El esp¨ªritu de la utop¨ªa
La cultura de los estadios y los hinchas de f¨²tbol, con su rico repertorio de insultos ir¨®nicos y autoelogios ut¨®picos, su risue?o desprecio por los jerarcas y los poderosos (¡°cerdos de tribuna¡±) y su glorificaci¨®n orgi¨¢stica de las masas supuestamente desclasadas (¡°somos hinchas, hinchas asociales¡±) enlaza en una misma vieja l¨ªnea europea de desarrollo con las ¨¦pocas de subversi¨®n cultural de las Saturnales romanas o el carnaval medieval, con sus reyes bufones, sus gorros con orejas de burro y sus d¨ªas enteros de borrachera. Y cuando, a mediados del siglo XIX, el fl?neur y dandi metropolitano Charles Baudelaire resum¨ªa las experiencias est¨¦ticas fundamentales de la conciencia de la gran ciudad europea en la f¨®rmula la modernit¨¦, c¡¯est le transitorie, le fugitif, le contingent (la modernidad es lo transitorio, lo fugaz, lo contingente), estaba definiendo tambi¨¦n la experiencia espec¨ªfica del juego del f¨²tbol, que en ese momento emerg¨ªa como el pasatiempo de moda entre la juventud de las urbes continentales: siempre en ebullici¨®n, siempre fluido, imposible de capturar y fijar, con el obstinado esf¨¦rico como comod¨ªn contingente permanentemente incontrolable.
Incluso para la est¨¦tica posmoderna del vac¨ªo esencial, el absurdo fundamental y el fracaso necesario, el f¨²tbol fue y sigue siendo un paso adelante. Al fin y al cabo, cuando uno se expone a ¨¦l 90 minutos seguidos, el juego se caracteriza por una vacuidad y un aburrimiento verdaderamente ¨¦picos. En el fondo, no es m¨¢s que un recital de la incapacidad permanente de 22 jugadores altamente capacitados de controlar y limitar la complejidad que ellos mismos producen de manera voluntaria. En otras palabras, se representa aqu¨ª lo que Heidegger denomin¨® en su d¨ªa Geworfenheit des Daseins (la condici¨®n humana de ser arrojado a la existencia en el mundo) en toda su crudeza y su comicidad existenciales. La mayor¨ªa de las jugadas no llegan a buen puerto, acaban en fuera de juego o con el bal¨®n fuera del terreno de juego. En palabras de Samuel Becket: ¡°Lo intentaste. Fracasaste. No importa. Vuelve a intentarlo. Fracasa otra vez. Fracasa mejor¡±. El f¨²tbol es nuestra vida. Y es tanto m¨¢s hermoso cuando, en el momento m¨¢s inesperado, todo concuerda, y la buena fortuna del instante se manifiesta como lo que realmente es: un regalo contingente. As¨ª, la libertad se experimenta como apertura gozosa a aquello sobre lo que nunca se podr¨¢ disponer.
Volver a casa
Precisamente los partidos sin p¨²blico de la ¨¦poca del coronavirus demostraron que el f¨²tbol practicado y escenificado profesionalmente en realidad es mucho m¨¢s que un espejo de la sociedad, adem¨¢s de otras cosas. Es un subsistema extraordinariamente ¨¢gil en el que se muestra y se pone a prueba lo que suceder¨¢ m¨¢s adelante en la sociedad. Las burbujas aisladas de los equipos muestran, por una parte, las condiciones extremas en las que sigue siendo posible la interacci¨®n f¨ªsica incluso en una situaci¨®n de pandemia. El regreso de los aficionados a los estadios tal como se est¨¢ produciendo estos d¨ªas constituye la mejor expresi¨®n imaginable del final de la pandemia para la sociedad. Estamos de vuelta, juntos de nuevo, cuerpo con cuerpo, unidos en la alegr¨ªa por la apertura de esta existencia en el mundo que el f¨²tbol, como ning¨²n otro juego, transmite y procura.
Precisamente en el momento de los grandes torneos, que atraen con su magia la atenci¨®n de todo un continente, los estadios se convierten en lugares de una presencia real compartida y conmovedora que solo puede describirse adecuadamente con la terminolog¨ªa de los albores de la religi¨®n en Europa. En estos periodos extraordinarios, todo un continente se percibe y se saborea como unidad diferenciada de seres libres y fraternales. Y es posible que este a?o Inglaterra, la favorita, gane por primera vez el trofeo, y la tierra madre del f¨²tbol pueda as¨ª reconciliarse pol¨ªticamente con su identidad profundamente europea. Inglaterra vuelve a casa, a Europa. Ciertamente, ser¨ªa mucho esperar. Aunque, por otra parte, no demasiado para este juego de verdaderos milagros ni para el continente de los hombres y las mujeres libres que una vez le dio la vida.
Wolfram Eilenberger es fil¨®sofo. Su ¨²ltimo libro es El fuego de la libertad (Taurus).
Traducci¨®n de News Clips.