El himno de Maykel Osorbo y su pu?o en alto en Cuba
Con su oposici¨®n al Gobierno, el Movimiento San Isidro ha hecho que ciudadanos de distinto signo ideol¨®gico piensen la isla nuevamente no como una desgracia, sino como un pa¨ªs
Maykel Castillo P¨¦rez es un rapero de 37 a?os que ha pasado diecis¨¦is entre calabozos y centros de reeducaci¨®n para menores, como un Antoine Daniel de La Habana Vieja. Cuando ten¨ªa diez, durante la Crisis de los Balseros, su madre sali¨® un momento de la casa, dijo que volv¨ªa enseguida y se larg¨® rumbo a la Florida.
Hace poco m¨¢s de dos meses, a comienzos de abril, Maykel protagoniz¨® un evento in¨¦dito. Con ayuda de la gente, logr¨® zafarse en plena calle de un polic¨ªa que lo trab¨® por el cuello y lo detuvo sin justificaci¨®n. Alguien le prest¨® una bicicleta, mientras otro grupo de personas obstru¨ªa el paso de la patrulla, y Maykel escap¨® hasta Damas 955, la sede del Movimiento San Isidro. Este colectivo ha trascendido su propia configuraci¨®n de entidad art¨ªstica y ha hecho que ciudadanos de distinto signo ideol¨®gico, tipos de exilio y educaci¨®n sentimental piensen Cuba nuevamente no como una desgracia, una maldici¨®n o un sinsentido, sino, sencillamente, como un pa¨ªs, algo que merece ser salvado.
Rodeado de vecinos que lo escuchaban en Patria y Vida, el himno musical que le entreg¨® a la gente un lema para oponerse en la guerra enf¨¢tica de las consignas a la ret¨®rica sacrificial del castrismo, Maykel levant¨® como un negro liberto su pu?o derecho. Le colgaban unas esposas. Alguien tom¨® la foto, granulosa.
Se trata de una trayectoria susceptible de contarse a trav¨¦s de s¨ªmbolos o peque?as c¨¢psulas narrativas, como traducciones pol¨ªticas de un drama ¨ªntimo e intransferible mezclado con la fuerza del residuo hist¨®rico. La fuga evidencia, en primer t¨¦rmino, el racismo instituido en las estructuras de vigilancia y control, y el gesto beligerante delata c¨®mo el racismo realmente existente se agudiza, adem¨¢s, porque el Estado cree haberlo eliminado, no lo reconoce.
A Maykel no le est¨¢ permitido mostrarse. Su movilidad no solo descose cualquier madeja ret¨®rica que disfrace todav¨ªa el fracaso de una revoluci¨®n cuya justificaci¨®n hist¨®rica son precisamente los tipos como ¨¦l, sino que, cuando lo califican de marginal, delincuente o ¡ªese t¨¦rmino protofascista¡ª de carne de presidio, su cuerpo se convierte en un dispositivo que revela la jerga arist¨®crata del partido.
Haber generado una imagen tan potente, que hace de la calle un palenque, de la ciudad un monte, y de las estructuras de poder un barrac¨®n, trajo como resultado que en la tarde del pasado 18 de mayo la polic¨ªa entrara a casa de Maykel, se lo llevara descalzo y sin camisa, y le imputara cargos por desacato, resistencia y atentado. Pas¨® por una prisi¨®n en el municipio habanero de la Lisa, por Villa Marista, la Lubianka cubana, y hoy se encuentra en la c¨¢rcel Cinco y medio en Pinar del R¨ªo, al occidente del pa¨ªs. Esto no se supo hasta dos semanas m¨¢s tarde, despu¨¦s de que la Organizaci¨®n de las Naciones Unidas (ONU) lo declarara desaparecido.
Ya en 2018 Maykel hab¨ªa sido el ¨²nico artista en cumplir prisi¨®n por protestar en un concierto contra el Decreto 349, que buscaba actualizar la pol¨ªtica cultural de censura ante la nueva realidad econ¨®mica del pa¨ªs, pero que, finalmente, hubo que agradecer, porque fue el f¨®sforo que prendi¨® el campo de henequ¨¦n de una nueva conciencia pol¨ªtica nacional.
A partir de ah¨ª, a trav¨¦s de sus temas y, sobre todo, de sus transmisiones en directo por Facebook, Maykel se convirti¨® en una figura cada vez m¨¢s popular y certera, due?o de la erudici¨®n que le otorg¨® haber podido estudiar hasta cuarto grado, mereciendo aquella frase de Mar¨ªa Moreno: ¡°El error no se equivoca: sabe de otra manera¡±. En uno de sus gestos de desobediencia m¨¢s p¨ªcaros y reivindicativos, De convicto a pionero, Maykel cambi¨® el traje de preso por la pa?oleta roja y el uniforme de alumno del socialismo. Poco antes se hab¨ªa cosido la boca, recorriendo as¨ª el arco de la violencia ideol¨®gica y f¨ªsica.
Hemos asistido a la lucha en tiempo real de un individuo que quiere escapar del c¨ªrculo del infierno al que la pobreza lo envi¨® (hay pu?aladas y marcas de muerte por todo su cuerpo), y del que la polic¨ªa pol¨ªtica no quiere que salga. Pero no se trata de una historia de superaci¨®n personal que pueda ser fagocitada por la verborrea filantr¨®pica del sistema, sino de una historia de superaci¨®n del sistema que puede replicarse a nivel personal. Esto sucede porque Maykel dice: ¡°Lo ¨²nico, lo singular, es com¨²n; lo excepcional es p¨²blico¡±.
Como un cabalista yoruba, su fuerza y los rastros de su destino residen en su nombre art¨ªstico: Maykel Osorbo. Hay varias cosas que apuntar aqu¨ª, var¨ªas l¨ªneas de sentido. El nombre art¨ªstico normalmente disfraza o encubre, su emblema es el artificio. El nombre de Maykel, en cambio, revela y desnuda, es una palabra que nombra al rev¨¦s, que destapa y exhibe lo que el lenguaje justamente se dedica a disimular y lo que nadie quiere que se vea.
Osorbo, en dialecto yoruba, significa que alguien tiene mala suerte, que se mueve en un ambiente negativo, que no va a alcanzar nunca la prosperidad. Es un nombre que cualquier artista evitar¨ªa. Al nombrarse as¨ª, Maykel subvierte las escalas, y lo que lo ha vuelto un l¨ªder de la calle es, justamente, que no hay nadie en Cuba hoy que no est¨¦ osorbo. Si Maykel se hubiese llamado ir¨¦, es decir, buena suerte, desenvolvimiento, salud, dinero, fuera directamente un artista inofensivo, otro m¨¢s que hubiera convertido la religi¨®n popular en mero fetiche artesanal, en quincalla folcl¨®rica.
El 16 de diciembre de 1926, en su diario de Mosc¨², Walter Benjamin apuntaba esta idea fundamental: ¡°Una historia de la cultura ense?ar¨ªa la manera en la cual, con el correr de los siglos, la energ¨ªa revolucionaria tiene sus or¨ªgenes en la religiosidad de las clases incultas, y la ¡®intelectualidad¡¯ se descubrir¨ªa entonces m¨¢s como una vanguardia de la ¡®incultura¡¯ que como un ej¨¦rcito de desertores de la burgues¨ªa¡±.
El otro gesto que actualiza la tradici¨®n y transforma en c¨®digo vivo la oralidad del pante¨®n lit¨²rgico es la falta de ortograf¨ªa filtrada al descuido, consustancial a un rapero que surfea la pronunciaci¨®n: osorbo se escribe osogbo. El error corrige entonces el t¨¦rmino que significa desgracia y atraso, una muesca que introduce en el mandamiento cerrado una salida moderna.
Al conducirlo a prisi¨®n, el castrismo desea que Maykel vuelva a llamarse Nadie, convertirlo en n¨²mero, materia de informe. Ese regreso no parece posible. Parafraseando a Ulises ante Polifemo, mucha gente en Cuba ya puede decirle al c¨ªclope del Estado: mi nombre es Osorbo, y Osorbo me llaman mi madre, mi padre y mis compa?eros todos.
Carlos Manuel ?lvarez es escritor y periodista cubano, director de la revista El Estornudo
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