El trabajo de estar en redes sociales
Cada vez se impone m¨¢s la idea de que no eres nadie si no tienes presencia en Twitter, Facebook e Instagram
Hay pol¨ªticos que dan la impresi¨®n de pasar m¨¢s tiempo en Twitter que trabajando. Uno entra en sus cuentas y siempre est¨¢n enzarzados en una nueva pol¨¦mica o intentando desesperadamente llamar la atenci¨®n.
Es verdad que, para muchos, las redes sociales forman parte de la jornada laboral. En su libro Lost in Work, la escritora Amelia Horgan recuerda c¨®mo estas redes se han convertido en gran medida en una especie de porfolio y curr¨ªculum eterno que hay que actualizar constantemente. O, en el caso de los po...
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Hay pol¨ªticos que dan la impresi¨®n de pasar m¨¢s tiempo en Twitter que trabajando. Uno entra en sus cuentas y siempre est¨¢n enzarzados en una nueva pol¨¦mica o intentando desesperadamente llamar la atenci¨®n.
Es verdad que, para muchos, las redes sociales forman parte de la jornada laboral. En su libro Lost in Work, la escritora Amelia Horgan recuerda c¨®mo estas redes se han convertido en gran medida en una especie de porfolio y curr¨ªculum eterno que hay que actualizar constantemente. O, en el caso de los pol¨ªticos, en una rueda de prensa infinita.
Esto lo saben bien quienes desde hace a?os trabajan (o quieren trabajar) en alguna posici¨®n que necesita exposici¨®n p¨²blica: los ilustradores cuelgan decenas de dibujos al mes en Instagram, los c¨®micos y m¨²sicos comparten fragmentos de sus actuaciones en Facebook, y los periodistas se esfuerzan por compartir hilos en Twitter en los que explican las ideas clave de sus ¨²ltimos art¨ªculos y reportajes.
Existe adem¨¢s la sensaci¨®n de que se trata de una obligaci¨®n ineludible: si uno no est¨¢ en redes haci¨¦ndose notar, deja de existir para una gran parte de su p¨²blico (o, peor, para sus jefes). Hay un temor constante de que a uno lo vayan a valorar por sus me gusta y por sus seguidores, y que esas cifras sean la prueba definitiva de nuestra relevancia cultural, social y econ¨®mica. Al fin y al cabo, es muy dif¨ªcil llevarle la contraria a un n¨²mero.
De hecho, Facebook, Twitter y dem¨¢s prometieron que conectar¨ªan a muchos creadores con su p¨²blico potencial. Pero en gran medida lo que ha pasado ha sido lo contrario: estos creadores han regalado su p¨²blico a las plataformas. Como explicaba hace unos a?os Matthew Inman, creador de la tira c¨®mica The Oatmeal, Facebook se ha quedado con su audiencia y encima le pide dinero para promocionar el contenido y que llegue a esos mismos lectores.
Es verdad que Inman ¡ªigual que muchos otros creadores, medios y webs¡ª ya contaba con un p¨²blico numeroso y fiel antes de que llegaran las redes sociales. Y que en el caso de alguien que empieza, estas plataformas pueden ayudar a llegar con m¨¢s facilidad a un p¨²blico que en los inicios es inexistente. Pero eso no quita la sensaci¨®n de estar trabajando para estas redes y no para este p¨²blico. Se acaban dise?ando y creando contenidos para las plataformas, no para los usuarios, pensando en su arquitectura y en sus man¨ªas: por ejemplo, los pol¨ªticos a menudo juegan en Twitter con la indignaci¨®n porque saben que esta red potencia estos mensajes y no porque crean que su electorado es una turba iracunda.
Adem¨¢s, es muy dif¨ªcil salir de esta rueda. No solo porque parece que si no estamos en redes dejamos de existir, sino tambi¨¦n porque, como a?ade Horgan, estas plataformas est¨¢n dise?adas para atraer y retener nuestra atenci¨®n. Recibimos un chute de dopamina cada vez que una de nuestras publicaciones tiene ¨¦xito y la comparten miles de personas. Estar en redes es divertido o, al menos, lo parece. No nos conviene, pero nos gusta.
Una de las pocas cosas que podemos hacer es recordar que las redes nos necesitan a nosotros tanto como nosotros a ellas. O m¨¢s, seg¨²n el caso. Y esto significa que puede llegar un momento en el que nos demos cuenta de que ya no merece la pena dedicarles ni tanto esfuerzo ni tantas horas. Y que a lo mejor es buena idea tomarse, al menos, una temporada de descanso.