Nuestra ro?osa libertad
Me siento a escribir esto casi un a?o despu¨¦s de mi aborto, tras escuchar las valientes y necesarias declaraciones de Marta Vigara en la Cadena SER. Yo no encontr¨¦ ¨¢ngeles en la cl¨ªnica, m¨¢s bien me sent¨ª rodeada de aquellas monjas del colegio donde pas¨¦ mi infancia
La ma?ana del 3 de noviembre de 2020, en el sof¨¢ de mi casa, tras un mes de dudas y angustia, decid¨ª, sola y libremente, abortar.
Estaba embarazada de algo m¨¢s de ocho semanas. No solo mi ginec¨®logo hab¨ªa confirmado el tiempo de gestaci¨®n, es que yo era consciente del d¨ªa en que el espermatozoide de mi pareja fecund¨® mi ¨®vulo.
Una amiga me recomend¨® el centro ginecol¨®gico privado Isadora, en Madrid. R¨¢pido, f¨¢cil, de confianza. Llamas y te citan enseguida. Pero yo ten¨ªa entendido que el ...
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La ma?ana del 3 de noviembre de 2020, en el sof¨¢ de mi casa, tras un mes de dudas y angustia, decid¨ª, sola y libremente, abortar.
Estaba embarazada de algo m¨¢s de ocho semanas. No solo mi ginec¨®logo hab¨ªa confirmado el tiempo de gestaci¨®n, es que yo era consciente del d¨ªa en que el espermatozoide de mi pareja fecund¨® mi ¨®vulo.
Una amiga me recomend¨® el centro ginecol¨®gico privado Isadora, en Madrid. R¨¢pido, f¨¢cil, de confianza. Llamas y te citan enseguida. Pero yo ten¨ªa entendido que el aborto era libre, a petici¨®n de la mujer, desde el 5 de julio del 2010. Y quise hablar con mi m¨¦dico, del centro ginecol¨®gico al que acudo desde hace a?os. ?l me llevaba el embarazo; me aconsejar¨ªa bien. El aborto es un derecho, podr¨ªan hac¨¦rmelo en un hospital. Consegu¨ª que me atendiera al tel¨¦fono y le expliqu¨¦. Fue amable y parco. All¨ª no podr¨ªa ser. Ni en un hospital. Me recomend¨® dos cl¨ªnicas de Madrid asociadas a la Seguridad Social en las que practican abortos. Una de ellas, la cl¨ªnica Isadora.
S¨ª, era f¨¢cil. Una voz dulce me explic¨® todo en un minuto. Era posible la interrupci¨®n gratuita, claro, pero para ello ten¨ªa que acudir a una oficina de la Seguridad Social, donde me sellar¨ªan unos papeles, y el procedimiento llevar¨ªa una semana. Si quer¨ªa hacerlo de forma inmediata, deb¨ªa pagarlo. 400 euros con sedaci¨®n, algo m¨¢s de 300 sin ella. Cita en dos d¨ªas. Yo no ten¨ªa m¨¢s tiempo y s¨ª dinero. Con sedaci¨®n, por supuesto. Apunt¨® mis datos. Para aquella operaci¨®n, en plena segunda ola, no era necesaria una PCR.
El jueves, 5 de noviembre, mi pareja me llev¨® en coche a la cl¨ªnica, escondida en lo alto, vetusta, de otra ¨¦poca. Hoy no hay sitio para la tristeza, le ped¨ª. Debo cruzar esa puerta sin atisbo de drama. Y eso hice. Me registr¨¦ en el mostrador. Me dieron unos papeles fotocopiados mil veces: procedimiento, riesgos, consentimiento. En la primera sala de espera ¨¦ramos diez mujeres. La mayor¨ªa j¨®venes y migrantes, sentadas junto a una amiga, un chico o una madre.
Cuando lleg¨® mi turno, nos pasaron a otra sala de espera, al fondo de un estrecho y t¨¦trico pasillo jalonado de puertas. Todas aquellas puertas deb¨ªa atravesarlas hasta completar el protocolo necesario.
La primera era la puerta de la psic¨®loga. Frente a su mesa, en un despacho l¨²gubre, respond¨ª a las preguntas. Fui sincera: embarazo deseado, cuarenta y dos a?os, hija de nueve, s¨ª, de otro padre, s¨ª, mi pareja querr¨ªa tenerlo, pero la decisi¨®n es m¨ªa, s¨ª, cuento con medios econ¨®micos, no, no quiero seguir adelante. Lo he madurado y estoy convencida. No solt¨¦ una l¨¢grima. Ya puedes irte.
La segunda puerta, la ecograf¨ªa. Una se?ora mayor, cari?osa y condescendiente, nos invit¨® a pasar juntos. El doctor, parapetado tras un monitor viejo, me pidi¨® que me desabrochara el pantal¨®n. Voy a hacerte una eco, y me aplic¨® gel en el vientre. No era una eco trasvaginal. No s¨¦ qu¨¦ se ve¨ªa en la pantalla. Ella sonre¨ªa. Necesitamos hacerte unas preguntas, cari?o. ?Cu¨¢ntas veces has estado embarazada? ?Cu¨¢ntos a?os tiene tu hija? ?Parto vaginal? ?Cu¨¢nto pes¨® al nacer? Respond¨ª, d¨®cil: tres kilos seiscientos. Jam¨¢s habr¨ªa imaginado que el recuerdo de mi ni?a reci¨¦n nacida era crucial a la hora de practicarme un aborto. Pero no podr¨ªan conmigo, no solt¨¦ una l¨¢grima. La moral que nos ampara est¨¢ empapada de crueldad. Est¨¢s de doce semanas, me mintieron. El embri¨®n parec¨ªa haber crecido un mes entero en una sola ma?ana. Guard¨¦ silencio.
La tercera puerta, el dinero. Yo hab¨ªa firmado ya los papeles del consentimiento y de los riesgos, pero me hicieron firmarlos de nuevo y, adem¨¢s, tuve que escribir de mi pu?o y letra, en los m¨¢rgenes: he le¨ªdo y acepto. Pas¨¦ la tarjeta por el dat¨¢fono, marqu¨¦ el n¨²mero secreto. Operaci¨®n aceptada.
El quir¨®fano, destinado a una ¨²nica actividad, est¨¢ en el s¨®tano. En el pasillo que lleva a ¨¦l se abren cub¨ªculos con espacio para dos camillas, separadas por una mampara trasl¨²cida. Me desvest¨ª, me puse la bata, me tumb¨¦ en mi camilla. Mir¨¦ las paredes desconchadas. Una enfermera me introdujo en la vagina pastillas para dilatar. Me hizo da?o, no hab¨ªa humedad. Tuve fr¨ªo y me dieron una manta. Cada quince minutos ve¨ªa pasar frente a m¨ª, saliendo del quir¨®fano, a un doctor lav¨¢ndose las manos. O a una mujer dormida.
Cari?o, te toca, lev¨¢ntate y ven. Y yo fui. No me llevaron, como cuando te quitan la ves¨ªcula o te arreglan el h¨²mero. Entr¨¦ caminando al quir¨®fano, por mi propia voluntad, con el culo al aire, y me sub¨ª al potro. Te vamos a atar las piernas, avisaron. A trav¨¦s de la mascarilla FFP2, me introdujeron el tubo para el ox¨ªgeno. Empec¨¦ a llorar por fin, porque ya pod¨ªa, ya nadie cuestionar¨ªa mi miedo. Y me dorm¨ª.
Al despertar, otra vez en el cub¨ªculo tardofranquista, una chica de Plasencia se revolv¨ªa al otro lado de la mampara. Llev¨¢bamos anestesia hasta las cejas pero nos hablamos. Al poco, nos pidieron que nos visti¨¦semos, pod¨ªamos irnos a casa. Hab¨ªa prisa. La se?ora que me llamaba cari?o, cuando me sub¨ª las bragas, espet¨®: ?Ponte una compresa! Vas a sangrar, esto que te ha pasado es como un parto. Como un parto, dijo. Tambi¨¦n se lo dir¨¢ a las que no han parido, y ellas quiz¨¢ se lo creer¨¢n.
Me dieron dos folios al salir. Uno eran las recomendaciones post I.V.E., interrupci¨®n voluntaria del embarazo. El otro, mi informe de alta. Nadie me hab¨ªa explicado nada, pero gracias a ese formulario arrugado, en casa supe, por la cruz a boli azul de la casilla correspondiente, que me hab¨ªan practicado un ¡°legrado evacuador por aspiraci¨®n¡±. En aquel momento, rescatada ya de mi propia sombra y deseando olvidar el pasillo del olvido, guard¨¦ en un caj¨®n el papelajo y no me fij¨¦ en algo que ahora mismo me horroriza. Bajo mi n¨²mero de historia, el c¨®digo de paciente y la circunstancia del ingreso, dice as¨ª: ¡°Motivo de la consulta: Demanda del I.V.E¡±. Primera casilla: ¡°A petici¨®n de la embarazada¡±. Segunda: ¡°Por causas m¨¦dicas¡±. Tercera: ¡°Comit¨¦ cl¨ªnico¡±. En mi informe de alta, el boli azul tacha la segunda casilla. ¡°Por causas m¨¦dicas¡±. No a petici¨®n de la embarazada. Mi libre voluntad no es una causa m¨¦dica, en ning¨²n caso. Pero mi informe de alta, ese cuestionario emborronado, miente. ?Es que no existen mis derechos? ?No deben quedar registradas mis libertades? M¨¢s abajo. ¡°Ecograf¨ªa. Gestaci¨®n de¡¡±: y el boli azul dibuja dos palitos. 11 semanas. Dijeron 12, escribieron 11¡ Eran 8. Mi informe de alta miente de nuevo.
Me siento a escribir esto casi un a?o despu¨¦s, tras escuchar las valientes y necesarias declaraciones de Marta Vigara en la Cadena SER. Pienso que yo no encontr¨¦ ¨¢ngeles en la cl¨ªnica Isadora, m¨¢s bien me sent¨ª rodeada de aquellas monjas del colegio donde pas¨¦ mi infancia. Pero comparto su alivio y entiendo su agradecimiento. Nuestras circunstancias eran muy distintas. El maltrato institucional, ejercido antes, durante o despu¨¦s, es el mismo.
Me siento a escribir esto ahora, pero durante todo este tiempo he tenido la necesidad de gritar, con amargura y con rabia, que aquellos derechos largamente luchados por las mujeres se ejecutan en s¨®rdidos s¨®tanos porque seguimos siendo ni?as ante la ley. Unas ni?as muy tontas e irresponsables que acabar¨¢n entrando, por su propio pie y con el culo al aire, en el fr¨ªo y ro?oso territorio de su libertad.
Lara Moreno es escritora. En 2020 public¨® el ensayo ¡®Deshabitar¡¯ (Destino).