Exacto, dijo el se?or alcalde
Almeida apuesta por una ciudad sin regulaci¨®n, a las bravas, y lo declara con una simpat¨ªa y un acento tan de aqu¨ª que llega al corazoncito de di¨®xido de los madrile?os
Volvemos a viajar. Hay una especie de clamor por la presencia, una demanda de actos culturales aqu¨ª o all¨¢. Hay ciudades a las que llegamos despu¨¦s de este a?o y medio dif¨ªcil de calibrar. Nos reencontramos con amigos de los que la pandemia nos separ¨® y me temo que hemos envejecido todos un poco m¨¢s de lo que ten¨ªamos previsto. Tal vez esta sombra en la mirada que asoma tras las mascarillas se alivie en unos meses. ...
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Volvemos a viajar. Hay una especie de clamor por la presencia, una demanda de actos culturales aqu¨ª o all¨¢. Hay ciudades a las que llegamos despu¨¦s de este a?o y medio dif¨ªcil de calibrar. Nos reencontramos con amigos de los que la pandemia nos separ¨® y me temo que hemos envejecido todos un poco m¨¢s de lo que ten¨ªamos previsto. Tal vez esta sombra en la mirada que asoma tras las mascarillas se alivie en unos meses. No todos hemos padecido depresi¨®n, pero si acusado un peso sobre los hombros que se nota, se nos nota. Por otra parte, volver de la bell¨ªsima ciudad de Palma o de la renovada y vital M¨¢laga es tomarse un descanso mental y f¨ªsico (sobre todo, pulmonar) de este Madrid, al que regresamos observando desde la ventanilla del avi¨®n la boina gris que literalmente oculta la ciudad. Dentro de unos diez minutos estaremos inmersos en su espesura de fieltro. No s¨¦ si nuestros pulmones han evolucionado hasta el punto de recibir el di¨®xido de carbono como si fuera ox¨ªgeno, de la misma forma que se dec¨ªa que las carpas del Retiro masticaban chicle mejor que los ni?os, pero una vez que est¨¢s dentro del cogollo te olvidas de lo que respiras. De vez en cuando, lo constatan estudios cient¨ªficos, como el de enero en la revista The Lancet, que confirmaba lo que sospech¨¢bamos, que de las 858 ciudades de Europa, Madrid es la que contiene la zona urbana con mayor mortalidad provocada por la contaminaci¨®n. Pero ya se sabe que los madrile?os, en esta acelerada mutaci¨®n que nos hace seres tan especiales, disfrutamos de la marchilla que nos proporcionan los atascos que forman parte ya de nuestro hecho diferencial. Nuestros abuelos ven afectados sus pulmones con la alegr¨ªa de que con cada inhalaci¨®n reciben una bocanada de casticismo y los reci¨¦n nacidos ya vienen al mundo con los pulmones recios como los de un minero.
El defensor del Pueblo escribi¨® una carta al se?or alcalde para decirle algo que los madrile?os mutantes ya sent¨ªamos en las calles: que hay m¨¢s tr¨¢fico que en la ¨¦poca prepand¨¦mica. Hay m¨¢s coches y m¨¢s agresividad en la conducci¨®n. Pensaba una que era una percepci¨®n personal, como una obsesi¨®n m¨¢s tras un per¨ªodo largo de enclaustramiento, pero vino la DGT a confirmarlo. Hay m¨¢s atropellamientos, hay m¨¢s accidentes en los viajes de corto recorrido. Tambi¨¦n hay motoristas que cruzan la ciudad de punta a cabo a toda hostia, haci¨¦ndonos saber el poder¨ªo de su bicharraco, que contamina de ruido la calle por donde pasa. Pero los madrile?os sentimos el ruido como parte irrenunciable de nuestra idiosincrasia y a cada rum-rum respondemos con una sonrisa de complicidad. Cuando pisamos una ciudad espa?ola m¨¢s habitable estamos tentados de experimentar cierta paz, pero enseguida nos recomponemos y sentimos morri?a de la capital. De la capital de la libertad. Y del espa?ol.
Al se?or alcalde la carta del defensor del Pueblo como que no le da ni fr¨ªo ni calor, porque b¨¢sicamente ha declarado que la desconoce. El encogimiento de hombros del alcalde est¨¢ comenzando a ser un cl¨¢sico. Deber¨ªa tal vez a?adir un ¡°me la refanfinfla¡±, que suena muy zarzuelero. Tambi¨¦n se la ha refanfinflado la nueva ley de vivienda tal y como expres¨® en Twitter con mucho cachondeo. Se le pretend¨ªa poner en un brete acus¨¢ndole de no ir a hacer NADA para controlar el precio de los alquileres y el madrile?¨ªsimo Almeida replic¨® como un personaje de Arniches: ¡°Exacto¡±. ?l apuesta por una ciudad sin regulaci¨®n, a las bravas, y lo declara con una simpat¨ªa y un acento tan de aqu¨ª que llega al corazoncito de di¨®xido de los madrile?os.
Usted puede pensar que Almeida desconoce que estos debates han sido cruciales en las elecciones alemanas y que est¨¢n conformando el futuro de las ciudades europeas, pero no, le aseguro que no es eso. ?l defiende nuestra madrile?osidad, lo dem¨¢s se la refanfinfla.