Las contradicciones de la paz
El partido del Gobierno en Colombia tiene una relaci¨®n esquizofr¨¦nica con los Acuerdos de Paz, el expresidente Uribe los niega de forma delirante mientras el presidente Duque recibe elogios internacionales
En espacio de pocos d¨ªas, los colombianos recibimos las visitas del rey Felipe VI y de Ant¨®nio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas. Los dos manifestaron su apoyo irrestricto a los Acuerdos de Paz, para satisfacci¨®n de muchos de nosotros, pero la visita de Guterres tuvo adem¨¢s otras aristas que habl...
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En espacio de pocos d¨ªas, los colombianos recibimos las visitas del rey Felipe VI y de Ant¨®nio Guterres, secretario general de las Naciones Unidas. Los dos manifestaron su apoyo irrestricto a los Acuerdos de Paz, para satisfacci¨®n de muchos de nosotros, pero la visita de Guterres tuvo adem¨¢s otras aristas que hablan bien de los problemas que enfrentamos. El secretario general particip¨® en un acto de conmemoraci¨®n de la firma del Acuerdo final, celebr¨® el compromiso de los desmovilizados, escuch¨® cantar a un coro conformado por hijos de los firmantes y visit¨® el espacio Fragmentos, cuyo suelo est¨¢ hecho con el material de los fusiles fundidos de las guerrillas. Las losas del suelo fueron fabricadas, a punta de martillo y bajo la direcci¨®n de la artista Doris Salcedo, por mujeres que fueron v¨ªctimas de violencia sexual durante el conflicto, y con algunas de ellas, seg¨²n leo en los peri¨®dicos, habl¨® el secretario general.
El acto de conmemoraci¨®n tuvo lugar en la sede de la Justicia Especial para la Paz, una instituci¨®n nacida de los acuerdos cuya misi¨®n es juzgar los cr¨ªmenes cometidos durante la guerra por todos sus actores: guerrilleros, paramilitares, miembros del Ej¨¦rcito. Las palabras de Guterres ten¨ªan en vilo a muchos, pues la gente se preguntaba si el secretario se referir¨ªa a la carta que se hab¨ªa encontrado a su llegada a Colombia. Se la hab¨ªa dejado el l¨ªder del partido de Gobierno: que no es el presidente actual, por extra?o que parezca, sino el expresidente ?lvaro Uribe, que lleva 11 a?os fuera del poder y sigue ah¨ª, cada vez que despertamos, como el dinosaurio de Monterroso. El esp¨ªritu de la carta se puede entender con una sola de sus frases: ¡°Acuerdo de paz no ha habido¡±. En el resto del documento, Uribe acusa a los acuerdos de provocar la impunidad, de elevar la permisividad con el narcotr¨¢fico a rango constitucional y de crear un Estado Criminal alternativo. Sus palabras navegan entre la hipocres¨ªa y el delirio, pero hab¨ªa que ver qu¨¦ cr¨¦dito les otorgaba Guterres.
El secretario nunca se refiri¨® ni a la carta ni al expresidente Uribe. Su defensa de los acuerdos tuvo el sabor de lo inapelable. ¡°La firma del Acuerdo de Paz gener¨® esperanza e inspiraci¨®n en Colombia y en el mundo¡±, dijo. ¡°Despu¨¦s de m¨¢s de cinco d¨¦cadas de conflicto y sufrimiento, tenemos la obligaci¨®n moral de garantizar que este proceso de paz tenga ¨¦xito¡±. M¨¢s tarde, ante el presidente Iv¨¢n Duque y un grupo de periodistas, hizo un elogio sin matices de los acuerdos, exhort¨® al Gobierno a aprovechar esta ¡°oportunidad hist¨®rica¡± y ¡°avanzar en la implementaci¨®n¡±, y termin¨® pidiendo ¡°la cooperaci¨®n plena de todos con las entidades del Sistema de justicia transicional y el respeto por su independencia¡±. En cada cosa ten¨ªa raz¨®n, pero en particular en esto ¨²ltimo: porque esas entidades, la Justicia Especial para la Paz y la Comisi¨®n de la Verdad, son las que sufren con m¨¢s frecuencia los ataques del partido de Gobierno: basta con leer la carta de Uribe. Sobre las palabras del antiguo presidente, el actual ha guardado un silencio obediente y comedido, y frente a Guterres se limit¨® a recibir los elogios.
Pero todo el mundo sabe que la relaci¨®n del Gobierno con la paz es ambigua en el mejor de los casos. En realidad, el gran problema de los acuerdos, o de su implementaci¨®n completa y exitosa, es la curiosa esquizofrenia del partido de Gobierno. Su figura m¨¢s influyente los ataca constantemente, a menudo con mentiras y siempre con distorsiones, neg¨¢ndose a reconocer a las instituciones que han producido, y otros miembros del partido niegan los descubrimientos de la justicia transicional: algunos han llegado a sostener que los infames y ya c¨¦lebres falsos positivos (ejecuciones extrajudiciales de civiles que luego eran presentados como guerrilleros) no son m¨¢s que una invenci¨®n de la izquierda. Para encabezar el Centro de Memoria Hist¨®rica, en cuyos archivos reposa buena parte de la historia documental del conflicto armado, el Gobierno de Duque escogi¨® a un hombre conocido por negar la existencia misma del conflicto armado, con lo cual nos encontramos ante la contradicci¨®n de un grupo que niega la existencia del conflicto, pero tambi¨¦n los acuerdos que lo terminaron: porque ¡°acuerdo de paz no ha habido¡±.
Mientras tanto, Duque act¨²a como si estuviera dedicado en cuerpo y alma a la implementaci¨®n de la paz: de la ¡°paz con legalidad¡±, el nombre que le ha dado a la campa?a de su Gobierno. Como lo nota cualquiera, salvo casos de ingenuidad redomada, el eslogan contiene agazapada la sugerencia de que hay otra paz ilegal: la que hab¨ªa cuando Duque se posesion¨®. Pero la verdadera defensa de los acuerdos ¡ªque tantas palmadas en la espalda le han granjeado de los l¨ªderes internacionales¡ª ser¨ªa desautorizar o contradecir las palabras de Uribe. Y no s¨¦ por qu¨¦, pero no creo que lo vaya a hacer.