El perro ante la pizarra
Tal vez el cerebro humano no alcance a comprenderlo todo y haga falta una nueva especie
El f¨ªsico Brian Greene se desesperaba c¨®micamente al explicar la teor¨ªa de la relatividad a un perro. ?Por qu¨¦ el perro no entend¨ªa nada pese a contar con un profesor de lujo? La raz¨®n parece claramente que su cerebro no sirve para eso, que su inteligencia no llega a ese nivel. El punto que quer¨ªa hacer Greene es que tal...
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El f¨ªsico Brian Greene se desesperaba c¨®micamente al explicar la teor¨ªa de la relatividad a un perro. ?Por qu¨¦ el perro no entend¨ªa nada pese a contar con un profesor de lujo? La raz¨®n parece claramente que su cerebro no sirve para eso, que su inteligencia no llega a ese nivel. El punto que quer¨ªa hacer Greene es que tal vez la Teor¨ªa de Cuerdas ¨Duna gran arquitectura matem¨¢tica en construcci¨®n cuya aplicaci¨®n al mundo real est¨¢ por ver¡ª quede fuera del alcance del cerebro humano. De ser as¨ª, tendr¨ªa que evolucionar una nueva especie m¨¢s inteligente para resolver los grandes problemas de la f¨ªsica. Da igual que esa especie est¨¦ hecha de carbono, como nosotros, o de silicio, como los chips, pero el caso es que nuestro cerebro puede resultar tan incompetente para la tarea como el del perro ante la pizarra de un f¨ªsico.
¡°No s¨¦ definir la pornograf¨ªa, pero la reconozco cuando la veo¡±, dijo el juez estadounidense Potter Stewart. Lo mismo cabe decir de la inteligencia, aunque nunca han faltado intentos de definirla formalmente, que suelen vincularla a la capacidad de entender, precisamente, y de responder a la informaci¨®n con pericia. Entonces, ?en qu¨¦ consistir¨ªa el entendimiento de esa especie nueva llamada a resolver los grandes problemas de la f¨ªsica? ?Ser¨ªa un mero incremento cuantitativo de la inteligencia humana o un tipo verdaderamente distinto y nuevo de inteligencia?
El padre de la f¨ªsica cu¨¢ntica, Niels Bohr, asist¨ªa a la charla de un f¨ªsico con ideas heterodoxas a principios del siglo XX cuando, de repente, se puso a cuchichear con los colegas que estaban a su lado. El conferenciante se dio cuenta y les dijo. ¡°Supongo que mi propuesta les parece demasiado rara, ?no?¡±, y Bohr le respondi¨®: ¡°Oh no, lo que est¨¢bamos discutiendo es si resulta lo bastante rara¡±. En la mec¨¢nica cu¨¢ntica, en efecto, las cosas suelen ser genuinamente incomprensibles: no es que una part¨ªcula parezca estar en dos sitios a la vez, sino que lo est¨¢. Si solo parece estarlo, la idea no es lo bastante rara, como en la an¨¦cdota de Bohr. ¡°Quien crea entender la f¨ªsica cu¨¢ntica es que no la entiende en absoluto¡±, dijo Richard Feynman para rematar el tema.
?Es esto un nuevo caso del perro ante la pizarra? Tal vez se trate simplemente de que el cerebro humano no sirva para entender la mec¨¢nica cu¨¢ntica, es decir, la naturaleza profunda del mundo microsc¨®pico. Pero es el cerebro humano el que ha descubierto la teor¨ªa cu¨¢ntica, cuyas predicciones son exactas con un empacho de decimales. Los f¨ªsicos se han acostumbrado a utilizar sus ecuaciones sin caer en un v¨¦rtigo metaf¨ªsico cada vez que llegan al laboratorio los lunes por la ma?ana.
Por dispares que sean en su arquitectura interna, en su desarrollo y en su evoluci¨®n, las distintas inteligencias deben converger en sus conclusiones m¨¢s fundamentales. Las matem¨¢ticas tienen que ser las mismas aqu¨ª y en la galaxia de Andr¨®meda, para nosotros y para las futuras especies m¨¢s avanzadas, para los cerebros de carbono y los de silicio. Muchos matem¨¢ticos no se ven a s¨ª mismos como inventores, sino como descubridores. Pero el perro no puede entender ni el teorema de Pit¨¢goras.