El ¡®desexilio¡¯
Hace un a?o si Juan Carlos I hubiera sugerido volver a Espa?a el Gobierno le habr¨ªa amenazado con una devoluci¨®n en caliente; ahora que las aguas bajan mansas, viva el Rey y su padre que viva donde quiera
Una de las cosas m¨¢s divertidas que pasaron en Espa?a el a?o pasado es que el rey Juan Carlos I se fue del pa¨ªs para evitar que las noticias sobre su fortuna en el extranjero da?asen a la Monarqu¨ªa. Es decir, se llev¨® la Monarqu¨ªa con ¨¦l.
El arreglo no hizo escuela: a los siguientes investigados no se les invit¨® a viajar a ning¨²n hotel de lujo del extranjero para que su presencia en el pa¨ªs, mientras se le destapaban los esc¨¢ndalos, no da?ase al conjunto de la ciudadan¨ªa. Fue, en realidad, un aspaviento. Pero tampoco la monarqu¨ªa es otra cosa que una instituci¨®n de gestos. Se trataba de un rey de Espa?a fuera de Espa?a siguiendo una doctrina muy precisa: si tu dinero puede vivir fuera del pa¨ªs, t¨² tambi¨¦n. Con la salvedad de que lo ¨²nico que afectaba a los espa?oles era que su dinero viajase, no ¨¦l.
El archivo de la Fiscal¨ªa suiza de sus investigaciones no desmiente lo probado, pero resuelto el contratiempo judicial empieza a valorarse su regreso a Espa?a. Solo alguien sin sentido del espect¨¢culo, y creo que no queda ya nadie en este pa¨ªs sin ¨¦l, puede oponerse a que el rey em¨¦rito pise de nuevo la tierra que le hizo enriquecerse. Si nadie deber¨ªa volver al lugar en el que ha sido feliz, s¨ª debe hacerlo corriendo al lugar en el que gan¨® dinero. El Gobierno, que no tiene sentido del espect¨¢culo pero s¨ª ar¨¢cnido, ha suavizado las formas de esa manera tan delicada en que se mueven las placas tect¨®nicas del statu quo espa?ol, superviviente a base de dejar morir los terribles espect¨¢culos que le afectan. Hace un a?o, si Juan Carlos I hubiera sugerido volver a Espa?a le habr¨ªan amenazado con una devoluci¨®n en caliente; ahora que las aguas bajan mansas y f¨¢ciles: viva el Rey y su padre que viva donde quiera.
Una soluci¨®n ambigua ser¨ªa organizarle una comisi¨®n parlamentaria de bienvenida para que el rey em¨¦rito despliegue campechan¨ªa y cierre as¨ª boquitas, que es como se atajan los problemas de imagen en Espa?a: con zascas. Observen a Mariano Rajoy vapuleando a sus adversarios sin reconocer una verdad; cre¨ªan sus interrogadores que, si cuando era presidente del Gobierno no se acordaba de los esc¨¢ndalos financieros de su partido, cinco a?os despu¨¦s y retirado se iba a acordar perfectamente uno por uno. Somos f¨¢ciles y domesticados: unas co?as y a seguir.
Una de las escenas con m¨¢s punter¨ªa de Venga Juan, si exceptuamos el desconcierto de Juan Carrasco ante el g¨¦nero fluido de su hija (¡°?desde cu¨¢ndo hay lesbianas en Logro?o?¡±) y su conversaci¨®n con el guardia civil calvo que lo detiene (¡°el violador de ancianas de Ciudad Lineal se ha puesto pelo, en la rueda de reconocimiento no lo reconocieron, y ¨¦l sigue violando viejas pero con un pelazo..., qu¨¦ envidia¡±, dice el agente; ¡°buf, es que a m¨ª tan viejas¡¡±, responde Carrasco; ¡°envidia del pelo, hombre¡±), ocurre cuando el pol¨ªtico no sabe qu¨¦ ponerse para salir de su casa asediada por las c¨¢maras. Carrasco intuye que de la ropa con la que salga en el telediario depender¨¢ la percepci¨®n popular del delito que se le atribuye. ¡°Muy trajeado, trinc¨®n fijo. Con sudadera y capucha, pederasta¡±, supone. Se llama dar el pego, tan importante como saber que hay gente dispuesta a comprarlo. Esperen a la noche del 5 de enero, no nos cuelen al em¨¦rito en camello con corona y capa desatado como Chiquetete: ¡°?Soy el rey!¡±.
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