La melod¨ªa de una hip¨®tesis
El sue?o pitag¨®rico que acompa?a a la ciencia se presenta en nuestros d¨ªas cada vez que surge la pol¨¦mica en torno a la Teor¨ªa de Cuerdas
En alg¨²n sitio dej¨® dicho Leibniz que la m¨²sica es un ejercicio oculto de aritm¨¦tica. Pero el pensador alem¨¢n no fue el ¨²nico en percibir la relaci¨®n.
Al parecer, fueron Pit¨¢goras y sus seguidores los primeros en manejar las claves matem¨¢ticas que subyacen en la m¨²sica. Para ellos, ciencia y m¨²sica no se pod¨ªan entender por separado, y explicaron ambas desde su misma esencia: el n¨²mero y su relaci¨®n con el universo.
Hasta el siglo VI antes de Cristo, el ejercicio de aritm¨¦tica permanec¨ªa oculto bajo la sucesi¨®n de notas, de igual forma que permanece oculto en cada part¨ªcula de realidad que nos rodea. Los pitag¨®ricos desvelaron el secreto al descubrir que las leyes arm¨®nicas del universo est¨¢n contenidas en la cuerda de una lira. El n¨²mero y su conjugaci¨®n ritual fueron asuntos esenciales a la hora de percibir la melod¨ªa perpetua que nos envuelve y que se vino a llamar la m¨²sica de las esferas.
A mediados del siglo VI a. C. -seg¨²n la lista contenida en el cat¨¢logo de pitag¨®ricos elaborado por J¨¢mblico- la escuela pitag¨®rica estaba compuesta por 224 hombres y 18 mujeres entre las que se encontraba T¨¦ano, primera matem¨¢tica de la Historia. Eran personas de ciencia que se adentraban en la m¨ªstica sin perder de vista la materia. Una secta herm¨¦tica sobre la que circulan muchas leyendas; una de ellas es la del oscuro final de Hipaso de Metaponto, que acab¨® ahogado por desvelar el secreto de los n¨²meros irracionales. En otra ocasi¨®n hablaremos del suceso, ahora sigamos con la escuela pitag¨®rica en su lectura actual.
La Teor¨ªa M es una hip¨®tesis arriesgada que vendr¨ªa a ser el eslab¨®n perdido entre la relatividad general y la teor¨ªa cu¨¢ntica
Porque el sue?o pitag¨®rico que acompa?a a la ciencia se presenta en nuestros d¨ªas cada vez que surge la pol¨¦mica en torno a la Teor¨ªa de Cuerdas y su ¨²ltima encarnaci¨®n, la Teor¨ªa M; una hip¨®tesis arriesgada que vendr¨ªa a ser el eslab¨®n perdido entre la relatividad general y la teor¨ªa cu¨¢ntica, consiguiendo que dos tesis opuestas -por ser una teor¨ªa de lo grande y otra teor¨ªa de lo m¨¢s peque?o- formasen un ¡°todo¡±. Ya dijimos que es una teor¨ªa que se nos presenta como nueva pero, en esencia, es tan antigua como el mundo que contemplaron los pitag¨®ricos.
Uno de sus defensores, el f¨ªsico Michio Kaku la explica de manera sencilla y elegante en su libro titulado?Universos paralelos (Atalanta); lo m¨¢s parecido a un viaje interestelar a trav¨¦s de la historia del universo y donde Kaku conecta lo m¨¢s grande (Big bang, agujeros negros,) con lo m¨¢s peque?o (electr¨®n, quarks).
Michio Kaku es f¨ªsico especialista en teor¨ªa de cuerdas. Su fama bestsellera y sus constantes apariciones en programas de radio y televisi¨®n, han convertido al f¨ªsico en una especie de friki a ojos de la comunidad cient¨ªfica. En el libro que aqu¨ª nos trae, se nos muestra como defensor de la teor¨ªa de cuerdas y de la teor¨ªa M, y nos explica que ambas teor¨ªas se basan en que la infinidad de part¨ªculas que forman el universo es similar a las notas que pueden tocarse en la cuerda de una lira.
Si pudi¨¦ramos ver un electr¨®n, ser¨ªa lo m¨¢s parecido a una peque?a cuerda vibrante que oscila a diferentes frecuencias y resonancias
Seg¨²n cuenta, si pudi¨¦ramos ver un electr¨®n, ser¨ªa lo m¨¢s parecido a una peque?a cuerda vibrante que oscila a diferentes frecuencias y resonancias. Pero lo curioso es que, cada vez que procedemos a tocarla, va cambiando de forma y de tama?o. Como si se tratase de diferentes notas, el electr¨®n se convierte en un quark que, pulsado de nuevo, pasa a neutrino.
Lo que quiere decir que, si las notas musicales son part¨ªculas subat¨®micas, las leyes arm¨®nicas entrar¨ªan dentro del ¨¢mbito de la f¨ªsica. Por otro lado, la qu¨ªmica se corresponder¨ªa con la melod¨ªa de un universo que es igual a una sinfon¨ªa de cuerdas que resuena desde tiempos antiguos, mucho antes de que Leibniz definiese la m¨²sica como el placer que experimenta la mente humana al contar sin darse cuenta de que est¨¢ contando.
El hacha de piedra es una secci¨®n donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad cient¨ªfica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
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