Afganist¨¢n: retrovisor y luces largas
Los talibanes parece que han entendido que la primera versi¨®n de su Gobierno provoc¨® una p¨¦rdida de capital social de grandes proporciones y han optado por un reparto de poder menos unificado
Desde la ca¨ªda de Kabul en manos de los talibanes a finales de agosto, no ha pasado bastante tiempo para hacer un balance sobre la nueva situaci¨®n. Se necesita, por tanto, una cierta metodolog¨ªa de aproximaci¨®n, a la vez con la vista en el retrovisor y con las luces largas por delante.
Descartemos de entrada que el modelo talib¨¢n 2.0 sea una r¨¦plica exacta de lo que fue el talib¨¢n 1.0 entre 1996 y 2001. Es la segunda parte de algo que...
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Desde la ca¨ªda de Kabul en manos de los talibanes a finales de agosto, no ha pasado bastante tiempo para hacer un balance sobre la nueva situaci¨®n. Se necesita, por tanto, una cierta metodolog¨ªa de aproximaci¨®n, a la vez con la vista en el retrovisor y con las luces largas por delante.
Descartemos de entrada que el modelo talib¨¢n 2.0 sea una r¨¦plica exacta de lo que fue el talib¨¢n 1.0 entre 1996 y 2001. Es la segunda parte de algo que ya conocimos en su d¨ªa, y que constituy¨® una forma de gobierno pol¨ªtico y social muy autoritaria, brutal, cerrada, asfixiante para las mujeres y opresiva para todo el mundo. Y por cierto, esto explica en parte la rapidez de su colapso a finales de 2001. Los talibanes de la segunda mitad de los noventa no midieron el rechazo que iba a producir su absurda pol¨ªtica de prohibir cualquier espect¨¢culo, cine, televisi¨®n, la m¨²sica, no digamos ya el baile, y sobre todo, prohibir las cometas, en un pa¨ªs en el que esto, hacer volar cometas, era la afici¨®n m¨¢s popular, y adem¨¢s barata. Un r¨¦gimen autoritario puede serlo de muchas maneras, pero si ensancha los m¨¢rgenes de la represi¨®n a actividades que los afganos consideran leg¨ªtimas y parte de identidad colectiva desde siempre, entonces empieza a cavar su propia tumba. Un test crucial ser¨¢ ver si se atreven a prohibir el buzkashi, important¨ªsimo en Afganist¨¢n, y en pa¨ªses vecinos como Tayikist¨¢n, Kazajist¨¢n o Uzbekist¨¢n. Es bien simple, existen dos bandos, a veces te dicen que son cien y cien, a veces muchos m¨¢s. Cuando asist¨ª al evento, me pareci¨® que nadie los contaba, iban todos vestidos de las maneras m¨¢s heterog¨¦neas (imposible distinguir a los dos equipos), algunos se proteg¨ªan la cabeza con sombreros o cascos de cuero reforzado, y ten¨ªa un valor especial llevar un casco de tanquista sovi¨¦tico. Hay una presidencia, donde se sientan varios notables locales o de la provincia, una inmensa cantidad de p¨²blico alrededor de una amplia explanada. En un extremo est¨¢ el palco y a una cierta distancia (200 o 300 metros) un alto poste. Hay una especie de ¨¢rbitro al que se identifica porque lleva un meg¨¢fono y va dando voces, aunque nadie le hace mucho caso. El ¨¢rbitro llama a los equipos al centro del terreno, y les lanza una cabra (grande) o una ternera (peque?a) convenientemente decapitada. Se trata de, sin bajar del caballo, apoderarse de la pieza e ir al galope con ella de un extremo a otro, pasando por detr¨¢s del poste, cruzar de nuevo, y depositar la pieza. El equipo del que tiene la pieza tiene que apoyarle y defenderle frente a los otros. Llevan todos un corto l¨¢tigo de cuero trenzado en la boca, entre los dientes, porque necesitan una mano para guiar al caballo y la otra para pegarse con los del otro equipo, con las manos o con el l¨¢tigo. En este juego vale literalmente todo.
Otra cosa que suscita interrogantes es el liderazgo del movimiento actual, talib¨¢n 2.0, que de momento parece una direcci¨®n colegiada. Salen nombres de unos y de otros, uno como ministro del Interior, otro como supuesto ministro de Educaci¨®n, pero a diferencia de hace 25 a?os, en estas primeras semanas han aparecido ante medios de comunicaci¨®n internacionales con bastante soltura. Ello confirma que de momento aceptan la presencia de periodistas extranjeros, que por cierto parecen tener amplia libertad de movimientos en gran parte del pa¨ªs.
Pero lo que llama la atenci¨®n es que en su actual versi¨®n los talibanes parecen reflejar una suerte de ¡°confederaci¨®n¡±, m¨¢s que una estructura de poder unificada y jer¨¢rquica. Esta confederaci¨®n inusual, sin reglas constitucionales o instituciones claras, se expresa a trav¨¦s de signos claros. Afganist¨¢n tiene 34 provincias. Seg¨²n quien manda en tal o cual provincia, hay m¨¢s tolerancia social o menos. En Herat (y en otras), al parecer, las ni?as siguen yendo a la escuela, pero el l¨ªder taleb local explica que estudiar¨¢n ¡°la doctrina del Emirato Isl¨¢mico¡±. En otras, los jefes locales intentan ¡°retener talento¡±, para que no se vayan m¨¦dicos, ingenieros, especialistas, pilotos de avi¨®n y de helic¨®ptero. Parece que han entendido que la primera versi¨®n del Gobierno talib¨¢n provoc¨® una p¨¦rdida de capital social de grandes proporciones. Es verdad que hemos podido ver im¨¢genes de cuatro supuestos delincuentes comunes colgados de gr¨²as. Pero no han restituido los terribles espect¨¢culos de ejecuciones p¨²blicas en estadios, con lapidaciones de mujeres incluidas. Y en pol¨ªtica exterior, a diferencia de los noventa en que los talibanes reduc¨ªan su pol¨ªtica exterior a relaciones con el ej¨¦rcito de Pakist¨¢n (para temas de seguridad) y Arabia Saud¨ª (para temas de teolog¨ªa integrista y sobre todo dinero), ahora es distinto. Unos dos meses antes de tomar Kabul, dirigentes talibanes ya hicieron visitas de alto nivel en Mosc¨² y Pek¨ªn, con mucha proyecci¨®n medi¨¢tica. La interdependencia regional (es decir, con toda Asia Central y m¨¢s all¨¢) parece haber entrado en el manual del Gobierno de Kabul.