Afganist¨¢n: regreso a la oscuridad
La vuelta de los talibanes al poder ha revertido los derechos y libertades alcanzados en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas.
Afganist¨¢n ha vivido un a?o convulso. A las dificultades econ¨®micas, pol¨ªticas y sociales que arrastraba desde hace d¨¦cadas, se ha sumado en 2021 el regreso al poder de los talibanes. Aunque el cambio de r¨¦gimen se ve¨ªa venir desde que Estados Unidos anunciara la retirada de sus fuerzas, no se esperaba que fuera tan r¨¢pido. Como consecuencia de ese golpe, el pa¨ªs ha perdido derechos y libertades, adem¨¢s del acceso a sus reservas de divisas y la ayuda internacional que sosten¨ªa su fr¨¢gil democracia. Atrapados en medio, los afganos se enfrentan a la pobreza y el hambre.
Los peores presagios se hicieron realidad el 15 de agosto cuando el corrupto Gobierno de Ashraf Ghani se volatiliz¨® abriendo las puertas de Kabul y del palacio presidencial a la guerrilla que durante dos d¨¦cadas hab¨ªa combatido al Estado afgano. Fue un paseo triunfal. Los fundamentalistas no encontraron resistencia de un Ej¨¦rcito que, falto de direcci¨®n y muy inferior en n¨²mero a lo que declaraba, abandon¨® sus posiciones sin disparar una bala. La batalla se libr¨® antes: en las zonas rurales que los talibanes hab¨ªan ido conquistando desde hace a?os y en las capitales provinciales de las que se apropiaron a partir de abril, cuando Washington confirm¨® su repliegue.
Los talibanes no ganaron la guerra civil que bajo pretexto de expulsar a las tropas extranjeras lanzaron contra el Estado afgano. La perdieron los sucesivos gobiernos que Occidente respald¨® en Kabul, al no atender a las necesidades de la poblaci¨®n y dejar las instituciones en manos de pol¨ªticos deshonestos. V¨ªctimas colaterales de los bombardeos contra los insurgentes y sin medios de subsistencia a causa de la sequ¨ªa que recurrentemente arruina sus cultivos, muchos afganos aceptaron como un mal menor el avance de los barbudos. Otros se refugiaron en las ciudades, donde sobreviv¨ªan con trabajos precarios o gracias a la asistencia humanitaria. Las fracturas ¨¦tnicas, ling¨¹¨ªsticas y religiosas tambi¨¦n contribuyeron a la desafecci¨®n.
Ahora, la sociedad afgana se ha visto sacudida por la p¨¦rdida de derechos y libertades a los que accedi¨® despu¨¦s de que Estados Unidos derribara la primera dictadura de los talibanes en 2001. La Rep¨²blica instaurada entonces, aunque apellidada Isl¨¢mica, hab¨ªa incorporado instrumentos democr¨¢ticos como elecciones, separaci¨®n de poderes y prensa libre. A pesar de que los dirigentes fundamentalistas han adoptado un tono conciliador hacia el exterior, anunciado una amnist¨ªa general y prometido respetar los derechos humanos, incluidos los de las mujeres y la libertad de prensa, los hechos cuestionan sus palabras.
El Gobierno provisional que presentaron a principios de septiembre sali¨® en exclusiva de sus filas (comandantes guerrilleros, mayoritariamente pastunes), sin atender a los llamamientos para que incluyeran a miembros de otros grupos pol¨ªticos y ¨¦tnicos. Varios meses despu¨¦s, las afganas siguen sin poder asistir a clase a partir de los 12 a?os, ni trabajar (salvo en la sanidad). Esa discriminaci¨®n de la mitad de la poblaci¨®n est¨¢ agravando la fuga de cerebros y tiene un coste econ¨®mico que la ONU ha estimado en un 5% del producto interior bruto.
Poco a poco, tambi¨¦n est¨¢n saliendo a la luz los abusos de sus tropas. La organizaci¨®n Human Rights Watch ha denunciado las ejecuciones extrajudiciales, o desapariciones forzosas, de por lo menos un centenar de antiguos agentes de la polic¨ªa y los servicios secretos. Con anterioridad, Amnist¨ªa Internacional revel¨® el asesinato de miembros de la etnia hazara, una minor¨ªa de confesi¨®n chi¨ª que constituye el 10% de la poblaci¨®n.
Hace a?os que emigrar, legal o ilegalmente, se hab¨ªa convertido en el objetivo de los j¨®venes afganos ante las promesas rotas de la Rep¨²blica. Con los talibanes en el poder, es la ¨²nica salida. Para algunos por razones pol¨ªticas: activistas de derechos humanos, periodistas, mujeres profesionales o miembros de las antiguas fuerzas de seguridad se sienten amenazados. Muchos m¨¢s carecen de medios de subsistencia. Apenas un 5% de los 39 millones de afganos tiene suficiente para alimentarse, seg¨²n la ONU. Con la llegada del invierno, 23 millones est¨¢n en riesgo de hambruna, entre ellos 3 millones de ni?os menores de cinco a?os, tanto en el campo como en las ciudades.
Los talibanes se hicieron con las riendas de Afganist¨¢n sin planes sobre c¨®mo gestionar el pa¨ªs. Su rechazo a negociar un arreglo con el anterior Gobierno se tradujo en la ruptura de relaciones de los pa¨ªses que aportaban el equivalente a un 43% de su producto interior bruto (PIB) y financiaban el 75% de su gasto p¨²blico. Obviaron las consecuencias de las sanciones internacionales por terrorismo que pesaban sobre ellos. Ning¨²n pa¨ªs ha reconocido su Emirato Isl¨¢mico. En consecuencia, se ha quedado sin la ayuda extranjera y tampoco tiene acceso a las reservas afganas de divisas (unos 9.000 millones de d¨®lares, algo menos de 8.000 millones de euros) depositadas en EE UU.
Todo ello se ha traducido en una reducci¨®n del dinero en circulaci¨®n (los bancos han limitado la retirada de fondos), la ca¨ªda del valor del afgani (la moneda local) y el consecuente aumento de los precios. Resulta dif¨ªcil exagerar el impacto que el colapso econ¨®mico ha tenido sobre los afganos, que ya viv¨ªan en uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo antes del regreso de los talibanes al poder. Han proliferado por todo Afganist¨¢n mercadillos al aire libre en los que muchas familias venden sus enseres para sobrevivir. M¨¢s grave a¨²n, hay constancia de padres que est¨¢n entregando a sus hijas, incluso beb¨¦s, para pagar sus deudas.
En 2022, los talibanes seguir¨¢n utilizando esa dram¨¢tica situaci¨®n humanitaria como palanca para reclamar el reconocimiento internacional que les d¨¦ el control de las reservas soberanas y les permita comerciar sin restricciones. Para Occidente se trata de un grave dilema moral: c¨®mo ayudar a los afganos, sin respaldar a un r¨¦gimen que rechaza de facto derechos humanos b¨¢sicos como la igualdad de sus ciudadanos, la educaci¨®n para todos y la libertad de expresi¨®n.
Volver a la portada del ESPECIAL RESUMEN DEL A?O
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.