Libros a contracorriente para Navidad
Leer es un acto de resistencia frente a la inmediatez, el regalo a golpe de clic y las notificaciones que parecen, solo parecen, urgentes
Leer un libro es como ir abriendo un regalo empaquetado entre lazos, cajas, papeles y m¨¢s papeles que despistan hasta dar con el misterio, con el objeto preciso que alguien ha elegido para brindarnos su dedicaci¨®n. Descubrirlo es el fin inmediato, ilusionante; y disfrutarlo es el inicio de otra cosa, de algo m¨¢s imperecedero que acaso puede permanecer para siempre. Un buen libro requiere ir desbrozando escenas, personajes, situaciones y dejarse contagiar por atm¨®sferas envolventes que hay que aceptar tal y como vienen, aunque no lleguemos r¨¢pido a una meta. Y tiene algo, mucho, de ese salm¨®n q...
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Leer un libro es como ir abriendo un regalo empaquetado entre lazos, cajas, papeles y m¨¢s papeles que despistan hasta dar con el misterio, con el objeto preciso que alguien ha elegido para brindarnos su dedicaci¨®n. Descubrirlo es el fin inmediato, ilusionante; y disfrutarlo es el inicio de otra cosa, de algo m¨¢s imperecedero que acaso puede permanecer para siempre. Un buen libro requiere ir desbrozando escenas, personajes, situaciones y dejarse contagiar por atm¨®sferas envolventes que hay que aceptar tal y como vienen, aunque no lleguemos r¨¢pido a una meta. Y tiene algo, mucho, de ese salm¨®n que nada a contracorriente durante kil¨®metros y kil¨®metros para desovar en el mejor lugar, el m¨¢s dif¨ªcil.
Mientras crece la cultura de la inmediatez, el regalo a golpe de clic y el envoltorio en cart¨®n de Amazon, leer es un acto de resistencia. El libro nos mantiene en ese territorio de la cocci¨®n lenta en el que los protagonistas dudan, evolucionan y tardan en darse cuenta de desastres que vemos con mucha m¨¢s claridad que ellos. Merece la pena remontar ese r¨ªo, ver pasar a todos los que se amontonan corriente abajo y vivir ese instante de rebeli¨®n contra la prisa, contra las notificaciones que parecen urgentes; que solo parecen porque, en realidad, siempre pueden esperar.
Me acompa?a en estos d¨ªas en los cascos Leonardo Padura, de una belleza narrativa explosiva y una meticulosidad deslumbrante en El hombre que amaba a los perros, vieja asignatura pendiente. En papel me embruja Catherine Fletcher, una varita m¨¢gica posada en el Renacimiento para que lo comprendamos. Y me ha agarrado por el cuello la violencia de la et¨ªope Maaza Mengiste. En la mesilla pide paso Sasha Filipenko, uno de esos disidentes de voz necesaria para entender Bielorrusia, que equivale a entendernos a nosotros mismos. Y a la espera est¨¢n grandes como Laura Fern¨¢ndez y Clara Obligado, que bien merecen ese salto a contracorriente a resguardo de la multitud.
Hoy son estos libros, como pod¨ªan ser otros. Suele preguntar la gente qu¨¦ amarras unen y a la vez separan el periodismo y la literatura. El primero debe ser directo, ir al grano, entregar el regalo sin envoltorios y sin p¨¦rdida de tiempo. Es urgente. Es necesario. La segunda nos envuelve en ese camino alambicado en el que el desempaquetado es lo importante, porque la t¨¦cnica de empaquetarlo ha sido el mejor regalo. Vivan los libros. Vivan el uno y la otra. Y vivan, sobre todo, los saltos a contracorriente. @bernagharbour