Un tiempo de otra ¨¦poca
En el diario donde contaba sus paseos con su perra ¡®Zama¡¯, Juli¨¢n Rodr¨ªguez muestra que hay otros mundos que est¨¢n tambi¨¦n en este
Desde hace ya mucho la vida se ha vuelto vertiginosa, casi como una condena, todo resulta urgente y hay que salir corriendo para cumplir con las exigencias de la actualidad. La velocidad es incluso mayor en las redes, en internet las cosas parecen al alcance de la mano con solo tocar con el dedo una tecla: ya est¨¢. Sumergirse en la corriente, cumplir con esas expectativas que se renuevan a cada instante, no perder el hilo de la conversaci¨®n, de eso va ahora la vaina. Por eso resultaban un tanto extravagantes los breves textos que hace un tiempo se encontraban con cierta frecuencia en un rinc¨®n...
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Desde hace ya mucho la vida se ha vuelto vertiginosa, casi como una condena, todo resulta urgente y hay que salir corriendo para cumplir con las exigencias de la actualidad. La velocidad es incluso mayor en las redes, en internet las cosas parecen al alcance de la mano con solo tocar con el dedo una tecla: ya est¨¢. Sumergirse en la corriente, cumplir con esas expectativas que se renuevan a cada instante, no perder el hilo de la conversaci¨®n, de eso va ahora la vaina. Por eso resultaban un tanto extravagantes los breves textos que hace un tiempo se encontraban con cierta frecuencia en un rinc¨®n de Facebook. Estaban en la cuenta del escritor y editor (y tantas cosas m¨¢s) Juli¨¢n Rodr¨ªguez. Contaba los paseos que daba con su perra Zama por las monta?as de Segovia, hablaba de la m¨²sica que escuchaba, de los poemas que le¨ªa, de los peque?os trabajos cotidianos a los que estaba obligado para mantener la casa caliente, daba cuenta con extrema precisi¨®n del tiempo que hac¨ªa, divagaba sobre esto y aquello, explicaba lo que estaba preparando para comer. Con una prosa luminosa, sencilla, que se distra¨ªa con algunas precisiones que seguramente le exig¨ªa dar la sabidur¨ªa que llevaba dentro, Juli¨¢n Rodr¨ªguez ten¨ªa en esas anotaciones la rara habilidad de atrapar ese tiempo tan fugaz y esquivo, que se escapa por las ranuras de la conciencia para quedar en nada. Iba con Zama correteando a su lado por cualquier sendero y era capaz de recoger esos detalles min¨²sculos que al final le dan consistencia y sabor a la vida. ¡°El tiempo era de otra ¨¦poca, no hab¨ªa urgencia alguna¡±, observa en el apunte que hizo el 1 de noviembre de 2018.
Juli¨¢n Rodr¨ªguez muri¨® en su casa de las monta?as el 28 de junio de 2019. La ¨²ltima entrada que volc¨® en su cuenta es del 27, y ahora puede leerse en papel en Diario de un editor con perro, donde Mart¨ªn L¨®pez-Vega se ha ocupado de aquellos ¡°brotes¡± que se plantaron en una red social con la actitud del que simplemente los trasplanta ¡°a una maceta m¨¢s apropiada¡±. As¨ª que ah¨ª est¨¢n ahora colocadas una detr¨¢s de esas piezas que estallaban como una iluminaci¨®n cuando casualmente se daba con ellas curioseando en Facebook. En una que escribi¨® el domingo 21 de octubre de 2018 habla del camino que arranca a 30 metros, ¡°poco m¨¢s¡±, de la casa. ¡°Aves, bayas, hojas perennes y hojas caducas. Nidos y madrigueras de zorros, milanos en las ramas m¨¢s altas y peque?os lagartos con camuflaje color musgo. Siempre que puedo voy y vengo por ¨¦l. Tiene algo de t¨²nel del tiempo y me lleva siempre hasta otros caminos verdes de la infancia y de Las Hurdes. Hasta mis abuelos Claudio y Claudia¡±.
Un a?o raro y doloroso acaba hoy. El mundo desquiciado sigue su marcha, pero hay otros mundos que est¨¢n tambi¨¦n en este. Juli¨¢n Rodr¨ªguez los supo descubrir, y no solo en su casa de las monta?as, y los iba entregando con una generosidad inagotable (en Perif¨¦rica, su editorial; en Casa Sin Fin, su galer¨ªa; en sus libros). ¡°El domingo pasado cort¨¦ dos dalias del arriate de la calleja y las coloqu¨¦ en un jarroncito de cristal: hoy me han recibido como si no hubieran pasado seis d¨ªas, tersas, con todos sus p¨¦talos intactos, como delicadas estatuas de color vino sobre la mesa del comedor¡±. Que as¨ª sea en este 2022, que quienes queremos sigan estando ah¨ª con sus p¨¦talos intactos pase lo que pase, por demoledor o intrascendente que sea.