Chile, tierra de futuro
Urge que el liderazgo de Boric sea invertido en un indispensable relanzamiento del proceso de integraci¨®n latinoamericano. La izquierda chilena debe volver a dise?ar un horizonte pol¨ªtico ambicioso e innovador, como es su tradici¨®n desde la era de Allende
Chile es tierra de experimentos pol¨ªticos atrevidos. En 1970, en plena Guerra Fr¨ªa, el Gobierno de Salvador Allende intent¨® retar la extrema polarizaci¨®n regional proponiendo un modelo que buscaba conciliar una transformaci¨®n radical de las estructuras sociales del pa¨ªs con un marco institucional democr¨¢tico. La V¨ªa Chilena al Socialismo, el nombre que tom¨® ese sue?o, se propuso superar la propuesta de extrema centralizaci¨®n pol¨ªtica planteada por la Revoluci¨®n Cubana y su apuesta por la lucha armada, sorteando al mismo tiempo la feroz oposici¨®n estadounidense al socialismo latinoamericano. Allende reconoc¨ªa los m¨¦ritos del experimento cubano, pero despu¨¦s del fracaso de una d¨¦cada de lucha armada parec¨ªa vislumbrar tambi¨¦n sus profundos l¨ªmites para detonar una oleada de reforma en los pa¨ªses la regi¨®n.
El potencial innovador del experimento chileno, de hecho, no escap¨® a Henry Kissinger, el consejero de seguridad nacional de la administraci¨®n Nixon, quien desde la elecci¨®n de Allende intent¨® sabotear su Gobierno. Estas maniobras culminaron con el apoyo decisivo que Washington dio al golpe de Estado orquestado por el general Augusto Pinochet que, el 11 de septiembre de 1973, habr¨ªa de derrocar al presidente socialista. Matando la V¨ªa Chilena al Socialismo se eliminaba tambi¨¦n la posibilidad de que el modelo chileno se propagara por la regi¨®n.
Sesenta a?os despu¨¦s, Chile parece volver a trazar un camino posible para relanzar y renovar los procesos de cambio social en la regi¨®n. El presidente electo Gabriel Boric pertenece a un horizonte pol¨ªtico izquierdista nuevo, que podr¨ªa favorecer una necesaria renovaci¨®n de otros movimientos de la regi¨®n, ayud¨¢ndoles a salir de las inercias en las que parecen encontrarse enquistados.
En Argentina, a pesar de sus m¨¦ritos sobre todo en tema de lucha contra la impunidad de los cr¨ªmenes cometidos por la dictadura que gobern¨® entre 1976 y 1983, el peronismo de izquierda ha mostrado en estos 20 a?os importantes l¨ªmites. Su modelo corporativista y el extractivismo econ¨®mico no representan ya soluciones adecuadas para articular un modelo socioecon¨®mico incluyente.
En M¨¦xico, las grandes expectativas generadas por la llegada al poder de un presidente como Andr¨¦s Manuel Obrador parecen haber quedado en larga parte desatendidas. El mandatario ha mostrado en temas sociales, como el aborto, una cara m¨¢s bien conservadora y, desde el punto de vista econ¨®mico, su Gobierno puede lucir muy pocos avances en la lucha estructural contra el problema de la acuciante desigualdad social que marca hist¨®ricamente al pa¨ªs. Adem¨¢s, las practicas clientelares del viejo PRI parecen seguir articulando la forma de hacer pol¨ªtica de un presidente que, de hecho, movi¨® sus primeros pasos en ese partido.
La inevitabilidad de la candidatura de Lula muestra como tambi¨¦n en Brasil la izquierda latinoamericana tiene fuertes dificultades para renovarse en t¨¦rminos de liderazgos y contenidos. Nicaragua, Cuba y Venezuela ya pueden dif¨ªcilmente clasificarse como experimentos pol¨ªticos pertenecientes a la izquierda.
Boric, en cambio, se inscribe en una izquierda que se coloca fuera de las inercias que encadenan a otros actores progresistas. Una izquierda que germina de los estallidos estudiantiles acontecidos en Chile en 2011 y que han tenido como colof¨®n las masivas protestas de 2019. Es una generaci¨®n nueva, parada sobre hombros de gigantes, pero que mira hacia horizontes distintos. El programa de Boric es radical, si lo medimos seg¨²n los patrones de la izquierda occidental actual, en particular en temas de pol¨ªticas fiscales, sociales y de trabajo. Aumentos de los impuestos a las rentas m¨¢s altas, jornada laboral de 40 horas y lanzamiento de un sistema de pensiones p¨²blicas son algunos de los temas fuertes de la agenda del nuevo presidente. Y, sin embargo, el programa incorpora tambi¨¦n con fuerza el eje feminista y medioambiental o la digitalizaci¨®n para colmar la brecha digital como pilares estructurales del plan de profunda reforma del pa¨ªs.
El lenguaje pol¨ªtico del nuevo presidente recuerda mucho m¨¢s el que han usado movimientos como Podemos en Espa?a, que la ret¨®rica anquilosada de Fern¨¢ndez en Argentina o el tono paternalista de L¨®pez Obrador en M¨¦xico. Se trata de un movimiento m¨¢s moderno en sus planteamientos que sus contrapartes argentinas, mexicanas o brasile?as. Y su victoria podr¨ªa desencadenar una positiva renovaci¨®n tambi¨¦n de los otros movimientos latinoamericanos.
Donde el programa, sin embargo, se realinea con cierta falta de dinamismo t¨ªpica de la izquierda regional es en su falta de visi¨®n sobre pol¨ªtica internacional. En particular, ser¨ªa deseable que el tema de la integraci¨®n regional desde una perspectiva no neoliberal se volviera un tema central para la administraci¨®n de Boric. Los retos que los pa¨ªses latinoamericanos enfrentan tienen una escala que vuelve las realidades nacionales dram¨¢ticamente inadecuadas para hacerles frente. Puede ser que la globalizaci¨®n haya entrado en una fase menos acelerada, pero los actores que se formaron a su calor durante los ¨²ltimos 30 a?os est¨¢n para quedarse. China tiene un tama?o econ¨®mico y unas ambiciones pol¨ªticas globales frente a los cuales los estados naciones latinoamericanos resultan dram¨¢ticamente inadecuados. Estados Unidos y la Uni¨®n Europea son tambi¨¦n actores con los cuales se torna complejo negociar desde una dimensi¨®n meramente bilateral.
Los planes de reforma social interna son inactuables sin que haya un marco regional de cooperaci¨®n que acompa?e su implementaci¨®n. Comercio internacional, regulaci¨®n de los flujos de capital transnacional, mecanismos de cooperaci¨®n econ¨®mico-financiera regional, migraci¨®n, pero tambi¨¦n lucha contra el narcotr¨¢fico son solamente algunos de los rubros que hacen ineludible la construcci¨®n de un bloque cohesivo latinoamericano.
El sue?o de Allende cay¨® por razones internas, pero tambi¨¦n por la falta de un bloque regional capaz de defender la autonom¨ªa de los procesos pol¨ªticos latinoamericanos frente a las injerencias de la hegemon¨ªa de Washington. Urge pues que el liderazgo de Boric y la legitimidad de la cual el presidente gozar¨¢ gracias a esta crucial victoria electoral sean invertidos tambi¨¦n en un indispensable relanzamiento del proceso de integraci¨®n regional latinoamericano. En ese terreno ser¨ªa importante que la izquierda chilena volviera a dise?ar un horizonte pol¨ªtico ambicioso e innovador, como es su tradici¨®n desde la era de Allende.
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