Djokovic y los lobos
Todos pueden reivindicar sus derechos individuales, pero nadie debe aplastar los derechos de los dem¨¢s a no ser deliberadamente infectados por otro
Lo extra?o es que de repente enmudezca. ?nicamente reniega de que su hotel para inmigrantes con papeles dudosos no sea un Ritz de mimados. O lanza invectivas indirectas, v¨ªa abogados. O esot¨¦ricas, por boca del locuaz pap¨¢, quien le llama ¡°luz¡±, ¡°Espartaco¡±, ¡°Cristo¡±.
Pero ¨¦l calla sobre el fondo del asunto que le tiene retenido en Melbourne, al menos hasta hoy. Calla como solo callan quienes se sienten en falso. Igu...
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Lo extra?o es que de repente enmudezca. ?nicamente reniega de que su hotel para inmigrantes con papeles dudosos no sea un Ritz de mimados. O lanza invectivas indirectas, v¨ªa abogados. O esot¨¦ricas, por boca del locuaz pap¨¢, quien le llama ¡°luz¡±, ¡°Espartaco¡±, ¡°Cristo¡±.
Pero ¨¦l calla sobre el fondo del asunto que le tiene retenido en Melbourne, al menos hasta hoy. Calla como solo callan quienes se sienten en falso. Igual que ayer, en 2020, clamaba, desafiante, contra la vacuna del coronavirus ¡ªcuyo rechazo le paraliza ahora¡ª, con el impune desenfado del negacionista activo: ¡°No me gustar¨ªa que nadie me obligase a vacunarme para poder viajar¡±.
Todo llega. Incluso para quien se identifica con los lobos (¡°son mis gu¨ªas espirituales¡±, confiesa), prolifera en desplantes a lo John McEnroe o alimenta las arcas sentimentales de un nacionalismo, el serbio, que se mostr¨® mort¨ªfero en el siglo XX.
El destino deportivo del tenista balc¨¢nico Novak Djokovic se dirimir¨¢ hoy por la justicia australiana: podr¨¢ retar el eterno empate con sus pares Rafael Nadal y Roger Federer, o volver¨¢ cabizbajo a casa, donde le esperar¨¢n, rugientes, los sentimientos heridos de miles de seguidores jaleados por su Gobierno.
A juzgar por los datos p¨²blicos incompletos que sobre el caso conocen los ciudadanos, los jueces deber¨ªan inclinarse por la prohibici¨®n de circular por el pa¨ªs ¡ªy, por tanto, de saltar a la cancha¡ª dictada por las autoridades de fronteras. ¡°No hay casos especiales, las reglas son las reglas¡±, como dijo el primer ministro federal Scott Morrison. Pero el jugador no se vacun¨®: haber contra¨ªdo el virus no figura entre las exenciones que permiten deambular: contra el criterio de la federaci¨®n australiana, apoyada por el Estado de Victoria, sede del Abierto al que acud¨ªa.
Claro que los jueces son a veces inescrutables. Y el caso es fascinante. Exhibe aristas, dilemas, contradicciones. Entre el Gobierno federal (liberal) y el estatal (socialdem¨®crata); entre los 26.000 permisos denegados y el que reclama el tenista; entre la fama y la igualdad de trato; entre el vigor del derecho individual y la primac¨ªa de los colectivos; entre el esfuerzo rigorista de un pa¨ªs que se confin¨® nueve meses seguidos y la frivolidad de quien, un 16 de diciembre y ya contagiado, surg¨ªa mezclado y sin mascarilla en un evento p¨²blico, y al d¨ªa siguiente, tambi¨¦n. ?Libertad de no vacunarse o licencia para contagiar?
Todos pueden reivindicar sus derechos individuales (y gestionar sus ¨¦xitos y flaquezas). Pero nadie debe aplastar el de los dem¨¢s a no ser deliberadamente infectados por otro. Ni siquiera por el rey de los lobos, aunque pap¨¢ le vea un Espartaco.