El odio rom¨¢ntico
Un virus ha vencido nuestra paciencia y, como sociedad, nos hemos enamorado del resentimiento. Deber¨ªamos revertir esa tensi¨®n, y un posible camino para ello es la abstracci¨®n como la entend¨ªa Kant
Hemos odiado mucho en los dos ¨²ltimos a?os, quiz¨¢ demasiado. Hemos aborrecido con soltura y derroche, a ratos con vulgaridad y a veces con estilo, colmados de tirria pand¨¦mica, agotadoramente. Pero nuestra antipat¨ªa se ha caracterizado por una cualidad peculiar, que no la salvaba, por supuesto, pero al menos la distingu¨ªa, singulariz¨¢ndola frente a enconos o aversiones anteriores. El nuestro, durante ...
Hemos odiado mucho en los dos ¨²ltimos a?os, quiz¨¢ demasiado. Hemos aborrecido con soltura y derroche, a ratos con vulgaridad y a veces con estilo, colmados de tirria pand¨¦mica, agotadoramente. Pero nuestra antipat¨ªa se ha caracterizado por una cualidad peculiar, que no la salvaba, por supuesto, pero al menos la distingu¨ªa, singulariz¨¢ndola frente a enconos o aversiones anteriores. El nuestro, durante estos dos a?os de penuria epidemiol¨®gica, ha sido un odio rom¨¢ntico.
La gente ha odiado sin tasa estos dos a?os porque ha tenido menos espacio y m¨¢s tiempo. El confinamiento dom¨¦stico, el teletrabajo, los desgraciados pero salv¨ªficos expedientes de regulaci¨®n temporal de empleo, las restricciones a las salidas, las horas prontas de cierre o el simple miedo al contagio nos han recluido en casa, infinitamente aburridos durante horas eternas. Fines de semana atrapados en el hogar de manera forzosa o voluntaria, semanas interminables de d¨ªas laborables donde aparec¨ªamos en pantalla atildados hasta la cintura, d¨ªas labovacacionales de franjas horarias borrosas y noches de insomnio han estirado el tiempo hasta l¨ªmites einstenianos. Hemos sentido m¨¢s tedio que nunca. Y el odio llena muy bien el tiempo libre, V¨ªctor Hugo lo comenta en su monumental novela El hombre que r¨ªe (1869). Ocio y odio se comunican.
Para la persona ociosa, para quien se aburre, el odio es un sentimiento muy poderoso, porque es una opci¨®n intensa y arrebatadora. Al aborrecer te sientes vivo; no ¨²til, pero s¨ª ocupado en una actividad emocionante, porque la ojeriza entusiasma y moviliza toda la atenci¨®n. El odio es como el amor rom¨¢ntico, un sentimiento que abarca el universo y paraliza los dem¨¢s ¨®rdenes de la existencia. Quien odia, como la persona enamorada, no puede hacer otra cosa, se entrega por completo, se atonta. Balbucea si le hablan y se pierde en su propio hogar. Quiere saberlo todo sobre el destinatario de su fijaci¨®n. Se levanta por las noches y corre al ordenador para dejarle encendidos mensajes, reveladores de la pasi¨®n que le arrebata.
Pensaba al comenzar este art¨ªculo que la idea era m¨ªa, pero al buscar otra cosa descubro con rencor que Wystan Hugh Auden, en uno de sus excelentes ensayos de Los se?ores del l¨ªmite, postula que deber¨ªa existir un odio rom¨¢ntico como contrapunto al amor rom¨¢ntico tradicional. Qu¨¦ poca verg¨¹enza, tener ideas antes que uno. Por eso no es bueno leer, porque intensifica la aversi¨®n, y ahora odio a Auden con todas mis fuerzas.
S¨ª, la pandemia nos ha hecho m¨¢s terribles, ha destapado el tarro de las esencias negras, ha afilado los cuchillos y las lenguas, nos ha obligado a desentra?ar el cabreo, so pena de reventar. Pero ?acaso hicimos la prueba de si explot¨¢bamos o no? ?No hubiera estado bien llegar al l¨ªmite y liberar la agresividad contra una pared, en lugar de hacerlo contra quien pensaba diferente, a la menor oportunidad? Nos hemos dejado llevar y no soportamos la discrepancia ni la alteridad. Pareceres, ideolog¨ªas u opiniones que antes nos resultaban indiferentes, porque hab¨ªa espacio para todos y la vida es corta, son ahora aborrecibles, intolerables, cancelables, perseguibles jur¨ªdica o masivamente. Por supuesto que los filtros burbuja informativos y las ¡°c¨¢maras de eco digitales¡±, tan retorcida como conscientemente utilizados por intereses extremistas, han ayudado; por supuesto que el uso de la paparrucha (¡±noticia falsa y desatinada de un suceso¡±, define el DLE) y la mentira han contribuido. Pero lo que m¨¢s ha influido, acept¨¦moslo, es que el odio a la situaci¨®n generada por el virus nos ha dado el pretexto para radicalizarnos al radicarnos: no salir de nuestra casa nos ha encastillado en nuestras ideas, prisioneros de nuestro miedo y de nuestro rencor, volvi¨¦ndonos incapaces de ver m¨¢s all¨¢ del propio sesgo, m¨¢s all¨¢ de nuestro ¡°yo feroz¡±, por emplear la atinada f¨®rmula de Victor Hugo.
Por eso Anna Kar¨¦nina, en sus momentos m¨¢s tristes, piensa ¡°sobre el odio, ¨²nico sentimiento que une a los hombres¡±. Y por eso, porque hemos estado mal, porque un virus ha podido temporalmente con nuestra paciencia, hemos ca¨ªdo en el error. Como sociedad nos hemos enamorado del resentimiento, hemos odiado rom¨¢nticamente. Pero el mundo no es como lo ve Kar¨¦nina, ni la vida es s¨®lo virus, y deber¨ªamos ser conscientes y revertir la tensi¨®n, desanudar el conflicto afront¨¢ndolo de cara, descontractur¨¢ndolo como la rehabilitaci¨®n al m¨²sculo da?ado. Pero ?c¨®mo hacerlo?
Lo bueno de la filosof¨ªa es que nos presenta a una legi¨®n de personas ancianas y por eso entra?ables que pensaron antes, m¨¢s y mejor, de quienes podemos aprender. Una de ellas es Immanuel Kant, que nos ense?aba el camino en su Antropolog¨ªa: abstraer. La abstracci¨®n para ¨¦l consist¨ªa en una tarea tan sencilla como dif¨ªcil: intentar no ver los min¨²sculos defectos ajenos y observar a las ideas y las personas por elevaci¨®n, en conjunto. A su juicio, nada hay m¨¢s pernicioso para el trato social que ¡°fijar la atenci¨®n, incluso de modo involuntario, justamente en lo que hay de defectuoso en los dem¨¢s; el dirigir los ojos a un bot¨®n que falta en la casaca (¡) o a la mella, o a un defecto de pronunciaci¨®n habitual¡±. Frente a ese gatillo f¨¢cil de la cr¨ªtica, omnipresente en redes y en la opini¨®n p¨²blica, la soluci¨®n es abstraerse, contenerse y observar personas, conceptos y opiniones en globo, para apreciar su rica y necesaria diversidad. Porque apenas hace 15 a?os no odi¨¢bamos de forma tan rom¨¢ntica y gratuita; se odiaba, s¨ª, pero como deporte ocasional, de chascarrillo y barra de bar. Eran man¨ªas de proximidad, intrascendentes, asintom¨¢ticas. Por eso, no deber¨ªamos regresar a diciembre de 2019, sino volver afectivamente a 2009, a 1999 o a 1989, cuando los muros ca¨ªan. Esforz¨¢ndonos un poco en quitar hierro a los asuntos, desarrollando la paciencia y el afecto. Porque, como dice Kant, con cuyas palabras termino pues no es posible a?adirles nada, a veces ¡°no es s¨®lo justo, sino tambi¨¦n prudente apartar la vista de lo malo de los dem¨¢s (¡) pero esta facultad de abstraer es una fortaleza de ¨¢nimo que s¨®lo se logra adquirir mediante el ejercicio¡±.