La mala representaci¨®n
Nuestra ¨¦poca se caracteriza por la incapacidad de los partidos de plantear debates en torno a ideas y proyectos pol¨ªticos y por la vacuidad de unos liderazgos construidos para Instagram
Los partidos no son ya lugares de reflexi¨®n para articular propuestas pol¨ªticas. Esa actividad se desarrolla m¨¢s en los think tanks, pero no est¨¢n dirigidos a la acci¨®n pol¨ªtica real. Es el diagn¨®stico pesimista de la soci¨®loga Dominique Schnapper, quien alerta de la descomposici¨®n de los partidos tradicionales y del surgimiento paralelo de plataformas al estilo Macron, asociadas a una persona carism¨¢tica o a un movimiento, por lo general de insatisfacci¨®n, pero sin ning¨²n esp¨ªritu intelectua...
Los partidos no son ya lugares de reflexi¨®n para articular propuestas pol¨ªticas. Esa actividad se desarrolla m¨¢s en los think tanks, pero no est¨¢n dirigidos a la acci¨®n pol¨ªtica real. Es el diagn¨®stico pesimista de la soci¨®loga Dominique Schnapper, quien alerta de la descomposici¨®n de los partidos tradicionales y del surgimiento paralelo de plataformas al estilo Macron, asociadas a una persona carism¨¢tica o a un movimiento, por lo general de insatisfacci¨®n, pero sin ning¨²n esp¨ªritu intelectual orientado pol¨ªticamente. El da?o que la descomposici¨®n de los partidos est¨¢ generando, por ejemplo, en la democracia estadounidense, es paradigm¨¢tico: un sistema en larga ca¨ªda libre y que seguramente lo incapacita para monitorear los asuntos de pol¨ªtica internacional. El efecto lo vemos en su Corte Suprema, convertida hoy en una maquinaria de guerra ultra por la acci¨®n imp¨²dica de un Partido Republicano que subasta sus principios por puro af¨¢n de poder.
Mientras los pol¨ªticos se alejan de la sociedad para ser hombres y mujeres de aparato, bur¨®cratas del poder; mientras su realidad se reduce a rid¨ªculas guerras intestinas; mientras pierden la capacidad para mirar fuera y traducir a su electorado la complejidad de los cambios que se avecinan, si es que siquiera los ven, la sociedad encuentra otras formas de canalizar y visibilizar esta atm¨®sfera generalizada de desencanto pol¨ªtico. Por eso han sido esenciales las movilizaciones del #BlackLivesMatter, el #Metoo o el #FridaysForFuture, porque nos alertan sobre problemas sist¨¦micos de violencia racial o sexual, sobre la angustia creciente de muchos j¨®venes ante el inevitable advenimiento del nuevo r¨¦gimen clim¨¢tico.
En Espa?a, nuestro particular laboratorio de cambios se ha presentado de forma esperp¨¦ntica esta semana, con las elecciones de Castilla y Le¨®n y con la implosi¨®n de un PP que reserva a los suyos un lenguaje digno de los Corleone. Mientras, Vox crece haciendo nacionalismo con las ¡°regiones que no importan¡± y la izquierda se diluye en mil taifas localistas que acaso sean nuestros chalecos amarillos. La sensaci¨®n de no contar contribuye a su articulaci¨®n, pero tambi¨¦n el comportamiento de quienes convierten el Congreso, la casa de todos, en mera c¨¢mara territorial. Sucede cuando la negociaci¨®n presupuestaria no se aborda en t¨¦rminos de bien com¨²n, de gesti¨®n equitativa de los fondos europeos, no digamos ya de los intereses generales de Espa?a, sino como un bazar donde todos barren para casa, pidiendo apoyo a lenguas cooficiales¡ ?en Netflix! Ser¨¢ constitucional, leg¨ªtimo incluso, pero este cambalache nada tiene que ver con identificar problemas generales o soluciones a los muchos problemas del pa¨ªs. La era de la mala representaci¨®n se caracteriza por la incapacidad de los partidos de plantear debates en torno a ideas y proyectos pol¨ªticos, por la vacuidad de unos liderazgos construidos para Instagram. Aunque a veces, eso s¨ª, el vuelo de pu?ales nos mantenga la mar de distra¨ªdos.