C¨®mo Trump y los republicanos han transformado la justicia para agarrarse al poder
La confirmaci¨®n este lunes de su tercera juez en el Supremo es el colof¨®n de una estrategia del presidente y su partido para imponer su agenda conservadora durante a?os a trav¨¦s de los jueces
Fue uno de los puntales de la alianza del Partido Republicano con Donald Trump. Aceptar¨ªan su agenda, sus formas, su liderazgo estridente, a cambio de transformar juntos el Poder Judicial. Colocar¨ªan a un batall¨®n de fieles jueces conservadores, escogidos por grupos afines, en el circuito federal de apelaciones y en el Tribunal Supremo de Estados Unidos. La operaci¨®n les dar¨ªa un poder mucho mayor que el de un mandato presidencial de cuatro a?os.
En las ¨²ltimas tres d¨¦cadas, los republicanos solo han ganado el voto popular en una elecci¨®n presidencial (la reelecci¨®n de Bush hijo en 2004). Pocos esperan que lo consigan tampoco en las elecciones del pr¨®ximo 3 de noviembre. Pero, incluso si los dem¨®cratas ganan la presidencia y el Congreso, adem¨¢s del voto popular, como vaticinan los sondeos, los conservadores podr¨ªan neutralizar las reformas promovidas por la mayor¨ªa social. Los jueces cuidadosamente elegidos por Trump ya han empezado a transformar el ordenamiento jur¨ªdico del pa¨ªs en una direcci¨®n m¨¢s conservadora, en temas como inmigraci¨®n, cambio clim¨¢tico, aborto, derechos electorales o control de armas, alejando el esp¨ªritu de las leyes del sentir de la mayor¨ªa de los estadounidenses.
El premio gordo es la confirmaci¨®n de Amy Coney Barrett para juez del Supremo, que se producir¨¢ con toda seguridad este lunes, cuando la aprueben por mayor¨ªa simple los republicanos en el pleno del Senado. Es la tercera juez que el presidente Trump mete en el Supremo en cuatro a?os. Un r¨¦cord para un solo mandato presidencial.
Pero no es m¨¢s que la punta del iceberg. En solo cuatro a?os, Trump ha nombrado 163 jueces de distrito y 53 del circuito de apelaciones, instancias en las que se resuelve la inmensa mayor¨ªa de los casos de la justicia federal. Uno de cada tres magistrados del Supremo, y casi la misma proporci¨®n de los 179 jueces de esa instancia previa, han sido puestos ah¨ª por Trump. Hay 35 m¨¢s pendientes de confirmaci¨®n en el Senado. Obama, en el doble de tiempo, en dos mandatos, pudo nombrar dos jueces del Supremo y 55 del circuito de apelaciones.
Durante el mandato de Trump, la t¨®nica en el Capitolio ha sido el bloqueo. Apenas ha habido legislaci¨®n de calado y el presidente ha gobernado a golpe de ¨®rdenes ejecutivas. Pero los senadores no han estado de brazos cruzados. Han seguido adelante, sin mucho ruido, con su tarea, prioritaria al menos desde 2017, de transformar el poder judicial. Solo en el mes de septiembre, en medio de una pandemia, han colocado una docena de jueces.
Parte de la culpa es de los dem¨®cratas. Tradicionalmente, la confirmaci¨®n en la C¨¢mara alta de jueces de apelaciones requer¨ªa una mayor¨ªa cualificada de 60 de los 100 senadores. Pero en 2013, para sortear la obstrucci¨®n de la minor¨ªa republicana liderada por Mitch McConnell, cambiaron el reglamento para que bastara una mayor¨ªa simple. En las legislativas de 2014 los republicanos retomaron la mayor¨ªa en el Senado, y bloquearon los nombramientos de jueces de Obama. Lo m¨¢s sonado fue su negativa siquiera a considerar en 2016 al candidato nombrado por el presidente dem¨®crata para cubrir una vacante en el Supremo, alegando que no deb¨ªa hacerse en a?o electoral. Faltaban diez meses para las elecciones. Cuatro a?os despu¨¦s, los republicanos se disponen este lunes a confirmar, tras un proceso expr¨¦s, a una magistrada del Supremo a ocho d¨ªas de las elecciones.
El bloqueo de McConnell fue casi total. Tanto que Obama dej¨® 103 vacantes en los tribunales federales adem¨¢s de un asiento libre en el Supremo. Cuando los republicanos volvieron a la Casa Blanca, utilizaron esa mayor¨ªa simple de senadores introducida por los dem¨®cratas para poner a todo gas la m¨¢quina de nombramientos.
Dos de cada tres jueces nombrados por Trump son varones blancos, seg¨²n un estudio de The New York Times, frente a uno de cada tres de los nombrados por Obama. Todos comparten s¨®lidas credenciales conservadoras. Al menos siete de ellos han trabajado en la campa?a de Trump o en su Administraci¨®n. Y todos salvo ocho tienen v¨ªnculos con la Sociedad Federalista, poderos¨ªsima organizaci¨®n de juristas conservadores y libertarios que aboga por una interpretaci¨®n textual y originalista de la Constituci¨®n, cuyas posturas en los principales temas sociales son marginales respecto a las del conjunto del pa¨ªs. ¡°Hemos visto c¨®mo nuestras posturas marginales, posturas que en el pasado habr¨ªan limitado las opciones de alguien de ser considerado para la judicatura federal, han pasado a ser el centro de la conversaci¨®n¡±, dijo un exconsejero de Trump, seg¨²n el Times, en una ponencia en la ¨²ltima convenci¨®n anual de la sociedad.
El sentido de que los cargos sean vitalicios es blindar la independencia pol¨ªtica de los jueces, liberarlos de la obediencia al partido del presidente que los ha nombrado, para que puedan ejercer sin presiones su papel de int¨¦rpretes neutrales de la Constituci¨®n y las leyes. El problema es que ya no es as¨ª. La necesidad de una mayor¨ªa cualificada obligaba a los presidentes a buscar candidatos de consenso, que pudieran tener votos del partido rival, pero ahora se trata de un juego en el que el partido que controla el Senado confirma los jueces propuestos por su presidente y bloquea los propuestos por un presidente del partido rival.
Argumento electoral
Trump ha roto muchas convenciones en su presidencia, y su manera de entender la judicatura, su desacomplejada politizaci¨®n de la justicia, es una de ellas. A menudo ha hablado de los jueces como agentes del presidente que los nombr¨® (se refiere a ¡°un juez de Obama¡±, por ejemplo) y utiliza abiertamente el nombramiento de jueces como un argumento electoral, en vez de como un deber constitucional de la presidencia. Se present¨® a presidente con la promesa de transformar la judicatura con jueces conservadores. Los sondeos a pie de urna revelaron que, para muchos republicanos, el Tribunal Supremo fue ¡°el factor m¨¢s importante¡± en su voto.
Los dem¨®cratas, si llegan al poder, se ver¨¢n tentados a seguir el mismo manual. Algunos van m¨¢s all¨¢ y abogan por aumentar el n¨²mero de sillas, en el Supremo e incluso en el circuito de apelaciones, para neutralizar el impacto de los jueces de Trump. Desde 1869 el Supremo lo componen nueve magistrados, pero el n¨²mero no est¨¢ en la Constituci¨®n, de modo que una nueva mayor¨ªa dem¨®crata podr¨ªa alterarlo. Ser¨ªa una medida dram¨¢tica, que hoy por hoy no goza del apoyo mayoritario de los ciudadanos, pero para muchos ser¨ªa la ¨²nica manera de poder gobernar para la mayor¨ªa si el muro judicial conservador impide a los dem¨®cratas implementar leyes que no gustan a la minor¨ªa republicana.
Tras esquivar el tema durante buena parte de la campa?a, el candidato presidencial dem¨®crata, Joe Biden, anunci¨® la semana pasada que, si sale elegido, establecer¨¢ una comisi¨®n bipartidista de acad¨¦micos para estudiar diferentes maneras de reformar el Poder Judicial.
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