Seguiremos hasta que la dignidad se haga costumbre
Los gestos simb¨®licos del nuevo Gobierno de Chile apuntan a un reconocimiento de las mujeres, las disidencias sexuales y los pueblos ind¨ªgenas. Pero no bastan si no van acompa?ados de una pol¨ªtica econ¨®mica
Las vueltas y revueltas de la realidad o de las realidades en Chile han sido vertiginosas. Como escritora, me ha parecido semejante a la trama de un libro, pleno de suspenso, porque el tiempo fue acumulando de manera fragmentaria un conjunto de se?as, signos, zonas en conflicto, porciones de malestar, evidencia de sufrimiento social, exclusiones marcadas por la ira. Los criterios para medir el curso del pa¨ªs se transformaron en meras cifras que inclu¨ªan, de manera segmentada, al conjunto de...
Las vueltas y revueltas de la realidad o de las realidades en Chile han sido vertiginosas. Como escritora, me ha parecido semejante a la trama de un libro, pleno de suspenso, porque el tiempo fue acumulando de manera fragmentaria un conjunto de se?as, signos, zonas en conflicto, porciones de malestar, evidencia de sufrimiento social, exclusiones marcadas por la ira. Los criterios para medir el curso del pa¨ªs se transformaron en meras cifras que inclu¨ªan, de manera segmentada, al conjunto de la ciudadan¨ªa. La pobreza fue enfrentada mediante un siempre insuficiente asistencialismo. La vida sostenida d¨ªa a d¨ªa, mediante trabajos informales, se multiplic¨®. La creciente desigualdad era apenas un detalle que formaba parte del modelo neoliberal ultra intensificado. El cr¨¦dito, la deuda y sus intereses defin¨ªan una categor¨ªa de clase, fundamentalmente la pertenencia a una ultra precaria clase media, donde el salario estaba destinado enteramente a pagar los sitios crediticios: bancos, tiendas de retail, automotoras que certificaban pertenencias. Dicho de otra manera, el cuerpo mismo estaba hipotecado a las diversas compa?¨ªas, un cuerpo exhausto por los intereses que lo carcom¨ªan, no en una (feliz) democratizaci¨®n del consumo como pregonaban los discursos sustentadores del neoliberalismo, sino para garantizar el enriquecimiento asombroso y hasta cierto punto est¨²pido y carente de sentido del 1% de la poblaci¨®n. Los intereses de la deuda se establecieron como condici¨®n de vida. Quiero enfatizar que deuda proviene etimol¨®gicamente del lat¨ªn d¨¦bita que significa: tener sin tener.
La inoculaci¨®n del consumismo, la sospecha en torno a la gratuidad, la degradaci¨®n de la educaci¨®n p¨²blica, la salud tambi¨¦n enteramente sobrepasada en largas listas de espera, la falta de viviendas, la precarizaci¨®n del trabajo, la delincuencia encabezada por el narcotr¨¢fico, la segregaci¨®n, el elitismo de los barrios acomodados, el maltrato, la situaci¨®n subsidiaria de las regiones, la organizaci¨®n del pueblo mapuche en resistencia, las mujeres y las asimetr¨ªas, estallaron en una misma frecuencia el 2019 rompiendo el espejismo de ¨¦xito del modelo depredador.
El estallido masivo, persistente, multifocal, gener¨® muertos, heridos, miles de presos, abusos sexuales, que marcaron una estela de m¨²ltiples atropellos a los derechos humanos por parte de una polic¨ªa desenfrenada. El presidente Sebasti¨¢n Pi?era y la derecha, para sortear su ca¨ªda, debieron aceptar la escritura de una nueva Constituci¨®n. Fue aprobada con una mayor¨ªa aplastante. Pero la covid, y su ferocidad, repuso el disciplinamiento. En pocos meses se revirti¨® la situaci¨®n pol¨ªtica. La ultraderecha mostr¨® su presencia y, pese a que perdi¨® la presidencia, mantiene una latencia peligrosa, que es visible no solo en Chile sino en parte importante del mundo Occidental.
El presidente Gabriel Boric hoy encabeza el gobierno chileno. Es joven, 36 a?os, representa el signo y el s¨ªmbolo de los nuevos paradigmas emancipatorios que lideran una parte de los imaginarios sociales locales e internacionales. Se trata de una experiencia pol¨ªtica que garantiza reconocimiento identitario a cuerpos y territorios. Precisamente la tarea del reconocimiento de la diversidad, forma parte fundamental de la propuesta. Como se?al de este ¨ªmpetu, el gobierno se defini¨® como feminista para pensar equilibrios en la zona hist¨®ricamente m¨¢s desigual del mapa social: las mujeres. Los gestos simb¨®licos apuntan en esa direcci¨®n, pues la conformaci¨®n del gabinete ministerial cuenta con mayor¨ªa de mujeres. Y en su interior existen representantes de disidencias sexuales. El reconocimiento a los pueblos originarios es una tarea planteada como primordial, que requiere di¨¢logos, generar puntos de encuentros, romper la estigmatizaci¨®n, recuperar tierras, respetar sus horizontes de vida, validar su historia.
Desde luego, el reconocimiento es prioritario, pero para que ese reconocimiento adquiera poder y potencia, se necesitan pol¨ªticas que apunten a una econom¨ªa redistributiva que establezca un nuevo mapa que nivele la desigualdad. No basta el reconocimiento si no va acompa?ado de una pol¨ªtica econ¨®mica que equilibre las diferencias en el interior de las diferencias. Efectivamente, un gobierno que se autorepresenta como feminista requiere una arquitectura de largo plazo para alcanzar la democratizaci¨®n de los cuerpos y horadar as¨ª las estrategias m¨²ltiples que permiten la dominaci¨®n de g¨¦nero. Las mujeres son las pobres entre los pobres, h¨ªpermaternalizadas, culpables de su pobreza, atadas a la reproducci¨®n.
Pienso que ser¨¢ compleja o muy compleja la tarea en la medida que el proyecto necesita limitar el modelo neoliberal. La nueva Constituci¨®n apunta precisamente a establecer frenos ante los excesos y ahora mismo es vigilada y cuestionada de modo permanente. Sin embargo, ser¨ªa equivocado no entender el funcionamiento de la hegemon¨ªa, las diversas estrategias de dominaci¨®n, la captura de los imaginarios, la inoculaci¨®n del miedo a perder lo que no se tiene. Incluso la soberan¨ªa del narcotr¨¢fico en las poblaciones vulnerables puede ser pensada desde esta esfera.
Pero, me permito mantener siempre un horizonte ut¨®pico o semi ut¨®pico o realista fundado en la certeza de la fuerza de las comunidades, pienso en el cine de Aki Kaurismaki, que, desde la ficci¨®n, elabora una po¨¦tica consistente ante el debilitado acontecer y deposita en los otros la gran fortaleza de la resistencia. Esa uni¨®n comunitaria que est¨¢ impresa, m¨¢s all¨¢, mucho m¨¢s all¨¢ del individualismo, en cuerpos que se amparan unos a otros, que pese a sus diferencias o bien, por sus diferencias, se entienden y se potencian.
El nombre del eje del gobierno de Gabriel Boric se llama: Apruebo Dignidad. Sabemos que el nombre es sustantivo. Y siguiendo la l¨ªnea del gobierno y el estallido que lo posibilit¨®, pienso que: ¡°Seguiremos hasta que la dignidad se haga costumbre¡±.
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