El rat¨®n

Al afeitarme frente al espejo, veo en mis ojos una mirada que no reconozco como m¨ªa. Es la mirada de alguien que me habita y que no soy yo. En casa tenemos desde hace meses un rat¨®n al que no logramos dar caza. Sabemos de su existencia por sus cacas, min¨²sculas como perdigones, y porque roe las galletas que olvidamos guardar en el armario. Vive con nosotros sin ser nosotros. De un modo parecido vive en m¨ª ese extra?o que se aprovecha de mis ojos para asomarse a la realidad, de mis o¨ªdos para escuchar lo que sucede fuera, y hasta de mi boca para hablar. A veces me oigo decir cosas que no he pensado, incluso con las que no estoy de acuerdo. ?Por qu¨¦ las digo entonces? Porque no soy yo el que habla, sino el otro, del mismo modo que es con frecuencia el otro el que golpea las teclas del ordenador o el que tira de la cadena, y el otro el que huele el vino de la comida y la fruta de la merienda, y el otro el que me obliga a salir a caminar para respirar el aire del parque, muy h¨²medo estos d¨ªas, por la lluvia.

En ocasiones, permanezco quieto, en silencio, al objeto de escuchar su deambular por mi interior, para averiguar en qu¨¦ v¨ªscera se aloja. Pero cuando yo me detengo, ¨¦l se queda quieto tambi¨¦n, lo mismo que la sombra al detenerse el cuerpo. Hay noches en las que sue?o sus sue?os, en lugar de los m¨ªos, y me levanto aturdido y agotado, como si en vez de descansar, hubiera estado viviendo la existencia de otro. Ya no s¨¦ si su sed es la m¨ªa ni si mi hambre es la suya ni si leo o voy al cine o me masturbo para ¨¦l o para m¨ª. Cada d¨ªa, ocupa m¨¢s sitio y yo menos, de manera que ahora, cuando ¨¦l se afeita frente al espejo, soy yo el que se asoma a trav¨¦s de sus ojos para ver qu¨¦ ocurre ah¨ª afuera; yo, el que utiliza sus o¨ªdos; yo, el que juega con su tacto y con su olfato y con su gusto. Yo soy el rat¨®n de este cuerpo.