Regatear en Sanxenxo
El comportamiento del rey em¨¦rito impide que regrese a sus antiguas condiciones de vida en sus visitas a Espa?a
La presencia de Juan Carlos I este viernes en la regata de Sanxenxo ha abierto el debate sobre la gesti¨®n de sus viajes a Espa?a. Desde hace casi dos a?os mantiene su residencia en Abu Dabi, a instancias de la Casa del Rey. No hay ya raz¨®n legal o jur¨ªdica alguna que impida al rey em¨¦rito viajar a Espa?a, pero existe un...
La presencia de Juan Carlos I este viernes en la regata de Sanxenxo ha abierto el debate sobre la gesti¨®n de sus viajes a Espa?a. Desde hace casi dos a?os mantiene su residencia en Abu Dabi, a instancias de la Casa del Rey. No hay ya raz¨®n legal o jur¨ªdica alguna que impida al rey em¨¦rito viajar a Espa?a, pero existe un reguero de razones de car¨¢cter ¨¦tico que explican el revuelo que ha causado la noticia de su viaje. Los decretos de archivo que hizo p¨²blicos la Fiscal¨ªa del Tribunal Supremo en marzo significaban el final de la v¨ªa judicial iniciada contra ¨¦l, pero, a la vez, abrieron a la ciudadan¨ªa el acceso a un relato pormenorizado de comportamientos de Juan Carlos I que bordean la legalidad o incurren abiertamente en la ilegalidad. La inviolabilidad que le asigna la Constituci¨®n, la prescripci¨®n de los delitos y la regularizaci¨®n tard¨ªa de su situaci¨®n fiscal no impidieron que en los decretos de archivo quedaran expuestas conductas incompatibles con el est¨¢ndar m¨ªnimo de ejemplaridad exigible a quien fue durante casi 40 a?os jefe del Estado.
Nada de eso invita precisamente a banalizar el hecho de que vuelva a territorio espa?ol. La Moncloa ha rechazado, con razones de peso, la posibilidad de que pudiera alojarse en La Zarzuela en su visita a Felipe VI, acordada por tel¨¦fono el domingo: no solo es la residencia privada del Rey y de su familia, sino la sede de la Jefatura del Estado y de una Casa cuyo jefe ha proclamado la exigencia de ¡°una conducta ¨ªntegra, honesta y transparente¡± desde su mismo discurso de proclamaci¨®n en 2014. Parece que Juan Carlos I no ha llegado a interiorizar la gravedad de su comportamiento: la petici¨®n de perd¨®n ante las c¨¢maras que realiz¨® tras su accidente en un safari en 2012 qued¨® diluida en el recuerdo tras conocer el trasiego internacional de millones de euros y las regularizaciones fiscales que se vio obligado a hacer. Volver de regatas a Sanxenxo como har¨ªa cualquier otro a?o revela un agudo desenfoque sobre el deterioro de su imagen p¨²blica, y en alguna medida de la misma instituci¨®n, por su conducta antes y despu¨¦s de la abdicaci¨®n en 2014.
Tras el archivo de las investigaciones de la Fiscal¨ªa, el rey em¨¦rito anunci¨® a su hijo ¡ªy el mi¨¦rcoles ratific¨®¡ª que en sus viajes a Espa?a residir¨¢ ¡°en ¨¢mbitos de car¨¢cter privado para continuar disfrutando de la mayor privacidad posible¡±. El ofrecimiento de un antiguo amigo de alojar a Juan Carlos I en su propia casa en Sanxenxo ¡ªcon la entusiasta adhesi¨®n del alcalde de la localidad y la activaci¨®n de las medidas de seguridad correspondientes¡ª resuelve una complicada papeleta tanto ¨¦tica como pol¨ªtica e institucional. Ser¨ªa inaceptable cualquier otra soluci¨®n que no viniera del entorno amistoso o familiar ajeno a La Zarzuela. El precio jur¨ªdico que Juan Carlos I pag¨® por las irregularidades conocidas fue muy ben¨¦volo, pero la valoraci¨®n ¨¦tica de su conducta sigue siendo la misma. Es ese juicio de una parte importante de la poblaci¨®n el que le impide regresar a sus antiguas condiciones de vida. Fue un jefe de Estado que dilapid¨® por su cuenta el cr¨¦dito que de forma masiva la ciudadan¨ªa le otorg¨® durante muchos a?os. Hoy sigue seriamente da?ado y los espa?oles no han escuchado todav¨ªa ni explicaciones ni disculpas.