Juancarlismo anacr¨®nico
La visita del rey em¨¦rito ha incumplido las normas ¨¦ticas que el jefe del Estado impuso a los miembros de la Casa del Rey
La visita privada del rey em¨¦rito a Felipe VI en La Zarzuela ayer culmina un desgraciado viaje de Juan Carlos I tanto a Espa?a como, en realidad, al pasado de un pa¨ªs que apenas existe ya. Su estancia de cuatro d¨ªas en Sanxenxo ha buscado una espectacularidad y una sobreexposici¨®n medi¨¢tica muy alejada de la discreci¨®n que La Zarzuela hab¨ªa pedido. La pretendida naturalidad del rey em¨¦rito no oculta las informaciones ampliamente difundidas sobre su comportamiento mie...
La visita privada del rey em¨¦rito a Felipe VI en La Zarzuela ayer culmina un desgraciado viaje de Juan Carlos I tanto a Espa?a como, en realidad, al pasado de un pa¨ªs que apenas existe ya. Su estancia de cuatro d¨ªas en Sanxenxo ha buscado una espectacularidad y una sobreexposici¨®n medi¨¢tica muy alejada de la discreci¨®n que La Zarzuela hab¨ªa pedido. La pretendida naturalidad del rey em¨¦rito no oculta las informaciones ampliamente difundidas sobre su comportamiento mientras fue monarca, y tambi¨¦n cuando dej¨® de serlo tras la abdicaci¨®n en su hijo en 2014. Su entorno amistoso en Sanxenxo creer¨¢ que ha sido leal con ¨¦l, pero lo ha sido muy poco con el titular de la Corona, el jefe del Estado que estableci¨® unas reglas ¨¦ticas para los miembros de su familia, incumplidas en esta visita. La Casa del Rey no ha querido ocultar su incomodidad, pero el anuncio unilateral de un pr¨®ximo viaje a Sanxenxo a mediados de junio tiene ya resonancias de desaf¨ªo del padre al hijo. Retar la autoridad de Felipe VI como jefe de la Casa del Rey bordea la desobediencia de forma inconsecuente con los propios valores que Juan Carlos I y sus aplaudidores dicen defender. Tampoco hay por qu¨¦ descartar que estos d¨ªas de ocio hayan sido la respuesta aplazada de Juan Carlos a las medidas profil¨¢cticas que adopt¨® Felipe VI al prohibirle residir en La Zarzuela y retirarle su asignaci¨®n econ¨®mica.
M¨¢s dif¨ªcil a¨²n de explicar es que el PP ignore las condiciones que impuso a su padre quien hoy encarna el orden constitucional espa?ol, Felipe VI, y haya acogido la visita del exmonarca sin menci¨®n alguna a su conducta: la comprensi¨®n por la dimensi¨®n humana del viaje no excluye la valoraci¨®n de un comportamiento impropio. El desenfreno juancarlista que ha exhibido exuda pleites¨ªa y escora inevitablemente a la figura del rey em¨¦rito hacia las zonas m¨¢s destempladas de la derecha espa?ola. Es posible que Juan Carlos siga sin entender por qu¨¦ y de qu¨¦ se le piden explicaciones. Pero es menos cre¨ªble que tanto su entorno como Alberto N¨²?ez Feij¨®o o Santiago Abascal ignoren la causa que tiene pendiente en Londres por acoso a su antigua amante Corinna Larsen con el objeto, seg¨²n ella, de hacerle devolver los 65 millones de euros que le hab¨ªa regalado, o que ignoren las dos regularizaciones fiscales que hizo que implican una previa ocultaci¨®n de dinero a la Hacienda p¨²blica, o que ignoren la ruptura del c¨®digo ¨¦tico que impuso Felipe VI en su Casa al usar Juan Carlos I un car¨ªsimo jet privado por dadivosa generosidad del emir de Emiratos ?rabes Mohamed bin Zayed. La frivolidad de Feij¨®o al obviar estos condicionantes equivale a validar una conducta reprobable y a despreciar los esfuerzos de Felipe VI por trasladar a la Corona los niveles de transparencia y exigencia democr¨¢tica del siglo XXI. La permisividad entusiasta que la derecha y la extrema derecha expresan hacia el rey em¨¦rito politiza la Monarqu¨ªa y divide a la sociedad espa?ola.
El enrocamiento de su padre ha dejado a Felipe VI sin otro margen de maniobra que un gesto de autoridad que restituya la dignidad de su Casa ante unos ciudadanos perplejos por la sensaci¨®n de ser tratados como menores de edad, teniendo en cuenta adem¨¢s que la seguridad del viaje para regatear corre por cuenta del erario. El Gobierno pidi¨® p¨²blicamente explicaciones a Juan Carlos I y la respuesta de este a una periodista roz¨® el sarcasmo al borde de una carcajada televisada. Ahora deber¨¢n ser tanto La Zarzuela como La Moncloa los que dise?en una estrategia para impedir que se repita el espect¨¢culo divisivo de un rey em¨¦rito que surfea al jefe del Estado, al Gobierno y a la propia ciudadan¨ªa.