La Casa del Rey teme el da?o que pueda causar a la Corona un em¨¦rito ¡°fuera de control¡±
La Zarzuela quer¨ªa una visita discreta y austera, pero la conducta de Juan Carlos I se da de bruces con su c¨®digo ¨¦tico
La primera visita de Juan Carlos I a Espa?a desde que se expatri¨® en Abu Dabi, hace ya casi dos a?os, est¨¢ resultando un quebradero de cabeza para la Casa del Rey, que teme el da?o que la conducta del anterior jefe del Estado pueda estar causando a la imagen de la instituci¨®n, seg¨²n fuentes gubernamentales.
Felipe VI impuso a su padre una ¨²nica condici¨®n para su estancia en Espa?a: que no pernoctara en el Palacio de la Zarzuela. Fue una exigencia de La Moncloa, que alega que el palacio no es solo la residencia de la Familia Real espa?ola, sino tambi¨¦n la sede de la Jefatura del Estado. Don Juan Carlos ha cumplido este requisito pero, en todo lo dem¨¢s, ha hecho su propia voluntad y el eco que est¨¢ teniendo su estancia en el pa¨ªs es justo el contrario del que pretend¨ªa La Zarzuela.
La Casa del Rey no quer¨ªa, como exige el Gobierno, que el anterior monarca ofreciera explicaciones o pidiera disculpas por los delitos que presuntamente cometi¨®, seg¨²n los autos de la Fiscal¨ªa del Supremo que archivaron las diligencias abiertas por estar ya prescritos, amparados por la inmunidad de la que gozaba como jefe del Estado o neutralizados por las sucesivas regularizaciones. S¨ª quer¨ªa, en cambio, que la primera visita a su patria fuera discreta y austera, justificada por alguna motivaci¨®n que el conjunto de la sociedad pudiera entender e incluso empatizar, como un chequeo m¨¦dico ¨Cdon Juan Carlos se someti¨® en 2019 a una intervenci¨®n a coraz¨®n abierto en la que se le implantaron tres bypass¡ª o una reuni¨®n familiar.
Lejos de eso, ha vuelto para asistir a unas regatas, rodeado de sus amigos, de cientos de c¨¢maras y de incondicionales que lo han vitoreado y jaleado. La llegada del rey em¨¦rito al aeropuerto de Vigo se ha retransmitido en directo por varias cadenas como si fuera un acontecimiento hist¨®rico o una visita de Estado y el Real Club N¨¢utico se ha convertido en escenario de una romer¨ªa de curiosos e improvisado plat¨® de televisi¨®n.
Dos bandos irreconciliables
Lo peor, sin embargo, para el futuro de la Monarqu¨ªa es que la visita ha dividido a los partidos pol¨ªticos en dos bandos irreconciliables, entre quienes disculpan cualquier acto ilegal que haya podido cometer don Juan Carlos bajo el paraguas de la inviolabilidad y quienes descalifican a la Corona por los comportamientos personales de su antiguo titular. Para una instituci¨®n que aspira a representar a todos los espa?oles no hay pendiente m¨¢s peligrosa que su identificaci¨®n con una parte.
Tampoco se entiende que lo primero que hiciera el rey em¨¦rito tras poner pie en Espa?a no fuera presentarse en la Zarzuela para saludar y ponerse a las ¨®rdenes de Felipe VI. No solo porque es el jefe del Estado, sino tambi¨¦n el jefe de la Casa de Borb¨®n y de la Familia Real, de la que Juan Carlos I forma parte. Lejos de eso, se march¨® directamente a Sanxenxo y solo el lunes, antes de regresar a Emiratos, pasar¨¢ por la Zarzuela, seg¨²n inform¨® la Casa del Rey en un comunicado.
La excusa que impl¨ªcitamente ha dado la Jefatura del Estado para justificar que Juan Carlos I anteponga sus aficiones n¨¢uticas al cumplimiento de sus obligaciones institucionales es la ausencia de la reina Sof¨ªa, que esta semana se encontraba en Miami (Estados Unidos), participando en los actos conmemorativos del 500 aniversario de la primera circunnavegaci¨®n del globo, y no regresa hasta este domingo. Nada hubiera costado, sin embargo, coordinar las agendas de los dos reyes em¨¦ritos.
No menos preocupante ha sido que, existiendo vuelos directos entre Dub¨¢i y Madrid (tanto el jueves, cuando lleg¨®, como el lunes, cuando se marcha), Juan Carlos I haya preferido viajar en un jet privado. Se trata de un Gulfstream G-450 con bandera de Aruba (Antillas holandesas) propiedad de una compa?¨ªa angole?a de alquiler de aviones de negocios. No se ha informado de qui¨¦n ha pagado ese vuelo, cuyo coste asciende a decenas de miles de euros, pero supone un incumplimiento flagrante del c¨®digo ¨¦tico de la Familia Real, que proh¨ªbe a sus miembros aceptar regalos ¡°que superen los usos habituales, sociales o de cortes¨ªa¡±.
El rey em¨¦rito ya tuvo que pagar, en febrero de 2021, 4,4 millones a Hacienda para regularizar precisamente los vuelos en aviones privados que le financi¨® la Fundaci¨®n Zagatka, que se consideraron pagos en especie. Ahora no se plantea esa cuesti¨®n, ya que Juan Carlos I tiene residencia fiscal en Emiratos ?rabes Unidos (EUA) y ni siquiera tributa en Espa?a. Pero la situaci¨®n no es menos grave, pues entonces se sab¨ªa que los vuelos los sufragaba su primo ?lvaro de Orleans y ahora se desconoce qui¨¦n los paga.
En realidad, la vida del rey em¨¦rito en Abu Dabi, como invitado del emir Mohamed bin Zayed, se da de bruces con los principios de ejemplaridad y probidad que Felipe VI ha querido imponer desde el inicio de su reinado en la Familia Real, cuyo miembro m¨¢s veterano es Juan Carlos I.
Las fuentes consultadas creen que el rey em¨¦rito no es consciente del da?o que su conducta hace a la imagen de la Corona. Con 84 a?os, apuntan fuentes gubernamentales, se comporta a veces como un adolescente caprichoso. No tiene conciencia de haber actuado mal y siente que ha sido tratado injustamente, un sentimiento alimentado por quienes se presentan como sus amigos. Fuentes del entorno del rey em¨¦rito alegan, en cambio, que ha hecho ¡°lo que se le dijo¡± (tras unas negociaciones a tres bandas entre Zarzuela, Moncloa y Juan Carlos I) y que la expectaci¨®n generada por su presencia en Sanxenxo es algo que f¨¢cilmente se pod¨ªa haber previsto de antemano.
En la Casa del Rey parecen haber asumido que don Juan Carlos est¨¢ ¡°fuera de control¡±, seg¨²n fuentes gubernamentales, y se limitan a marcar distancias. Ya han advertido que el encuentro del lunes en La Zarzuela con Felipe VI y la reina Sof¨ªa (al que no se sabe si asistir¨¢n su nuera, la reina Letizia, y su nieta, la infanta Sof¨ªa) tiene car¨¢cter estrictamente privado. No figura en la agenda p¨²blica de la Casa del Rey y no se ha anunciado cobertura informativa, pero ning¨²n acto oficial del Rey ha despertado tanta expectaci¨®n en mucho tiempo.
De los antiguos presidentes del Gobierno se dice que son como jarrones chinos: nadie sabe d¨®nde colocarlos para que no estorben ni se rompan. Pero el exjefe del Estado no se est¨¢ quieto en un rinc¨®n: en menos de un mes, del 10 al 19 de junio, tiene previsto regresar a Sanxenxo para la copa del mundo de su categor¨ªa de veleros.
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