La politizaci¨®n de la Monarqu¨ªa
Si la instituci¨®n quiere sobrevivir a largo plazo, es probable que deba realizar un gran esfuerzo en dos direcciones: alejarse decididamente de la imagen de impunidad del rey em¨¦rito y atraer a un electorado culturalmente liberal
La pol¨¦mica vuelta del rey em¨¦rito evidencia la polarizaci¨®n de la sociedad con respecto a la instituci¨®n de la Monarqu¨ªa. ?Puede sobrevivir la Corona ante la p¨¦rdida de la transversalidad? La Monarqu¨ªa ha sido tradicionalmente una de las instituciones mejor valoradas por los espa?oles. Sin embargo, m¨¢s que poseer una devoci¨®n por la realeza, la sociedad espa?ola ha aceptado pasivamente la instituci¨®n por dos razones principales: por un lado, por el rol que tuvo durante la Transici¨®n y, por otro, debido al gran consenso medi¨¢tico y pol¨ªtico que dejaba fuera del debate pol¨ªtico a la Corona. Este ¡°consenso permisivo¡± se rompi¨® a causa de los casos de corrupci¨®n de Urdangarin y de Juan Carlos I, incrementado por la impunidad de la que este ¨²ltimo parece disfrutar.
Sin embargo, los problemas de la Monarqu¨ªa espa?ola vienen de lejos y no solo se deben a cuestiones coyunturales. La p¨¦rdida de apoyo a la Monarqu¨ªa no ha sido homog¨¦nea entre la poblaci¨®n, sino que, como explica Llu¨ªs Orriols, la instituci¨®n vive una triple crisis ideol¨®gica, territorial y generacional. Los votantes de izquierda, los m¨¢s j¨®venes y los catalanes, navarros y vascos eval¨²an negativamente a la instituci¨®n. Es decir, se ha politizado con base en un eje cultural: aquellos con posiciones culturales m¨¢s liberales ya no solo no aceptan pasivamente a la instituci¨®n, sino que se oponen a ella decididamente. Por su parte, los m¨¢s conservadores en cuestiones culturales han salido en defensa del rey em¨¦rito con aplausos a su llegada y volviendo a publicar en redes v¨ªdeos en los que se repite: ¡°?Viva el rey!¡±. La cl¨¢sica posici¨®n de aquellos que no eran mon¨¢rquicos convencidos, pero a los que no les importaba la continuidad de la Corona es cada vez menos com¨²n.
Los partidos no solo se han hecho eco de esta politizaci¨®n, sino que la han profundizado, especialmente las formaciones en los extremos. Vox parece decidido a poner el foco de su discurso sobre el rey, especialmente en su car¨¢cter de s¨ªmbolo de unidad nacional. Santiago Abascal, por ejemplo, termin¨® con un ¡°?Viva el Rey! ?Viva Espa?a!¡± la manifestaci¨®n que convoc¨® en 2019 bajo el lema ¡°Espa?a existe¡±. M¨¢s recientemente, el partido ultra ha defendido su vuelta como algo de ¡°absoluta normalidad¡±. Es muy probable que la identificaci¨®n de la Corona con la Constituci¨®n y con la unidad de Espa?a tenga como consecuencia que cualquier cr¨ªtica al rey sea considerada como un ataque a la naci¨®n espa?ola y a su Ley Fundamental. En este sentido, Feij¨®o afirm¨® que los cr¨ªticos con el rey em¨¦rito solo lo hacen ¡°como coartada para erosionar la Constituci¨®n espa?ola y la jefatura del Estado¡±. Es decir, que el PP tambi¨¦n se ha visto obligado a abandonar su tradicional estrategia de no involucrarla en asuntos pol¨ªticos para pasar a defenderla expl¨ªcitamente en los mismos t¨¦rminos que la extrema derecha.
Por su lado, Unidas Podemos tiene incentivos para politizar este debate, puesto que a la izquierda radical no le suele ir bien electoralmente tras pertenecer como socio minoritario a un Ejecutivo de coalici¨®n. Sin embargo, la lucha contra la corrupci¨®n y contra el establishment institucional son claramente elementos de los que Podemos ha hecho bandera. En este contexto, al conectar la Monarqu¨ªa con la corrupci¨®n, podr¨ªa buscar diferenciarse de los socialistas, enarbolando la bandera de la rep¨²blica en un momento en el que electorado de izquierdas est¨¢ cada vez menos identificado con la Corona.
El PSOE es el actor crucial en este escenario. Aunque tradicionalmente ha sido un partido mon¨¢rquico, una defensa de la Monarqu¨ªa ante un caso claro de corrupci¨®n le devolver¨ªa la imagen de viejo partido de la que trata de huir y alienar¨ªa a buena parte de su electorado, que no es favorable a la Monarqu¨ªa. Las divisiones de su electorado se reflejan tambi¨¦n entre sus dirigentes, como muestra la petici¨®n de explicaciones al rey em¨¦rito de Isabel Rodr¨ªguez o la advertencia de Emiliano Garc¨ªa-Page de ¡°cebarse¡± contra Juan Carlos I. Los socialistas enfatizan el mensaje de tolerancia cero frente a la corrupci¨®n, pero mantienen un perfil bajo con respecto a la instituci¨®n a la espera de que pase la tormenta y otros asuntos ocupen la agenda p¨²blica.
El apoyo y el futuro de la Monarqu¨ªa no dependen tanto de las virtudes o defectos de la forma de gobierno como de con qu¨¦ valores se asocia la instituci¨®n. Pocos republicanos creen que sus vidas mejorar¨¢n mucho con una elecci¨®n del presidente de la rep¨²blica, pero muchos s¨ª ven injusto que una familia disfrute de unos privilegios que ha obtenido ¨²nicamente por nacer y de los que algunos de sus miembros han abusado reiteradamente. Por otra parte, pocos mon¨¢rquicos creen en los derechos reales o a pocos les doler¨ªa imaginarse a Espa?a sin un rey del mismo modo en que les costar¨ªa a los ingleses. La defensa del rey se hace como s¨ªmbolo de la unidad de la naci¨®n y como representante de la tradici¨®n y los valores m¨¢s tradicionales. Sin embargo, cuanto m¨¢s se ahonde en esta politizaci¨®n, cuanto m¨¢s se asocie a la Monarqu¨ªa con su pasado corrupto y con los valores tradicionales, m¨¢s peligra su continuidad en el futuro.
La intenci¨®n del rey em¨¦rito de ¡°normalizarlo todo¡± es posible que solo ahonde en la normalizaci¨®n de la politizaci¨®n de la instituci¨®n. El intento de la Casa del Rey de mantener un perfil bajo no parece que vaya a ser suficiente para recuperar el consenso y la despolitizaci¨®n que la proteg¨ªa. Una instituci¨®n que, por definici¨®n, debe ser transversal, no puede sobrevivir a su politizaci¨®n.
Si la Monarqu¨ªa quiere sobrevivir a largo plazo, es probable que deba realizar un esfuerzo muy grande en dos direcciones. La primera y m¨¢s inmediata ser¨ªa alejarse decididamente de la imagen de corrupci¨®n e impunidad del rey em¨¦rito. Sin embargo, aunque Felipe VI goza de buena reputaci¨®n, si no logra impedir que Juan Carlos I acabe volviendo a Espa?a ser¨¢ muy dif¨ªcil desligar la imagen del hijo de la del padre. La segunda direcci¨®n ser¨ªa transformar su imagen conservadora y atraer a ese electorado culturalmente liberal a trav¨¦s de abrazar causas como el ecologismo, el feminismo (enfatizando, por ejemplo, que Leonor ser¨ªa la primera mujer en ocupar el trono en m¨¢s de un siglo) o la diversidad ling¨¹¨ªstica de Espa?a (por ejemplo, a trav¨¦s de discursos en catal¨¢n). No obstante, las estrategias superficiales de green y pinkwashing son cada vez menos cre¨ªbles por una poblaci¨®n que, ante la crisis institucional, demanda cambios de verdad.
Aunque los debates sobre la Transici¨®n y las bondades y defectos de la Corona no han desaparecido, la corrupci¨®n y los valores culturales est¨¢n cada vez m¨¢s en el centro del debate sobre la instituci¨®n. Ahora, la vuelta del rey em¨¦rito ha centrado las discusiones entre cr¨ªticos y defensores de la Monarqu¨ªa sobre la impunidad ante la ley, pero son los valores culturales asociados al rey los que dar¨¢n que hablar en el futuro.
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