L¨®gica-mente nuclear
La irresponsabilidad pol¨ªtica y la indiferencia social han convertido la gesti¨®n de los residuos radiactivos de las centrales at¨®micas espa?olas en una tarea aplazada sin fecha, con los impactos econ¨®micos, ambientales y sociales que ello acarrea
Anticipar el futuro significa detectar, preferiblemente de forma prospectiva, caracter¨ªsticas novedosas en el entorno que puedan afectar de forma significativa a ciertos hechos en el futuro y determinar en qu¨¦ momento se debe centrar la atenci¨®n en ellos y dedicar recursos para tratarlos. Pongamos que hablamos de la gesti¨®n de los residuos radiactivos de las centrales nucleares espa?olas...
Anticipar el futuro significa detectar, preferiblemente de forma prospectiva, caracter¨ªsticas novedosas en el entorno que puedan afectar de forma significativa a ciertos hechos en el futuro y determinar en qu¨¦ momento se debe centrar la atenci¨®n en ellos y dedicar recursos para tratarlos. Pongamos que hablamos de la gesti¨®n de los residuos radiactivos de las centrales nucleares espa?olas ¡ªcuesti¨®n nada desde?able en un presente apremiado por los efectos del cambio clim¨¢tico y en transici¨®n ecol¨®gica¡ª. A pesar de la complejidad que caracteriza la gobernanza del hecho nuclear, en Espa?a se decidi¨®, inaugurado el milenio, desafiar el arduo debate de la gesti¨®n de los residuos apremiando a todos los actores afectados a hallar soluciones consensuadas para tratar de mejorar una realidad social, ambiental y econ¨®micamente costosa. Para ello se dedicaron recursos materiales, humanos y econ¨®micos con la responsabilidad de encontrar la mejor soluci¨®n para soportar el peso que supon¨ªa albergar instalaciones nucleares. El debate que por entonces impacientaba a ciertos actores era la b¨²squeda de emplazamiento(s) para el almacenamiento y gesti¨®n de los residuos ¡ªuno de los m¨¢s controvertidos proyectos asociados al sector nuclear¡ª. En dicha iniciativa, que por entonces tuvo una gran acogida, se propuso el desarrollo de una metodolog¨ªa claramente participativa e informativa que favoreciera un proceso de toma de decisi¨®n consensuado, es decir, que evitara pol¨ªticas de decisiones consumadas, arbitrarias y unilaterales en esta materia.
El reconocimiento de las problem¨¢ticas sociales, econ¨®micas, legales y ambientales asociadas a dicha controversia fue objeto de an¨¢lisis durante un periodo para nada insignificante en el que expertos de distintas ¨¢reas de conocimiento se esforzaron por ofrecer resultados pr¨¢cticos y reales que orientaran sobre la mejor forma de iniciar y guiar un proceso de identificaci¨®n, selecci¨®n y planificaci¨®n para el emplazamiento de la instalaci¨®n de los residuos radiactivos generados en nuestras centrales. Si bien el tiempo de elaboraci¨®n disponible y la atenci¨®n exigible casi siempre son insuficientes para hacer frente a todas las contingencias que puedan surgir en estas cuestiones, lo cierto es que el producto final resultante logr¨® aunar buena parte de las preocupaciones que inquietaban a los actores implicados en dicha decisi¨®n. Gran parte del ¨¦xito se lo llevar¨ªa el esfuerzo por enfocar y centrar la atenci¨®n en la ecuanimidad de las decisiones, fuera por su impacto a largo plazo, por la transparencia de estas o por la inclusi¨®n de todos los actores afectados o implicados. A partir de aqu¨ª, y a sabiendas de las consecuencias econ¨®micas que la irresoluci¨®n de esta pol¨¦mica ten¨ªa para la sociedad en general, la siguiente fase solo requer¨ªa responsabilidad pol¨ªtica y consideraci¨®n social.
Hasta aqu¨ª una breve descripci¨®n de una coyuntura pasada que, a nuestro pesar, no difiere ni un ¨¢pice de lo que recientemente publicaban algunos medios sobre estas cuestiones (rehuimos, intencionadamente, el momento Villar de Ca?as por desatender y deso¨ªr con alevos¨ªa y desd¨¦n lo que en su momento y de conformidad acordaron expertos y actores sociales y econ¨®micos para resolver la gesti¨®n de los residuos nucleares).
Parece ser pues que, junto al proyecto para el almacenamiento de los residuos, tambi¨¦n se congel¨® el tiempo y con ello, todos los recursos empleados para tratar de activar y acelerar un asunto que, para mayor sorpresa, se halla a¨²n en fase de discusi¨®n.
Para quienes estuvimos comprometidos en el desarrollo inicial de aquel proyecto no deja de asombrar la astucia practicada por los que, debiendo haber resuelto ya el tema (pol¨ªticos, gestores p¨²blicos y privados,...), nutren un debate inexistente que solo se justifica por los r¨¦ditos que les suponen. Que la gesti¨®n de los residuos radiactivos es una necesidad y una obligaci¨®n que tenemos como pa¨ªs nuclear es indiscutible, que dicho proceso supone una alta complejidad por lo que se refiere a su planificaci¨®n, es tambi¨¦n evidente, y que exist¨ªa un procedimiento para afrontarlo, v¨¦ase m¨¢s arriba. La experiencia y las lecciones que nos aporta el desaf¨ªo de pretender dar con la soluci¨®n que mejor convenga a todos es el precio que debemos pagar como sociedades que gozan de unos recursos energ¨¦ticos que, en su momento, se apost¨® por desplegar. El descontento de quien subscribe estas l¨ªneas no es el reflejo de una ingenuidad pueril sazonada con una vanidosa rabieta de quien no se sabe atendido. Es simple y llanamente la muestra de un enojo por la irresponsabilidad pol¨ªtica y la indiferencia social que convierten esta y muchas otras cuestiones en tareas aplazadas sine die, con los impactos econ¨®micos, ambientales y sociales que ello acarrea. En el caso que nos ocupa, la ineficiencia es de ¨®rdago.
Nos hemos alejado de la responsabilidad de nuestras decisiones, lo que ha permitido que algunos actores (tanto p¨²blicos como privados) obtengan todas las ventajas y nada de las desventajas, lo que nos lleva a preguntarnos: ?es de extra?ar por qu¨¦ las cosas van mal? Peor a¨²n, ?nos importa? Deber¨ªa. La transici¨®n no es ecol¨®gica; es de pura l¨®gica.