Los que no buscan que se les haga caso
Un tipo mat¨® a un hombre, fue condenado a 20 a?os de prisi¨®n y se escap¨® antes de entrar en la c¨¢rcel. Se escondi¨® delante de todos, en Barcelona, y form¨® una familia
En una pel¨ªcula independiente que dirigi¨® Mario Iglesias, De bares, un hombre llega a un bar, se acerca a la barra y trata de pedir algo, sin ¨¦xito. Le pasa una y otra vez. No es invisible, pero lo parece. Son cosas que ocurren a menudo. Incluso tipos o tipas despampanantes, que atraen toda la curiosidad del local, de repente se vuelven invisibles a ojos del servicio, como si en el radar de este no importasen tanto las llamadas de atenci¨®n convencionales como un sexto sentido que les exige fijar la atenci¨®n en otro sitio. En Manuel Vicent, por ejemplo, que un d¨ªa dijo que viajar consiste en que te conozcan por tu nombre los pianistas de los grandes hoteles. O en ?scar Tusquets, que, cuando se fue del hotel Connaught de Londres dejando atr¨¢s varias camisas en la lavander¨ªa, se las encontr¨® planchadas sobre la cama tres a?os despu¨¦s. Ese reconocimiento es todo lo que uno tiene que pedirle a la vida.
El protagonista de La Sombra (Libros del KO), de David Cabrera, no es, definitivamente, Manuel Vicent. Ese protagonista mat¨® a un hombre, fue condenado a 20 a?os de prisi¨®n y se escap¨® antes de entrar en la c¨¢rcel; en lugar de salir a alg¨²n pa¨ªs remoto, se escondi¨® delante de todos, en Barcelona, y form¨® una familia. Sin identidad, eso s¨ª: un ciudadano inexistente para el Estado, alguien sin n¨²mero. La historia es alucinante. A fuerza de supervivencia (¡°mi instinto es muy fuerte¡±, dice) consigue hacer voluntariamente lo que aquel protagonista de De bares: pasar desapercibido llamando a gritos a un camarero o que la gente no repare en ¨¦l despu¨¦s de apalizar a alguien en plena calle. Ser exactamente eso: una sombra, aquello que ves o intuyes, pero no le pones nombre. Por esas p¨¢ginas de un hombre desconocido y an¨®nimo con h¨¢bitos de superesp¨ªa (memoria prodigiosa, autocontrol, resistencia psicol¨®gica y una extraordinaria capacidad natural para mentir) pasa adem¨¢s un retrato estupendo de la degradaci¨®n de las administraciones: se puede vivir sin ellas si las corrompes lo suficiente.
En un momento del libro, el protagonista conoce a su madre, que lo abandon¨® cuando ¨¦l ten¨ªa dos a?os. Es un reencuentro extraordinario por lo que tiene de real: no hay emoci¨®n, ni sentimientos, ni c¨¢maras rodando una pel¨ªcula que no existe. Son dos desconocidos present¨¢ndose y despidi¨¦ndose con dos besos en la mejilla, pero emplaz¨¢ndose para una nueva ocasi¨®n y otra. Y la mala madre cuenta qu¨¦ pas¨®. Harta de las palizas de muerte de su marido, cogi¨® a los ni?os y huy¨®; el hombre la encontr¨®, se los quit¨® y la amenaz¨® de muerte si volv¨ªa a acercarse a ellos.
Es impresionante c¨®mo de repente La Sombra lleva, por inercia, a otra novedad, Las abandonadoras (Destino), de Bego?a G¨®mez Urzaiz. Al contrario de lo que ocurre en esas p¨¢ginas del libro de Cabrera, el de G¨®mez Urzaiz no es una reparaci¨®n ni una exculpaci¨®n de madres que dejan a sus hijos. Intenta responder a la pregunta que formula al principio: ?qu¨¦ clase de madre abandona a su hijo? Hay muchas respuestas, a veces dadas por las propias protagonistas. Quiz¨¢ mi preferida sea la de la hija de Ingrid Bergman tras dejar la actriz a su familia en Estados Unidos para irse con Roberto Rossellini: ¡°Mi madre nos dej¨® porque se fue a Italia a follar con un se?or¡±. A veces tampoco hay que darle muchas vueltas a las cosas: a veces, incluso, una madre abandona a sus hijos por la misma raz¨®n que los padres.
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