El ensayo como novela (y viceversa)
Rosa Montero y Javier Cercas, cada uno en un g¨¦nero diferente y con su estilo personal, afrontan en sus libros m¨¢s recientes la tarea de quitar el velo de la mentira con que se cubren las atrocidades m¨¢s evidentes
Hace unas semanas, en la apertura del Encuentro de las Letras Iberoamericanas en la Casa de M¨¦xico en Espa?a, Rosa Montero nos ense?¨® la frase y la ecuaci¨®n que lleva tatuadas con tinta negra en su antebrazo derecho: Sapere Aude, es la frase. No creo que Horacio, que la acu?¨® para animar a un amigo a comenzar su viaje, ?Atr¨¦vete a saber, empieza!, ni Kant, que la populariz¨® en su ensayo sobre la Ilustraci¨®n, hubieran llegado al extremo de tatuarse en el cuerpo lo que ya llevaban tatuado en la memoria. Tampoco creo que Einstein se hubiera tatuado nunca en el antebrazo (como tambi¨¦n hizo Montero) la ecuaci¨®n m¨¢s famosa del mundo: E = mc2. Creo que ¨¦l ten¨ªa demasiado presentes los n¨²meros tatuados a la fuerza en el antebrazo a sus hermanos jud¨ªos en los campos de concentraci¨®n como para escribir en su piel la f¨®rmula descubierta por ¨¦l, quiz¨¢ lo m¨¢s cercano que existe a la definici¨®n de Dios, o al menos la que explica mejor el universo. Montero, sin embargo, ha dado en el blanco al escoger sus consignas.
Un d¨ªa antes, no en p¨²blico sino en privado, Javier Cercas me hab¨ªa ense?ado un peque?o recorte amarillento y resquebrajado que lleva siempre en la cartera. No despojarse nunca de un papelito as¨ª es casi como tatuarse en la mu?eca un memor¨¢ndum, algo que no se debe olvidar. El recorte est¨¢ escrito en catal¨¢n, lo firma Quim Torra, despu¨¦s presidente de la Generalitat, y se refiere a personas que viven en Catalu?a pero no hablan en catal¨¢n sino en castellano y a las que define como ¡°animales carro?eros, escorpiones, hienas. Bestias con forma humana que destilan odio¡ con un peque?o bache en su cadena de ADN¡±. Las dos an¨¦cdotas que acabo de contar simbolizan bien el punto de vista con que estos dos escritores han afrontado sus libros m¨¢s recientes, que yo hab¨ªa tenido la dicha de leer una semana antes de verlos. Ambos, el minucioso ensayo de Rosa Montero, El peligro de estar cuerda, y la vertiginosa novela de Cercas, El castillo de Barbazul, podr¨ªan llevar, de alg¨²n modo, la misma divisa que Montaigne us¨® para definir sus ensayos: ¡°yo mismo soy el tema de mi libro¡±.
Esto, en el caso de Rosa Montero, es expl¨ªcito: su ensayo sobre la relaci¨®n entre locura y escritura empieza con la descripci¨®n de su experiencia juvenil con repentinos ataques de p¨¢nico. Montero nos habla, a partir de s¨ª misma, de todo lo que ha logrado entender (leyendo much¨ªsimo) sobre c¨®mo la literatura, la fantas¨ªa, la ficci¨®n, la creatividad en general, nos liberan del abismo de la enfermedad mental, o quiz¨¢ sean su mejor manifestaci¨®n, seguramente la menos dolorosa y nociva. Para lograr esta s¨ªntesis, Montero se ha atrevido a mirarse, y se ha atrevido a profundizar en s¨ª misma, y en muchos otros creadores que admira, a trav¨¦s de la lectura de numerosos trabajos cient¨ªficos y literarios que buscan, y a veces encuentran, los v¨ªnculos entre la creaci¨®n y la ventaja de no estar perfectamente cuerdos, sin llegar a la tonter¨ªa de idealizar la enfermedad mental, en la que ya el dolor supera toda posibilidad de salvarnos a trav¨¦s del arte. Los cap¨ªtulos sobre el envejecimiento y sobre el suicidio (ejemplificados con lo que han concluido varias escritoras al respecto) son, adem¨¢s de luminosos, ¨²tiles para detener a aquellos que se quieran matar, o que quieran ceder al peligro de abandonarse que viene con la edad. En la tentaci¨®n de saltar fuera de la vida, y en la vejez, merodea m¨¢s insidiosamente que nunca la locura. Con Montero, en vez de matarnos, aprendemos a esperar al menos un d¨ªa a que pase la tormenta; aprendemos tambi¨¦n a procurar tener, por lo menos, una vejez pulcra, ordenada y limpia, porque como ella dice ¡°la vejez debilita nuestras defensas ante el avance de las basuras. Antes de pudrirnos nosotros, empieza a pudrirse nuestro entorno¡±.
En el libro de Cercas ¡ªal ser una novela negra can¨®nica, y la tercera de una trilog¨ªa en que el protagonista es el mismo, el polic¨ªa o el expolic¨ªa que se ha convertido en bibliotecario, Melchor Mar¨ªn¡ª la divisa de Montaigne, ¡°yo mismo soy el tema de mi libro¡±, est¨¢ m¨¢s escondida. En Rosa Montero est¨¢n presentes sus tatuajes en su gran curiosidad de averiguar todo lo que la ciencia diga sobre locura y escritura, y en atreverse a escarbar en ella misma lo aprendido. Pero ?de qu¨¦ manera est¨¢ presente el recorte de Cercas, la reducci¨®n a la condici¨®n de animal de aquel que se convierte, seg¨²n algunos fan¨¢ticos, en una bestia intrusa y carro?era, cuando prefiere expresarse en la-lengua-de-los-opresores? Para empezar, tanto Melchor Mar¨ªn, como Cercas, han optado por algo muy importante: estar alertas, siempre muy despiertos, observando con cuidado y, de ser posible, perfectamente sobrios lo que ocurre en su entorno. Casi como una bestia acorralada por los cazadores. Melchor ha resuelto solo tomar agua, Coca-Cola, si mucho una cerveza sin alcohol como ¨²nica concesi¨®n a la costumbre de bajar la guardia tom¨¢ndonos un trago. Hay en el ambiente, en el paisaje m¨¢s limpio, buc¨®lico y hermoso, una amenaza latente: lo m¨¢s amado, su propia hija, se puede convertir en objeto de la m¨¢s asquerosa, inmotivada y absurda violencia.
Ah¨ª veo el meollo del asunto de su novela. La novela negra, en manos de Cercas, adquiere voluntarios visos de ensayo, tanto como el ensayo, en la voz de Montero, se nos vuelve novela por momentos. Hay en el mundo contempor¨¢neo, en todo el mundo (no solamente en Mallorca o en Catalu?a), horrores que es muy dif¨ªcil sacar a la luz, por la inmensa capacidad de impunidad, chantaje y ocultamiento que les da el dinero a los grandes potentados de la tierra, a los due?os de casi todo lo que vemos, que extienden sus tent¨¢culos a la televisi¨®n, los peri¨®dicos, las playas, el espacio p¨²blico, las redes sociales, la polic¨ªa, los jueces, y, mejor dicho, a casi todo lo existente. Quitar el velo de mentira con que se cubren horrores evidentes, requiere el esfuerzo y la atenci¨®n desmedida que solo un amor infinito puede conseguir. Y no les digo m¨¢s, porque sobre las novelas negras es muy dif¨ªcil escribir sin que casi cualquier cosa que escribas se convierta en esp¨®iler. S¨ª puedo decir, para terminar, que todo aquello que en El castillo de Barbazul parece mentira, deja de ser mentira si recordamos a Berlusconi, a Putin o a Jeffrey Epstein. Y que casi todo lo que en El peligro de estar cuerda parece ya no ser ensayo, sino invento, es decir, ficci¨®n, es porque probablemente sea solo eso: novela. En su ensayo, Rosa Montero nos deleita tambi¨¦n con una novela subterr¨¢nea. Y en su novela, Javier Cercas nos sorprende con un ensayo no expl¨ªcito, pero latente. Nos corresponde a los lectores descubrir, en el libro de Montero, lo que es novela, y en la novela de Cercas, lo que es reflexi¨®n sobre el mundo que nos ha tocado en suerte. Si la filosof¨ªa (el ensayo) ¡°desarrolla su pensamiento en un espacio abstracto, sin personajes y sin situaciones¡± (Kundera), la reflexi¨®n de Cercas sobre la violencia contra las mujeres se desarrolla en la trama y en el trauma de una mujer concreta. As¨ª mismo, la reflexi¨®n abstracta de Montero se cuela por el tamiz de la propia experiencia, o del personaje imaginario que todos somos cuando decimos ¡°yo¡±.
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