No habr¨¢ estallido en Argentina en 2022
Pese a las dimensiones del problema socioecon¨®mico que afronta el pa¨ªs, los lazos de la representaci¨®n siguen funcionando, considerando tambi¨¦n las ayudas sociales y las relaciones clientelares, que dan cuenta de la presencia del Estado
La afirmaci¨®n es cuando menos arriesgada en el pa¨ªs de la movilizaci¨®n permanente. M¨¢s a¨²n si se consideran los datos de pobreza (43%, seg¨²n el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, la Universidad Cat¨®lica Argentina) e ...
La afirmaci¨®n es cuando menos arriesgada en el pa¨ªs de la movilizaci¨®n permanente. M¨¢s a¨²n si se consideran los datos de pobreza (43%, seg¨²n el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, la Universidad Cat¨®lica Argentina) e inflaci¨®n (64%). Un combo muy propicio para el estallido. ¡°Esto no se aguanta¡±, es la frase que m¨¢s se escucha a pie de calle y tambi¨¦n en los medios. ?Por qu¨¦, entonces, no ser¨ªa probable una gran revuelta, como ya pas¨® en 1989 y en 2001 y como viene ocurriendo en otros pa¨ªses de Am¨¦rica Latina? Respuesta corta: porque en Argentina los lazos de la representaci¨®n siguen funcionando, considerando tambi¨¦n las ayudas sociales y los lazos clientelares, que dan cuenta de la presencia del Estado. Por m¨¢s pol¨¦mica que la afirmaci¨®n pueda resultar, funcionan como un mecanismo de contenci¨®n simb¨®lica y material. Lo dicho no reduce para nada las dimensiones del problema socioecon¨®mico que enfrenta el pa¨ªs. Hay m¨¢s factores que sugieren que no es probable un estallido en el corto plazo, esto es, un movimiento de protesta que desborde a los partidos y las instituciones de forma generalizada como ha ocurrido en Colombia, Ecuador y Chile en 2019. En Argentina, adem¨¢s, las protestas de 1989 y 2001 no siguieron un mismo patr¨®n, pero comparten una variable fundamental: los que controlan la calle estaban en la oposici¨®n; en 2022 son Gobierno.
Las protestas y saqueos ocurridos entre mayo y junio de 1989 se produjeron como con efecto domin¨®. La situaci¨®n era insostenible por la hiperinflaci¨®n (superaba el 700%), la pobreza (m¨¢s del 40%), y el desempleo (el PIB cay¨® en casi 15 puntos, peor que durante la pandemia). Y todo esto con el pa¨ªs en suspensi¨®n de pagos, sin acceso a cr¨¦dito, con desabastecimiento. El presidente Ra¨²l Alfons¨ªn (Uni¨®n C¨ªvica Radical) hab¨ªa decidido anticipar las elecciones a mayo (deb¨ªan ser en octubre). Gan¨® Carlos Sa¨²l Menem (Partido Justicialista), pero no asumir¨ªa hasta el 10 de diciembre, una verdadera eternidad. Aquella revuelta fue un movimiento de desborde con el saqueo y el vandalismo como formas de canalizaci¨®n de necesidades insatisfechas, pero tuvo tambi¨¦n algo de orquestado, con algunos intendentes del conurbano bonaerense como art¨ªfices.
Con todo, los saqueos del 89 fueron impulsados por los sectores populares de las periferias urbanas afines ideol¨®gicamente con el peronismo. En cambio, las protestas de 2001 fueron iniciadas por las mismas bases sociales del Gobierno de Fernando de la R¨²a (tambi¨¦n de la Uni¨®n C¨ªvica Radical), las clases medias de los centros urbanos que se vieron afectadas por el corralito y el fin de la convertibilidad (retenci¨®n de ahorros y fuerte devaluaci¨®n del peso; la pobreza alcanz¨® al 46% dos meses antes de la crisis). A las clases medias se sumaron los sectores populares con el lema ¡°piquete y cacerola, la lucha es una sola¡±, una alianza de la que no queda nada. Fue masivo y disruptivo, pero lo que produjo el desborde fue la incapacidad para contenerlo, los d¨¦ficits pol¨ªticos y comunicacionales del Gobierno y su estrategia represiva activada como respuesta inmediata. La imagen de De la R¨²a huyendo en helic¨®ptero de la Casa Rosada, rodeada de manifestantes pac¨ªficos, es un s¨ªmbolo de incompetencia pol¨ªtica. Lo que vuelve tan particulares aquellos eventos es una tensi¨®n entre la aparente ausencia de la pol¨ªtica partidaria el 19 y 20 de diciembre y su fuerte presencia en los d¨ªas de enero en que el Congreso tom¨® protagonismo para reconstruir la institucionalidad. Es m¨¢s, a una crisis de enormes dimensiones se respondi¨® con organizaci¨®n, en todos los niveles: f¨¢bricas tomadas, bancos de tiempo, sistemas de trueque, reactivaci¨®n del Congreso, acuerdos entre partidos. Organizaci¨®n en todas sus formas. Y todo esto sin que se haya producido una renovaci¨®n en las caras de la pol¨ªtica argentina, al menos no (ni por asomo) como ocurri¨® en Chile en tiempos recientes. A fines de diciembre de 2001, se fueron todos (los pol¨ªticos), pero no pas¨® mucho tiempo hasta que volvieran.
En 2022 hay pobreza y alta inflaci¨®n, el Gobierno peronista es el que controla las calles (mayor¨ªa de sindicatos y movimientos sociales), pero est¨¢ dividido y hay disputa por ese control. Ese control, todo sea dicho, no est¨¢ garantizado porque tanto los movimientos sociales como los sindicatos no son t¨ªteres, sino actores que exigen respuestas materiales (ayudas, mejoras salariales y de su calidad de vida). Las movilizaciones son constantes, pero no son masivas, aunque muchos medios que se autodenominan nacionales comuniquen como si Argentina se redujera a un par de calles de la Ciudad Aut¨®noma de Buenos Aires, y a veces sugieran que el pa¨ªs es un caos. No hay indicadores que inviten a pensar que las protestas puedan desbordar. No por abajo, porque los planes sociales cumplen una funci¨®n fuerte sosteniendo redes de articulaci¨®n. Por cierto, esos planes sociales (unos 140 de distinto tipo, seg¨²n Forbes Argentina, a los que se destinar¨ªan unos 300 millones de pesos y beneficiar¨ªan a m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n en distintas formas) dan cuenta de un clivaje en la sociedad. Algunas encuestas registran el profundo rechazo a los mismos de una mayor¨ªa de la poblaci¨®n (seg¨²n Zuban C¨®rdoba, un 63% cree que hay que recortarlos). Tampoco cabe esperar una revuelta de las clases medias. Si las elecciones fueran hoy, el Partido Justicialista perder¨ªa con amplia diferencia y ganar¨ªa la oposici¨®n (el libertario Javier Milei es una estrella fugaz en pleno declive, y aunque las ideas de la derecha radical ampliaron su espacio, este es tanto menor como fragmentado). M¨¢s todav¨ªa: el 75% de la ciudadan¨ªa argentina piensa que la situaci¨®n institucional del pa¨ªs es fr¨¢gil y que se va en la direcci¨®n incorrecta, pero a la vez el 70% sostiene que Alberto Fern¨¢ndez debe terminar su mandato, y una mayor¨ªa se expresa en desacuerdo frente a la idea de incrementar la intervenci¨®n de las Fuerzas Armadas (datos de Zuban C¨®rdoba, encuesta de julio). La democracia sigue sin estar en peligro en Argentina. ?Y la gobernabilidad? Faltan 14 meses para las elecciones. Ahora toda la atenci¨®n est¨¢ una vez m¨¢s en las caras del presidente, la vicepresidenta y, novedad, del superministro de Econom¨ªa, Sergio Massa. Massa es una figura inc¨®moda para el kirchnerismo. Fue jefe de gabinete de Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner y no terminaron nada bien. Llega, parad¨®jicamente, avalado por el kirchnerismo (las negociaciones fueron impulsadas por M¨¢ximo, el hijo de Cristina y N¨¦stor, con un aval err¨¢tico de su madre). Cristina Fern¨¢ndez de Kirchner se descubre as¨ª como la l¨ªder de una fuerza de oposici¨®n a su propio Gobierno ¡ªfue ella quien eligi¨® a este presidente al que lleva meses atacando sin piedad ni discreci¨®n¡ª, que, y esto es lo m¨¢s grave, no es capaz de generar alternativas program¨¢ticas. En t¨¦rminos econ¨®micos, de lo que se le criticaba al exministro de Econom¨ªa Mart¨ªn Guzm¨¢n, Massa traer¨ªa mucho m¨¢s (reorganizaci¨®n de las cuentas del Estado, ajuste, acuerdos con los organismos de cr¨¦dito). Se sobredimensiona la figura del superministro, pero la estructura institucional y las din¨¢micas pol¨ªticas e incluso el contexto internacional hace que sus poderes est¨¦n limitados por todos lados: su cargo depende del nombramiento y sost¨¦n del Gobierno (Alberto Fern¨¢ndez sigue teniendo la lapicera), sus bases de apoyo propio son reducidas y la coyuntura econ¨®mica global no le facilitar¨¢ nada. No habr¨¢ estallidos, tampoco grandes cambios.