Un ¨¢ngulo muerto
Escarnecer al catolicismo como una realidad un¨¢nimemente retr¨®grada sin comprender que se halla atravesado por numerosas tensiones no va a favorecer que surjan en ¨¦l las voces cr¨ªticas que contribuyan a renovarlo
El t¨¦rmino ¡°laico¡±, del griego laos, ¡°pueblo¡±, significaba en un principio ¡°popular¡± y designaba a aquellos que no pertenec¨ªan a ninguna instituci¨®n eclesi¨¢stica. S¨®lo despu¨¦s de que las guerras de religi¨®n desgarrasen pa¨ªses como Francia o Inglaterra, pas¨® a designar el proyecto pol¨ªtico de apartar los sentimientos religiosos de la esfera p¨²blica. Pero en aquellos pa¨ªses en los que el catolicismo se impuso sin problemas, la Contrarreforma reprimi¨® el laicismo, defendido por los humanistas. Muchos de los cuales, por cierto, eran cristianos.
Subrayo este hecho, porque es un error ...
El t¨¦rmino ¡°laico¡±, del griego laos, ¡°pueblo¡±, significaba en un principio ¡°popular¡± y designaba a aquellos que no pertenec¨ªan a ninguna instituci¨®n eclesi¨¢stica. S¨®lo despu¨¦s de que las guerras de religi¨®n desgarrasen pa¨ªses como Francia o Inglaterra, pas¨® a designar el proyecto pol¨ªtico de apartar los sentimientos religiosos de la esfera p¨²blica. Pero en aquellos pa¨ªses en los que el catolicismo se impuso sin problemas, la Contrarreforma reprimi¨® el laicismo, defendido por los humanistas. Muchos de los cuales, por cierto, eran cristianos.
Subrayo este hecho, porque es un error habitual confundir el laicismo con el anticlericalismo y el ate¨ªsmo, y el anticlericalismo y el ate¨ªsmo con el progresismo. Primero, el ate¨ªsmo es, malgr¨¦ moi, una convicci¨®n ¡°teol¨®gica¡±, de modo que intentar imponerla como ¡°religi¨®n de Estado¡± supondr¨ªa atentar contra el laicismo. Segundo, el anticlericalismo es la cr¨ªtica a la oficialidad religiosa, blandida muchas veces en nombre de una religiosidad m¨¢s aut¨¦ntica, como fue el caso de la Teolog¨ªa de la Liberaci¨®n. Tercero, existe un cristianismo progresista, as¨ª como tambi¨¦n existe un progresismo cuya actitud de menosprecio o burla hacia los creyentes es contraria a la libertad y la tolerancia que dice perseguir.
Desgraciadamente, este tipo de confusiones son habituales en algunos sectores de la izquierda. Es cierto que, adem¨¢s de sus errores hist¨®ricos, en las ¨²ltimas d¨¦cadas, la Iglesia oficial ha dado, como tantas otras instituciones o movimientos, un giro reaccionario. Pero escarnecer al catolicismo como una realidad un¨¢nimemente retr¨®grada o corrupta sin atender al hecho de que se halla atravesado, como toda comunidad, por numerosas tensiones, no va a favorecer que surjan en ¨¦l las voces cr¨ªticas que contribuyan a renovarlo, ni que se abran en los dem¨¢s los o¨ªdos que escuchen lo que estas tambi¨¦n tienen que aportar. Al contrario, provocar¨¢ en todas partes un repliegue identitario, que acallar¨¢ voces y cerrar¨¢ o¨ªdos, para entregarle todo el protagonismo a los fan¨¢ticos.
Lo cual no s¨®lo supone un error pol¨ªtico, por atentar contra uno de los valores fundamentales de la democracia como es el laicismo, sino tambi¨¦n un fallo estrat¨¦gico, ya que arroja a un gran n¨²mero de creyentes al vac¨ªo pol¨ªtico interestelar. Por eso, en las cuestiones religiosas (y probablemente tambi¨¦n en las nacionales), lo mejor ser¨ªa, como recomendaba Cervantes, ¡°que cada uno meta la mano en su pecho¡±. Y que no la saque m¨¢s que para ayudar a aquellos que, dejando a un lado las diferencias accesorias, apuntan desde otras posiciones a unos mismos objetivos fundamentales. Se trata, en fin, de hacer que resuciten los ¨¢ngulos muertos.