?En qu¨¦ creen los ateos?
La religi¨®n pierde influencia, seg¨²n las encuestas, pero eso no significa el fin del monote¨ªsmo. Hoy las sociedades m¨¢s seculares se rinden culto a s¨ª mismas

La frase ¡°Soy ateo gracias a Dios¡± se atribuye a Bu?uel y tiene las dos cualidades que S¨®crates reclamaba para la filosof¨ªa: iron¨ªa y may¨¦utica. La primera es evidente, hace sonre¨ªr; la segunda arroja luz sobre una idea del pensamiento v¨¦dico y de m¨ªsticos cristianos (B?hme, Eckhart): aunque te esfuerces en negarlo, ¨¦l mismo (o ella misma, si hablamos de la conciencia) hace posible tu negaci¨®n. Por ¨¦l hay algo en lugar de nada (Leibniz), por ella es posible el amor intelectual a lo divino (Spinoza), ¨²nico modo de tocar lo eterno. Pero todas esas son visiones del pasado. Hoy, la forma m¨¢s genuina de ser religioso es ser ateo (Panikkar).
Un libro reciente, Siete tipos de ate¨ªsmo, de John Gray, desgrana el complejo legado de las tradiciones ateas. Gray no deja t¨ªtere con cabeza. Desde los fieles de la fe laica en el progreso hasta las grandes teor¨ªas de la evoluci¨®n social, de Spencer a Marx. La muerte de Dios deja una vacante para diversos ¨ªdolos: los delirios positivistas de Auguste Comte, la mojigater¨ªa racionalista de Stuart Mill, el magnetismo animal de Mesmer o algunas opiniones de Kant y Voltaire: ¡°El racismo y el antisemitismo emanan de creencias centrales de la Ilustraci¨®n¡±. Ejemplos m¨¢s pr¨®ximos: el ultraindividualismo de Ayn Rand, los delirantes memes de Richard Dawkins o el transhumanismo que aspira a subir la mente al ciberespacio. Todos ellos proyectos de autodeificaci¨®n, ya sea del individuo o de la sociedad. Gray considera que la creencia en la especie humana como ¡°agente colectivo¡±, que se fija grandes proyectos y los realiza en la historia, es un mito heredado del monote¨ªsmo. O bien la humanidad (o un sector de ella) juega a ser dios, o bien los humanos acaban convirti¨¦ndose en dioses.
Los delirios y alucinaciones que antes se asociaban con lo sagrado se vierten ahora en lo social
Resulta dif¨ªcil definir el ate¨ªsmo y condensarlo en una ¨²nica f¨®rmula. Comparto la antipat¨ªa de Gray ante cierto ate¨ªsmo opresivo y claustrof¨®bico que reproduce las man¨ªas del monote¨ªsmo. Quiz¨¢ se deba a que los valores tienen algo de gen¨¦tico y no podemos renunciar del todo a los que hemos heredado o respirado en la infancia, ya sea a favor o en contra. Enemigo implacable del cristianismo, Nietzsche fue tambi¨¦n un pensador cristiano. Ve¨ªa en el animal humano una necesidad de redenci¨®n; el nihilismo era evitable si ¨¦ramos capaces de crear el sentido perdido tras la muerte de Dios. El ?bermensch deb¨ªa desempe?ar esa funci¨®n, comparable a la del redentor. Gray es un ateo encantado de vivir en un mundo sin dioses o con un dios innombrable. Pero se declara enemigo del ateo militante que, aunque niegue serlo, es el peor creyente de todos, tedioso y poco inspirador (la nada no necesita propaganda), y rescata a ateos como Santayana, que amaban la religi¨®n, o como Schopenhauer, cuyo ¨²nico dios era la m¨²sica. Curiosamente, el libro declina en brillantez cuando habla de ellos.
El ¨²ltimo bar¨®metro del CIS se?ala un porcentaje hist¨®rico de no creyentes en Espa?a, hasta el 27%, que alcanza casi el 50% en el caso de los j¨®venes. Podemos vivir sin iglesias, pero ?podemos vivir sin religi¨®n? Las religiones no son teor¨ªas del universo, sino intentos de dar sentido a la experiencia. Si nos atenemos a la etimolog¨ªa, ?podemos vivir sin estar religados al mundo y al paisaje? En su definici¨®n de lo religioso, los antrop¨®logos recurrieron al concepto de lo sagrado. La religi¨®n no era un asunto de creencias (en un Creador, los milagros o los beneficios de la oraci¨®n), sino de pr¨¢cticas sociales. El enfoque que dej¨® claro que la religi¨®n no pod¨ªan definirla los curas y pas¨® a considerarse un artefacto cultural con al menos tres elementos: literatura sagrada, comunidad sagrada y pr¨¢cticas rituales. Durkheim adopt¨® el funcionalismo y lo sagrado pas¨® a ser un factor de cohesi¨®n social. Pero, desde Newton, el empuje de la ciencia ven¨ªa desalojando lo sagrado de la vida civil. Marx lo convirti¨® en un narc¨®tico idiotizante, Freud en una neurosis, y lo sagrado, tan arraigado en la psique humana, se sinti¨® acorralado. Entonces dej¨® de apuntar a una trascendencia para volverse sobre s¨ª mismo, sobre lo social. Esa es la tesis de Roberto Calasso en La actualidad innombrable. La era moderna vive ensimismada con lo social. Marcel Mauss lo vio claro: ¡°Si los dioses, cada uno a su hora, salen del templo y se hacen profanos, vemos que lo relativo a la propia sociedad humana (la patria, la propiedad, el trabajo, el individuo) entra en el templo progresivamente¡±. Las sociedades seculares modernas se rinden culto a s¨ª mismas. Son sociedades ensimismadas, que no miran m¨¢s all¨¢ de su propio ordenamiento y no buscan modelos en el cosmos o la fisiolog¨ªa, sino en la historia misma de sus instituciones, declaraciones y conquistas. Pero la sociedad completamente secularizada es la menos secularizada de todas, pues todos los delirios, fantasmagor¨ªas y alucinaciones que antes se asociaban con lo sagrado se vierten ahora en lo social. La religi¨®n de nuestro tiempo es la ¡°religi¨®n de la sociedad¡±.
Los ¨ªdolos tradicionales salen del templo mientras entran otros como el trabajo o la patria
Ernst Bloch es un buen ejemplo de ateo que invoca concepciones monote¨ªstas. Fil¨®sofo de las utop¨ªas y las esperanzas, de prosa telegr¨¢fica y coqueta (juega al escondite con el lector), recorre el Antiguo Testamento en busca de las semillas del ate¨ªsmo. ¡°S¨®lo un ateo puede ser un buen cristiano¡±, afirma. Frente a la religi¨®n del Dios original, elige el Dios futuro del ?xodo: ¡°Yo ser¨¦ el que ser¨¦¡±. La zarza ardiente revela el sue?o de lo incondicionado, cuya andadura culmina en el bolchevismo. Muy en la l¨ªnea de otro libro, Sobre la religi¨®n, donde Marx la coloca ¡°ante el tribunal de la filosof¨ªa¡± (hegeliana). Tras su fracaso como modelo pol¨ªtico, el n¨¢ufrago del marxismo regresa como espectro de la tradici¨®n mesi¨¢nica y clama justicia para todos, aqu¨ª y ahora. Marx considera que la idea de Dios surge en la historia porque la vida est¨¢ asediada por la miseria, pero ese Dios tiene una naturaleza ilusoria y s¨®lo existe en la mente de sus fieles (no olvidemos que Marx identifica lo real con lo material). Los dioses son siempre locales: de haber nacido en la India, donde lo mental tiene m¨¢s realidad que lo material, Marx hubiera sido considerado un escritor piadoso. Y en cierto sentido lo fue, no tanto por postular una l¨®gica de la historia que culmina en la revoluci¨®n (redenci¨®n), sino porque esa Biblia subterr¨¢nea de la que habla Bloch, que resurge una y otra vez en Occidente en forma de prefiguraci¨®n ut¨®pica, es un fen¨®meno mental (o de conciencia pol¨ªtica, como se prefiera). Ambos libros se complementan con una documentada Historia del ate¨ªsmo femenino en Occidente, cuya finalidad es desmentir el prejuicio de que las mujeres no participaron en la creencia de que Dios no existe.
Santayana amaba la religi¨®n, pero deploraba el monote¨ªsmo beligerante y proselitista, que pretend¨ªa imponer su modelo a la diversidad de los pueblos. Si diseccionamos un conjunto cualquiera de valores, enseguida observamos que no siempre son coherentes entre s¨ª. No s¨®lo es imposible que todos los seres humanos vivan de acuerdo con una misma moral, sino que la idea de una moral ¨²nica est¨¢ llena de peligros y contradicciones. Ning¨²n conjunto de creencias o pr¨¢cticas vale para todo el mundo, ya sean individuales o sociales. Mantener esta postura hace aparecer el fantasma del relativismo. Pero el valor es siempre algo relativo a la vida, una dignidad que puede adquirir una cosa para un ser vivo y para ello debe ajustarse a necesidades vitales. Los valores no pueden derivarse de los hechos pues sin ellos no podr¨ªamos siquiera percibir, tampoco pueden ser objetivos, porque no es posible abstraerlos de los organismos que los sostienen. En este sentido, la iron¨ªa, el humor y el pensamiento n¨®mada son eficaces ante ruidosos dogmas.
Un individuo que niegue al creador puede afirmar sin embargo que lo divino est¨¢ en todas partes
Fritz Mauthner, cuya historia del ate¨ªsmo fue libro de cabecera de Samuel Beckett, sosten¨ªa que los ateos deb¨ªan renunciar no a la creencia en Dios, sino a la idea misma de Dios, como propon¨ªa Eckhart. En este sentido, la teolog¨ªa negativa se aproxima al ate¨ªsmo del silencio, un ate¨ªsmo contemplativo que prescinde de presuntos mejoradores del mundo. Curiosamente, un ateo que niegue al creador puede afirmar que lo divino est¨¢ en todas partes, aunque nada pueda decirse de ello. Es como volver al origen, cuando el primer fil¨®sofo, Tales de Mileto, dej¨® dicho que todo estaba lleno de dioses.
LECTURAS
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Siete tipos de ate¨ªsmos
John Gray.
Traducci¨®n de Albino Santos Mosquera.
Sexto Piso, 2019.
232 p¨¢ginas. 19,90 euros.
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La actualidad innombrable
Roberto Calasso.
Traducci¨®n de Edgardo Dobry.
Anagrama, 2018.
176 p¨¢ginas. 18,90 euros.
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Ate¨ªsmo en el cristianismo
Ernst Bloch.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Antonio Gimbernat.
Trotta, 2019.
320 p¨¢ginas. 23 euros.
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Sobre la religi¨®n
Karl Marx.
Edici¨®n de Reyes Mate y Jos¨¦ A. Zamora.
Trotta, 2018.
352 p¨¢ginas. 20 euros.
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Historia del ate¨ªsmo femenino en Occidente
Xavier Roca-Ferrer.
Arpa, 2018.
512 p¨¢ginas. 22,90 euros.
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