El tren de Aragua
El tren de Aragua, la sangrienta banda criminal de Venezuela, es la superaci¨®n ¨®ptima de las organizaciones carcelarias criminales dentro de un Estado sometido a desmantelamiento
El mot¨ªn carcelario venezolano, subg¨¦nero del mot¨ªn de presos latinoamericano, estuvo a punto de pasmar su evoluci¨®n y limitarse a ser, como nuestros partidos de oposici¨®n, otro motivo inerte del letargo tropical.
Cambiando lo cambiable, ha llegado a ocurrir con nuestros motines carcelarios lo mismo que en Estados Unidos con los tiroteos masivos en las escuelas: en nuestras pantallitas surge de pronto un ¡°breaking!¡± rojo punz¨®, siguen los acordonamientos policiales, las tomas a¨¦reas, la evacuaci¨®n de escolares, los equipos SWAT, el tendal de ni?os abaleados, la vigilia con flores y velas, el Presidente que manda su coraz¨®n y sus pensamientos a los deudos, el perfil siqui¨¢trico del sospechoso, el senador fundamentalista de la Segunda Enmienda que sugiere armar con fusiles de asalto las escuelas de p¨¢rvulos y as¨ª, hasta el pr¨®ximo breaking colorado. Parecida rutina medi¨¢tica se ocupa de los motines de las c¨¢rceles en nuestros pa¨ªses.
Apenas se registra el mot¨ªn, act¨²a la barbarie asesina que lo sofoca y se nos impone una manida ret¨®rica de derechos humanos sin que el p¨²blico acuse demasiado estrago moral.
Hace poco se registr¨® en Honduras un mot¨ªn en el que murieron cuatro personas. En el mismo penal, ir¨®nicamente llamado El Porvenir, otro estallido de violencia, all¨¢ por 2003, caus¨® la muerte a 68 personas. Son cifras que entran en los rangos acostumbrados en Venezuela, donde se han contado hasta 108 reclusos muertos al cabo de pocas horas de violencia intramuros. Honduras, creo, ostenta un r¨¦cord dif¨ªcil de superar: hace diez a?os murieron 362 personas en una misma tragedia carcelaria.
Hay un penal en Venezuela que en un tiempo fue considerado entre los m¨¢s mort¨ªferos: me refiero a la c¨¢rcel de Tocor¨®n, en el estado Aragua, que lleg¨® a cobrar 22 vidas durante la visita dominical de los familiares de los reclusos. Ocurri¨® en 2010. Desde entonces ha habido masacres mucho mayores, por ejemplo, en Carabobo (68 muertes, en 2018) y Guanare ( 47, en 2020). No han sido las ¨²nicas. Hoy d¨ªa, sin embargo, Tocor¨®n es probablemente el lugar m¨¢s seguro de la violenta Venezuela.
All¨ª vive sin agobios, entre lujo y confort, nada menos que el ¡°Ni?o Guerrero¡±, apelativo amistoso de H¨¦ctor Rusthenford (sic) Guerrero L¨®pez, el jefe m¨¢ximo de una formidable organizaci¨®n criminal de alcance hasta ahora solo suramericano: el temible tren de Aragua. Un mito de sus or¨ªgenes propone que naci¨® de un sindicato de obreros de la construcci¨®n que, en tiempos de Ch¨¢vez y Odebrecht, tend¨ªan un ferrocarril pagado por ¡°el fondo de empr¨¦stito chino¡±. La corrupci¨®n, ?ay!, no lo dej¨® llegar a ninguna estaci¨®n.
En el proceso, el sindicato se male¨® y se convirti¨® en una banda delictiva y, comandada por el Ni?o Guerrero, fueron a dar todos a la c¨¢rcel de Tocor¨®n. Se afirma que la concepci¨®n corporativista de la vida en prisi¨®n que anima a Ni?o Guerrero, y tambi¨¦n sus personales conexiones con las alturas gubernamentales del estado Aragua, han logrado el milagro de que en Tocor¨®n todo, absolutamente todo, sea posible y armonioso, desde una peluquer¨ªa para damas, un restor¨¢n thai hasta una discoteca y que no estallen all¨ª sangrientos motines.
Puesto en t¨¦rminos hegelianos-pop, el tren de Aragua es la superaci¨®n ¨®ptima del ¡°pranato¡± en sus contradicciones con las instituciones de un Estado sometido a desmantelamiento. Lo de pranato pide elucidaci¨®n: el nombre deriva de la voz pran, que en argot carcelario designa al jefe m¨¢ximo de los reclusos.
El pranato es, pues, la organizaci¨®n social que prosper¨® en torno a la industria del preso en nuestras c¨¢rceles. Ocasionalmente, el pranato incursionaba fuera de la prisi¨®n, dirigiendo v¨ªa Wahtsapp y sin vuelo imaginativo alguno, una extorsi¨®n de car¨¢cter parroquial.
El tiempo es el fuego en el que ardemos, dijo un poeta: Venezuela ha dejado atr¨¢s el obsoleto pranato de los a?os 90, algo que es al tren lo que un mechero de butano es a una compleja refiner¨ªa petrolera que obra por craqueo catal¨ªtico. El tren, amigos, es la eclosi¨®n sin¨¦rgica del corrupto y clientelar sistema penitenciario venezolano y los m¨¢s ambiciosos emprendimientos privados de la poblaci¨®n reclusa.
Hoy los m¨¢s importantes presidios del pa¨ªs ¡ªentre todos, pasan de la treintena¡ªpueden ufanarse de tener su propio tren y un protector ¡°cartel¨²o¡± ¡ªid est: de mucho cartel¡ª en el llamado Alto Gobierno.
Los trenes venezolanos se visten actualmente de oneg¨¦s ambientalistas y auspician asociaciones culturales sin fines de lucro en zonas desatendidas por el Estado comunal, intervienen en elecciones regionales apoyando a candidatos a gobernaciones estatales y alcald¨ªas, ejecutan complejas estafas digitales, explotan con trabajo esclavo el oro de Guayana en alianza con disidencias colombianas y cuerpos armados del Estado bolivariano. Y viajan por el mundo: por algo se llaman trenes.
El de Aragua ya ha salido de las fronteras patrias y sigue diversificando sus funciones en Chile, Per¨², Bolivia y Brasil. Trafica con drogas, armas y personas y, seg¨²n se afirma en Bogot¨¢, la v¨ªa del tren se extiende aqu¨ª hasta el sicariato.
No es recurso ret¨®rico sugerir que las cabezas visibles del r¨¦gimen que toler¨® interesadamente las primeras manifestaciones del ¡°pranato¡± naif nunca imaginaron el formidable desarrollo extramuros que ha alcanzado el tren de Aragua para preocupaci¨®n del nuestros vecinos del continente. Est¨¢n todos subidos al tren. Igual que la espada de Bol¨ªvar, el tren de Aragua recorre Am¨¦rica Latina.
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