Incontinencia en el funeral
Si las c¨¢maras hubieran podido husmear a estos personajes por dentro, sin duda habr¨ªan descubierto muchas sondas, botellas y pa?ales absorbentes entre las piernas de los asistentes en la abad¨ªa de Westminster
En el fastuoso e interminable funeral de Estado por el alma de la reina Isabel II de Inglaterra, pese a que el espect¨¢culo estuvo medido y controlado hasta el m¨¢s m¨ªnimo detalle, all¨ª en la Abad¨ªa de Westminster se produjo una doble incontinencia, una urinaria y otra verbal. Durante la ceremonia, la televisi¨®n no dej¨® de apacentarse de forma muy golosa sobre los rostros aparentemente compungidos de la familia real brit¨¢nica, sobre los uniformes llenos de galones, condecoraciones y medallas, sobre los chaqu¨¦s, pamelas y trajes oscuros de los 2.000 invitados entre los que hab¨ªa reyes, jefes de Estado y de Gobierno de medio planeta, pero si las c¨¢maras hubieran podido husmear a estos personajes por dentro, sin duda habr¨ªan descubierto muchas sondas, botellas y pa?ales absorbentes entre las piernas de tan altos dignatarios. De hecho, mientras desde el altar el arzobispo de Canterbury invocaba al coro de ¨¢ngeles para que se llevaran al cielo el alma de la finada y promet¨ªa la vida eterna a todos los asistentes, puede que algunos de aquellos jerarcas hubieran dejado con gusto a un lado la inmortalidad, a cambio de tener en ese momento su vejiga controlada. Pero esta incontinencia no era nada frente a la del propio arzobispo de Canterbury, quien cernido por la luz que proven¨ªa de los vitrales y revestido con los ornamentos sagrados desafiaba a la base de la ciencia afirmando sin pesta?ear que un d¨ªa vamos a salir de la tumba para ser juzgados en el juicio final en el valle de Josafat. Cuando el telescopio James Webb est¨¢ sacando las primeras entra?as del universo desde el fondo de m¨¢s de 12.000 millones de a?os, venir a decirnos con toda solemnidad que tenemos que rogar a Dios el perd¨®n de nuestros pecados sin aludir a las m¨²ltiples tropel¨ªas que cometi¨® el imperio brit¨¢nico en vida de esta reina es lo que se llama irse de la lengua por tenerla muy larga.
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