Reino Unido: de gobernar las olas a hacer pasar el mar por un embudo
El abrazo al nacionalpopulismo y el abandono de los valores de pragmatismo y confianza en el conocimiento dejan a los brit¨¢nicos sin los instrumentos adecuados para afrontar los retos de esta ¨¦poca
Hubo un tiempo en el que el Reino Unido gobernaba las olas. Hoy, parece hundirse cada vez m¨¢s en el absurdo y triste intento de hacer pasar el mar por un embudo, usando una met¨¢fora de Italo Calvino que viene bastante a cuento.
El colapso del Gobierno de Liz Truss en tan solo mes y medio es el nuevo apogeo ¡ªquien sabe cu¨¢n pronto puede haber otro¡ª de la deriva patrocinada por el Partido Conservador, que ha alejado a los brit¨¢nicos...
Hubo un tiempo en el que el Reino Unido gobernaba las olas. Hoy, parece hundirse cada vez m¨¢s en el absurdo y triste intento de hacer pasar el mar por un embudo, usando una met¨¢fora de Italo Calvino que viene bastante a cuento.
El colapso del Gobierno de Liz Truss en tan solo mes y medio es el nuevo apogeo ¡ªquien sabe cu¨¢n pronto puede haber otro¡ª de la deriva patrocinada por el Partido Conservador, que ha alejado a los brit¨¢nicos de los valores de pragmatismo, m¨¦todo y confianza en el conocimiento que cultivaron en grado excelso en el pasado. Todo el camino que condujo hasta el Brexit y el aparatoso caos actual son el triunfo de valores en las ant¨ªpodas: el desprecio a los hechos y a los expertos, a la competencia, a la ponderaci¨®n. ?sa es la bandera izada en el Reino Unido, con la irresponsable aportaci¨®n de tantos pol¨ªticos y tantos medios.
El resultado de esa deriva es encontrarse hoy en una posici¨®n y con un instrumento totalmente inadecuado para afrontar la realidad: con un menudo, r¨ªgido embudo para encarar la enormidad del mar, de las olas y corrientes que agitan de forma asombrosa el tiempo moderno a escala global. La falacia de creer que solos iban a recuperar el control y que la pertenencia a la Uni¨®n Europea era la fuente de los males. El bailar al comp¨¢s de esa enso?aci¨®n nacionalpopulista, y seguir en una huida hacia adelante sobre la base de mantras sin fundamento, de contorsionismos sin verdad.
Desde el Brexit de Boris Johnson, que abri¨® una frontera entre Gran Breta?a e Irlanda del Norte sin querer reconocerlo primero y sin querer asumir las consecuencias despu¨¦s, hasta los apocal¨ªpticos recortes de impuestos de Liz Truss desprovistos de cobertura financiera, todo suena a lo mismo: insuficiente grado de seriedad y madurez, entrega al populismo. Equipados con tan solo ese embudo ideol¨®gico, resulta complicado afrontar la realidad. Inevitablemente, los nudos van llegando al peine. En forma de fiestas escandalosas y mentirijillas que indignan a la ciudadan¨ªa, en forma de mercados que no est¨¢n para errores b¨¢sicos. M¨¢s vendr¨¢n.
Mientras Truss anunciaba su dimisi¨®n, al otro lado del canal, los l¨ªderes de los Veintisiete se reun¨ªan para seguir en la laboriosa b¨²squeda de respuestas comunes a los desaf¨ªos modernos. Claro est¨¢, no faltan fallos en su gesti¨®n. Por supuesto, se detectan ego¨ªsmos. Sin duda, se va muy lento. Pero la magnitud del abismo que separa Downing Street/Westminster de Bruselas debe ser motivo de reflexi¨®n. Sigue dominando en este lado del canal el pragmatismo, el m¨¦todo, la confianza en los conocimientos y la b¨²squeda de los hechos y de los compromisos. Distan de ser perfectos, estos buques de la flota en la que vamos, pero cu¨¢n mejores resultan para afrontar el mar global que encararlo a cuerpo desnudo con un embudillo ideol¨®gico nacionalpopulista como ¨²nica herramienta en la mano. Tenemos br¨²jula y astrolabio, amplia tripulaci¨®n. Navegamos. Pero no hay motivos para relajarse, porque s¨ªntomas de nacionalpopulismo, de ver el mundo con dos embudos como gafas, no faltan en el Viejo Continente.
¡°Hacer pasar el mar en un embudo¡± es una met¨¢fora que Italo Calvino utiliz¨®, en un sentido muy diferente, refiri¨¦ndose a una novela de Natalia Ginzburg, Las palabras de la noche. ¡°La poes¨ªa siempre ha sido eso: hacer pasar el mar en un embudo¡±, escribi¨®. Eso es justo lo que logr¨® Ginzburg en esa conmovedora peque?a novela en la que entra perfectamente canalizada toda la vida, todas las emociones. Pero la literatura es una cosa, la pol¨ªtica otra.