Yo no iba a Fr¨¢ncfort por la Feria
M¨¢s que participar en las actividades de una gran celebraci¨®n del libro, el objetivo era jugar con la selecci¨®n espa?ola de balompi¨¦ de escritores
Asiento 4D. Nuria Labari. Vale que fuera a participar en una de las mesas de debate que organiza la Feria del libro de Fr¨¢ncfort con motivo de que este a?o sea Espa?a el invitado de honor, pero el verdadero motivo de mi viaje era jugar con la Cervantina, la selecci¨®n espa?ola de balompi¨¦ de escritores. Este equipo no exist¨ªa antes de esta feria pero resulta que los alemanes s¨ª presumen de una selecci¨®n que entrena regularmente y juega cada a?o ...
Asiento 4D. Nuria Labari. Vale que fuera a participar en una de las mesas de debate que organiza la Feria del libro de Fr¨¢ncfort con motivo de que este a?o sea Espa?a el invitado de honor, pero el verdadero motivo de mi viaje era jugar con la Cervantina, la selecci¨®n espa?ola de balompi¨¦ de escritores. Este equipo no exist¨ªa antes de esta feria pero resulta que los alemanes s¨ª presumen de una selecci¨®n que entrena regularmente y juega cada a?o (para ganar) un partido contra la selecci¨®n de autores del pa¨ªs invitado. La cuesti¨®n es que nuestro literario pa¨ªs no ten¨ªa equipo aunque, nada m¨¢s enterarse de su falta, consigui¨® un exigente seleccionador, Miguel Aguilar (editor en Penguin Random House y m¨ªster de la Cervantina en adelante) que decidi¨® ficharme por cuestiones literarias antes que deportivas: he escrito alg¨²n relato sobre futbol y he crecido y le¨ªdo a la sombra de los campos del Racing. Sin embargo, nunca he jugado en f¨²tbol 11 y no s¨¦ si me calzar¨¦ las botas en esta ocasi¨®n, pero Miguel me inform¨® de que muchos grandes pasaron su vida en el banquillo, como Manol¨ªn Bueno, el eterno suplente de Paco Gento.
La cuesti¨®n es que cuando llego al avi¨®n (asiento 4D) que me llevar¨¢ a Fr¨¢ncfort no encuentro a ninguno de mis compa?eros de oficio y selecci¨®n. Ellas y ellos son: ?lex Grijelmo, Pablo Garc¨ªa Casado, Carmen Berasategui, Manuel Aguilera, Antonio Pacheco, Nacho Carretero, Alfonso L¨®pez Garc¨ªa, Marta San Miguel, ?lex Prada, Gabi Mart¨ªnez, Carlos Mara?¨®n, Enrique Ballester, Emilio S¨¢nchez Mediavilla, Javier Aznar, Juan L¨®pez C¨®rcoles, Enrique Criado, Irene Lozano, Daniel Gasc¨®n, G¨¢?der Reguera y Alfredo Matilla. Ya ven, no son los nombres que m¨¢s habr¨¢n le¨ªdo en las noticias sobre esta feria. Pero son (somos) escritoras y escritores decididos a hacer equipo y a jugar juntos. No s¨¦ si eso les parecer¨¢ mucho o poco, pero no creo que exista mayor ambici¨®n literaria (y en cierto modo cultural y pol¨ªtica) para un pa¨ªs. Dicen que la escritura es un oficio solitario pero en los tiempos que corren se ha convertido en un ejercicio de compa?erismo y trinchera. Por eso lamento no encontrar a ninguno de los m¨ªos en la T4. En cambio, cuando llego al avi¨®n descubro que tengo a mi lado a las escritoras Elizabeth Duval y Silvia Nanclares. A ellas les cuento lo del futbol y que me he olvidado la camiseta de la selecci¨®n en casa. Eso y que tengo que escribir la columna durante el vuelo si quiero disfrutar de la feria por la tarde. Ser¨ªa una pena encerrarme en el hotel y perderme mi primer Fr¨¢ncfort. Puede que escriba sobre el jard¨ªn de Josep Borrell o sobre la pel¨ªcula En los m¨¢rgenes, que todo el mundo deber¨ªa ir a ver. Tengo un poco de agobio que mis compa?eras entienden, conocen y compadecen. Entonces Elizabeth tiene una idea. ¡°?Y si la escribimos entre las tres?¡±
Asiento 4F. Elizabeth Duval. Cuenta Rodrigo Fres¨¢n, en Jardines de Kensington, que Barrie, el creador de Peter Pan, reclut¨® a Arthur Conan Doyle y a Jerome K. Jerome para un equipo de literatos: pl¨¢cidos e infantiles jugadores de cricket. Me pregunto c¨®mo los reclut¨®, qu¨¦ les dijo exactamente, y c¨®mo habr¨ªan sido las cosas si se hubiera encontrado con ellos, azar mediante, en los pasillos de un avi¨®n; o qu¨¦ clase de columna habr¨ªan escrito esas cabezas juntas. Con la columna, como g¨¦nero, sucede (o me sucede) algo desagradable: ser consciente de mis razones para escribirla. Al contrario que otros (particularmente otros: se me ocurren menos ejemplos femeninos, no es este un masculino gen¨¦rico, en absoluto), ni gozo sobremanera de un formato tan corto ni he encontrado nunca placer en la concisi¨®n deslumbrante, tendenciosa y sin matiz. No escribir¨ªa columnas si no me pagaran por ellas. Encerrar¨ªa pensamientos en la cajita negra del pajarito de metal, junto a todos los miembros del equipo futbol¨ªstico-literario espa?ol; si en un accidente murieran ellos, que mueran tambi¨¦n las ideas que respiraron un rato el mismo aire. Tampoco insin¨²o que mi estilo se vea modificado por la compensaci¨®n econ¨®mica; simplemente s¨¦ que, sin esa compensaci¨®n econ¨®mica, har¨ªa o me dedicar¨ªa a otras cosas. ?C¨®mo me reconciliar¨ªa, renta b¨¢sica mediante, con el ejercicio de las columnas, o peor, de las columnas en aviones, o peor, de las columnas escritas en la cola de embarque, o corriendo porque se llega tarde a un tren, o bien, o bien? No s¨¦ qu¨¦ podr¨ªa hacerse para que el columnismo se pareciera m¨¢s al patinaje art¨ªstico o a la gimnasia r¨ªtmica, a triples saltos mortales o volteretas en el aire, y menos a la tediosa explotaci¨®n mental de quien escarba formulaciones ocurrentes a deshoras. Habr¨ªa algo bonito en que el columnismo se pareciera a ese f¨²tbol improvisado y absurdo: se convertir¨ªa, de golpe, en una actividad colectiva. Pero no he sido nunca capaz de marcar un gol y no me apetece tentar a la suerte.
Asiento 4E. Silvia Nanclares. Yo tampoco me he tra¨ªdo las botas de f¨²tbol que no tengo. Ni siquiera traje camiseta y pantalones. ?Nadie me avis¨®! Pero aqu¨ª estoy, dispuesta a subirme la colina deportiva de esta delegaci¨®n y no bajarme. Vamos de la manita, camino de esa ?grada, banquillo, campo, saque de honor, vestuario? Una no sabe nunca d¨®nde acabar¨¢ su partido como escritora en un pa¨ªs donde la escritura casi no es una profesi¨®n. Aunque una tiene tambi¨¦n suficiente edad ¡ªdetesto esa expresi¨®n, pero es un hecho consumado¡ª para saber que las ¡°carreras¡± no se construyen solo con talento literario, ni siquiera con talento m¨¢s constancia. Hay ¨¦xitos tan sostenidos como inveros¨ªmiles, escritoras de un solo gol por la escuadra, escritores reputados sin apenas lectores. Hay talentos arrumbados en las esquinas que no encontraron una solventada en la reventa. ?C¨®mo ser¨ªa montar una federaci¨®n de escritura para defendernos de las intemperies simb¨®licas con la lealtad de los socios de un club de f¨²tbol? Dios, sacadme de este peloteo de met¨¢foras deportivas, peor a¨²n, futboleras. Sirven siempre para hablar de cualquier cosa: pol¨ªtica, derechos laborales, cultura? Pero tal vez a todo eso es a lo que venimos a jugar a Frankfurt. ¡°Va, ya conseguiremos unas botas¡±, insiste Nuria. ¡°?Pero ese partido ya se ha jugado?¡±, pregunta Mariano Peyrou desde el asiento 5F. Buena pregunta. Si algo no le falta a esta federaci¨®n imaginaria es el entusiasmo. Ya nos lo avis¨® Remedios Zafra.