El secreto de Queipo de Llano
Una mujer ocult¨® durante toda una vida la humillaci¨®n que sufri¨® a manos de falangistas mientras el general franquista a¨²n sigue a los pies de la Macarena
Ahora que hablamos tanto de Queipo de Llano, perm¨ªtanme que les cuente un secreto. Hace unos a?os, conoc¨ª a un viejo jornalero andaluz llamado Gonzalo S¨¢nchez. Nos sentamos alrededor de una mesa y le ped¨ª que me contara su historia para un libro que estaba escribiendo con mi amigo Antonio Jim¨¦nez Barca. Gonzalo empez¨® por el ...
Ahora que hablamos tanto de Queipo de Llano, perm¨ªtanme que les cuente un secreto. Hace unos a?os, conoc¨ª a un viejo jornalero andaluz llamado Gonzalo S¨¢nchez. Nos sentamos alrededor de una mesa y le ped¨ª que me contara su historia para un libro que estaba escribiendo con mi amigo Antonio Jim¨¦nez Barca. Gonzalo empez¨® por el principio: ¡°Nac¨ª en Lebrija, provincia de Sevilla, el a?o 39. Mi padre era jornalero y mi madre, ama de casa, pero ella, durante la Rep¨²blica, hab¨ªa ido a un buen colegio y sab¨ªa leer y escribir. Y eso, que para una mujer de aquella ¨¦poca era una virtud, tambi¨¦n se convirti¨® en su mala suerte. Antes del golpe del 36, mi madre se sentaba al pie de La Cruz de la plaza del Mantillo y les le¨ªa a las dem¨¢s mujeres el peri¨®dico Tierra y Libertad, que editaba la CNT. Ten¨ªa poder de convocatoria. As¨ª que, cuando lleg¨® el golpe, mi madre ya estaba marcada. Los falangistas la detuvieron, le cortaron el pelo al cero y la pasearon por la plaza del Ayuntamiento. All¨ª estaban una noche las mujeres de los caciques tomando el fresco, y a mi madre la obligaron a dar dos vueltas por delante de ellas para que se sintiera humillada, rapada como estaba. Solo le dejaron un mech¨®n en lo alto para cogerle un mo?o con un lazo de la bandera de Espa?a. Desde entonces, mi madre fue una mujer perseguida, reprochada¡±.
Durante las siguientes dos horas, Gonzalo me cont¨® su historia. Nos re¨ªmos con sus travesuras de cuando era un cr¨ªo y tragamos saliva con los pasajes m¨¢s duros. Hubo un momento en que dijo: ¡°En aquella ¨¦poca aqu¨ª mataron a unas 500 personas¡±.
¡ª?En la guerra?
¡ªNo, aqu¨ª no hubo guerra. Fueron casa por casa. Los sacaban y los fusilaban. 484 entre desaparecidos y fusilados aqu¨ª en Lebrija. Uno a uno.
Pero esto, con ser terrible, no era el secreto que les quer¨ªa desvelar. Cuando ya estaba a punto de apagar la grabadora, Gonzalo baj¨® la voz y me dijo: ¡°Te voy a contar una cosa. Cuando, en junio de 1977, se celebraron las primeras elecciones democr¨¢ticas, fui a votar con mi madre. La pobrecita me dijo: ¡®Nunca cre¨ª que este momento iba a llegar¡¯. Y entonces sac¨® el lazo de la bandera espa?ola que los fascistas le hab¨ªan puesto en su cabeza rapada para pasearla por la plaza de Lebrija. Nadie sab¨ªa que lo hab¨ªa tenido guardado durante 40 a?os. Se acerc¨® al presidente de la mesa, que era un fascista de aqu¨ª de toda la vida, y le dijo: ¡®Toma, hijo, el recuerdo de lo que ustedes me hicieron¡¯. Mi madre guard¨® durante 40 a?os el lazo aquel de la humillaci¨®n, sin dec¨ªrselo a nadie, ni siquiera a mi padre¡±.
Apagu¨¦ la grabadora. Nos despedimos con un abrazo. Unos d¨ªas despu¨¦s, como hab¨ªamos convenido, envi¨¦ la transcripci¨®n del testimonio de Gonzalo S¨¢nchez a su hija Victoria, para que lo supervisaran y dieran su aprobaci¨®n. En el correo de vuelta, Victoria escribi¨® una frase que me dej¨® helado: ¡°Me he emocionado al leerlo. Algunas historias las conoc¨ªa, pero otras no, como la entrega del lazo de mi abuela al falangista en las elecciones de 1977¡å.
Este s¨ª era el secreto. Durante 40 a?os, la madre de Gonzalo ocult¨® a sus hijos el lazo de la humillaci¨®n para que no resucitaran los viejos demonios del pasado y, tal vez con el mismo instinto de protecci¨®n, Gonzalo tambi¨¦n se lo ocult¨® a los suyos otros 40 a?os.
Ahora, si me hacen el favor, abran Twitter y tecleen ¡°Queipo de Llano¡±. Todav¨ªa hay quien considera una afrenta que la tumba de quien dirigi¨® las tropas de Franco en el Sur ¡ªdonde no hubo guerra, sino ejecuciones, bombardeos contra la poblaci¨®n civil y violaciones de mujeres alentadas por el propio general¡ª deje de estar a los pies de la Macarena.