La derrota de Bolsonaro contiene una valiosa lecci¨®n sobre c¨®mo proteger la democracia
El triunfo de Lula es producto de la construcci¨®n de una alianza prodemocr¨¢tica sin precedentes
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Si bien Luiz In¨¢cio Lula da Silva hab¨ªa liderado las encuestas para la segunda vuelta de las elecciones brasile?as, su victoria es hist¨®rica. Ning¨²n presidente en Brasil ha perdido su reelecci¨®n, en gran parte debido a la enorme ventaja que proporciona ser el titular del Ejecutivo. Incluso Dilma Rousseff, cuyo primer mandato estuvo marcado por un bajo crecimiento econ¨®mico y protestas a gran escala en 2013, logr¨® ganar la reelecci¨®n en 2014. El triunfo de Lula es una se?al del profundo descontento de la sociedad brasile?a con la actual situaci¨®n y del rechazo contra Bolsonaro, y est¨¢n en l¨ªnea con el sentimiento dominante contra los gobernantes de turno en Am¨¦rica Latina: en las ¨²ltimas catorce elecciones libres y justas en la regi¨®n, el presidente o el candidato oficialista perdi¨®. Dado el entorno macroecon¨®mico altamente desafiante y el impacto continuo de la pandemia, los votantes en Am¨¦rica Latina est¨¢n enojados y frustrados, y en gran parte rechazan a quien est¨¢ en el poder.
Siguiendo en gran medida su ret¨®rica antidemocr¨¢tica ¡ªbasada en la ya conocida estrategia de populistas con tendencias autoritarias en Hungr¨ªa, Venezuela, Turqu¨ªa, Nicaragua y del expresidente estadounidense Donald Trump¨C, Bolsonaro busc¨® desacreditar el sistema de votaci¨®n de Brasil y atac¨® a la prensa, las universidades, el Poder Judicial e invoc¨® supuestas conspiraciones ¡°globalistas¡±. Al igual que el expresidente Hugo Ch¨¢vez en Venezuela, Bolsonaro militariz¨® su gobierno y puso a m¨¢s de 6000 militares en los ministerios, muchos en posiciones clave.
Sin embargo, aunque l¨ªderes como Ch¨¢vez, Daniel Ortega y Viktor Orb¨¢n inicialmente ganaron elecciones libres y justas y reprimieron con ¨¦xito la democracia a lo largo de m¨²ltiples ciclos electorales, Bolsonaro perdi¨® su reelecci¨®n. El ganador, Lula da Silva, regres¨® a la escena pol¨ªtica a tiempo para las elecciones luego de que la Corte Suprema anulara una condena por corrupci¨®n por la que debi¨® pasar 19 meses en la c¨¢rcel, y ha buscado proyectarse como un pragm¨¢tico experimentado capaz de generar, una vez m¨¢s, la bonanza impulsada por el auge de las materias primas por la que muchos recuerdan a su gobierno.
Los ¨²ltimos meses han sido testigos de una estrategia altamente sofisticada para frustrar el intento de Bolsonaro de erosionar la democracia, que brinda una importante lecci¨®n a pa¨ªses cuya democracia tambi¨¦n est¨¢ amenazada.
En los ¨²ltimos meses, innumerables figuras de la oposici¨®n brasile?a han dejado de lado sus egos y se han unido a una coalici¨®n notablemente amplia encabezada por Lula, incluidos pol¨ªticos de extrema izquierda como Guilherme Boulos, ambientalistas como Marina Silva, exbanqueros y conservadores fiscales como Henrique Mereilles y centristas como Aloysio Nunes. Lo m¨¢s notable es que tambi¨¦n incluy¨® a numerosos pol¨ªticos con una larga y amarga rivalidad con el Partido de los Trabajadores (PT).
Ministra de Medio Ambiente durante los primeros cinco a?os del gobierno de Lula, Marina Silva renunci¨® en protesta en 2008 y se postul¨® contra la sucesora de Lula, Dilma Rousseff, en 2014. Inicialmente, la lideresa ambiental apareci¨® como favorita para ganar las elecciones, antes de que el PT adoptara una ret¨®rica extremadamente polarizadora y participara de una difamaci¨®n contra ella, un episodio sin precedentes en la pol¨ªtica brasile?a desde la democratizaci¨®n en la d¨¦cada de 1980, y que hoy se ve como un trampol¨ªn hacia las t¨¢cticas a¨²n m¨¢s peligrosas adoptadas por la campa?a de Bolsonaro en 2018. De la misma manera, Lula eligi¨® como candidato a vicepresidente a un exgobernador de centroderecha de S?o Paulo, Geraldo Alckmin, quien lo desafi¨® en las elecciones presidenciales en 2006 y hab¨ªa acusado a Lula de presentarse a la reelecci¨®n para ¡°volver a la escena del crimen¡±, en alusi¨®n a los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n durante su primer mandato presidencial. Esta alianza muy amplia ha permitido a la oposici¨®n describir las elecciones como una contienda entre la democracia y la autocracia. La estrategia tambi¨¦n fue crucial para convencer a muchos centristas de que Lula liderar¨ªa un gobierno centrista destinado a superar la polarizaci¨®n extrema que dio forma a los ¨²ltimos cuatro a?os. Esto es a¨²n m¨¢s notable porque el propio Lula est¨¢ lejos de ser una figura despolarizante. Pocos brasile?os son indiferentes al ex l¨ªder sindical cuyo gobierno llev¨® adelante una dr¨¢stica reducci¨®n de la pobreza, pero que vio corrupci¨®n a gran escala y que eligi¨® a una sucesora que hundi¨® la econom¨ªa.
Incluso si Bolsonaro acepta su derrota (un escenario poco probable) y la transici¨®n ocurre pac¨ªficamente, es poco probable que la democracia de Brasil est¨¦ totalmente recuperada. Al igual que en Estados Unidos, los constantes ataques a la credibilidad del sistema de votaci¨®n han dejado cicatrices que probablemente perduren. ?C¨®mo reaccionar¨¢n los seguidores m¨¢s radicales de Bolsonaro, muchos de los cuales piensan que todas las encuestas son falsas y que esperaban que su candidato ganara en la primera vuelta? Las encuestas sugieren que alrededor del 25% de los votantes de Bolsonaro no quieren que su presidente ceda si pierde. Por primera vez desde la democratizaci¨®n, es probable que una parte del electorado brasile?o cuestione la legitimidad del nuevo Gobierno. El riesgo de un ¡°6 de enero¡± brasile?o sigue siendo agudo despu¨¦s de la segunda vuelta.
Oliver Stuenkel es doctor en Ciencias Pol¨ªticas y profesor de Relaciones Internacionales en la Fundaci¨®n Getulio Vargas, en S?o Paulo.
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