Putin y Xi Jinping sonr¨ªen
La alternancia democr¨¢tica no pertenece al universo mental de la derecha del siglo XXI que Trump y Bolsonaro representan
Extra?o caso el de la democracia de EE UU, tan experimentada y admirada. Este pr¨®ximo martes electoral puede ser el de la victoria de unos candidatos, ¨¦mulos de Donald Trump, que solo aceptan los resultados electorales si ganan y declaran que el sistema es tramposo cuando vencen sus adversarios.
El caso viene de lejos, aunque nos resulte extra?o ahora. Los totalitarismos del siglo XX abominaban de las urnas. Si acud¨ªan a las elecciones era para utilizarlas como escabeles donde encaramarse y las romp¨ªan cuando ya ...
Extra?o caso el de la democracia de EE UU, tan experimentada y admirada. Este pr¨®ximo martes electoral puede ser el de la victoria de unos candidatos, ¨¦mulos de Donald Trump, que solo aceptan los resultados electorales si ganan y declaran que el sistema es tramposo cuando vencen sus adversarios.
El caso viene de lejos, aunque nos resulte extra?o ahora. Los totalitarismos del siglo XX abominaban de las urnas. Si acud¨ªan a las elecciones era para utilizarlas como escabeles donde encaramarse y las romp¨ªan cuando ya no les serv¨ªan. A los l¨ªderes autoritarios no pod¨ªa entrarles en la cabeza que se pudiera renunciar al poder una vez obtenido. Para ellos, la alternancia era una idea d¨¦bil y poco pr¨¢ctica, impropia de los hombres fuertes que caracterizaban a la ¨¦poca.
Entrado el siglo XXI, es f¨¢cil comprobar c¨®mo permanecen estas actitudes, aunque hayan desaparecido los reg¨ªmenes totalitarios de extrema derecha y se hayan transformado los de extrema izquierda. China, donde un partido ¨²nico gobierna sobre una quinta parte de la humanidad, es el mayor y m¨¢s veterano testimonio de la perpetuaci¨®n de un poder omn¨ªmodo e irreversible como el de los viejos totalitarismos.
La novedad ha llegado del otro lado del espectro ideol¨®gico, desde una derecha respetuosa con las urnas solo cuando le proporciona la victoria electoral de la que se siente la propietaria natural, tenga o no mayor¨ªa. Trump es quien m¨¢s lejos ha llegado en la denegaci¨®n del veredicto de las urnas: intent¨® hacer trampas en el recuento, impugn¨® los resultados y organiz¨® la interrupci¨®n insurreccional de la acreditaci¨®n electoral. Ni la derrota ni el relevo entraban en sus previsiones, de forma que rompi¨® con todas las tradiciones de cortes¨ªa, incluido el traspaso formal y ceremonial de poderes el d¨ªa de la toma de posesi¨®n de Biden.
Bolsonaro pertenece a la misma escuela. Tampoco ha aceptado hasta ahora la victoria de Lula. A diferencia de Trump, ha reconocido el final del proceso electoral ante los magistrados del Supremo, se ha declarado dispuesto a cumplir con sus obligaciones constitucionales y no ha animado a la insurrecci¨®n. Desconocemos qu¨¦ har¨¢ el d¨ªa del momento crucial, el primero de enero, cuando el presidente que entra debe recibir los s¨ªmbolos presidenciales del que se va. Trump y Bolsonaro se?alan un camino de retroceso a los tiempos de la democracia censitaria, limitada a las rentas m¨¢s altas, con exclusi¨®n de las mujeres y los esclavos, con turnos de poder y pucherazos. Buena ¨²nicamente si serv¨ªa para que los poderosos retuvieran el poder, como lo fue en el siglo XX para que lo alcanzaran totalitarios de todo bordo. En caso contrario¡
Putin y Xi Jinping contemplan con sonrisa condescendiente los esfuerzos por imitarles de sus autoritarios amigos occidentales, pobres v¨ªctimas, por el momento y esperemos que por muchos a?os, de la democracia liberal, la divisi¨®n de poderes y el Estado de derecho.