Fantasmas
Existe otra memoria democr¨¢tica feliz, con perfume de lavanda, confundido con el sue?o rom¨¢ntico de la cultura que guarda el hotel Reina Victoria de cuando todav¨ªa quedaba alguna esperanza
En el ascensor del hotel Reina Victoria, que me sube a la habitaci¨®n, leo un peque?o cartel protegido con cristal: ¡°En este hotel Hemingway empez¨® a escribir la novela Fiesta en 1925¡å. Fue el a?o en que el escritor en compa?¨ªa de su mujer Hadley y unos amigos baj¨® desde Par¨ªs a Pamplona para ver el encierro y luego alarg¨® el viaje hasta Valencia, donde en el restaurante La Pepica en la playa se tom¨® un vino y un...
En el ascensor del hotel Reina Victoria, que me sube a la habitaci¨®n, leo un peque?o cartel protegido con cristal: ¡°En este hotel Hemingway empez¨® a escribir la novela Fiesta en 1925¡å. Fue el a?o en que el escritor en compa?¨ªa de su mujer Hadley y unos amigos baj¨® desde Par¨ªs a Pamplona para ver el encierro y luego alarg¨® el viaje hasta Valencia, donde en el restaurante La Pepica en la playa se tom¨® un vino y una sand¨ªa. Sin saberlo hab¨ªa inaugurado la primera sangr¨ªa tur¨ªstica, una creaci¨®n muy superior a su novela. Adonde quiera que vayas inevitablemente antes ha pasado por all¨ª Ernest Hemingway. El hotel Reina Victoria es el m¨¢s antiguo de Valencia, se abri¨® en 1913 y ahora ante la Ley de Memoria Democr¨¢tica no hay que olvidar que este establecimiento alberg¨® a algunos ministros del Gobierno de la Segunda Rep¨²blica cuando en plena Guerra Civil tuvo que abandonar Madrid para ponerse a salvo en esta ciudad. Por este hotel pas¨® Federico Garc¨ªa Lorca y se hospedaron muchos corresponsales extranjeros, entre ellos Robert Capa, e intelectuales que de todas partes del mundo acudieron al II Congreso Internacional de Escritores en Defensa de la Cultura celebrado en Valencia en julio de 1937. Los fantasmas de Pablo Neruda, Nicol¨¢s Guill¨¦n, Andr¨¦ Malraux, Trist¨¢n Tzara, Ili¨¢ Ehrenburg, John dos Passos se pasean todav¨ªa por el gran sal¨®n de t¨¦ donde concurr¨ªan esp¨ªas, traficantes de armas, agentes sovi¨¦ticos y mujeres misteriosas. Por desgracia, la memoria democr¨¢tica est¨¢ hoy asimilada al escarnio de juicios sumar¨ªsimos, a fusilamientos, a fosas comunes, a exhumaciones de cad¨¢veres. Ant¨ªgona seguir¨¢ gritando mientras los muertos no alcancen el honor de ser bien enterrados. Pero existe otra memoria democr¨¢tica feliz, con perfume de lavanda, confundido con el sue?o rom¨¢ntico de la cultura que guarda este hotel Reina Victoria de cuando todav¨ªa quedaba alguna esperanza.