Pamplona era otra Fiesta
Se cumplen 90 a?os de la publicaci¨®n de la novela con la que Hemingway coloc¨® los sanfermines en el imaginario colectivo
Noventa a?os despu¨¦s de su publicaci¨®n, la novela Fiesta sigue siendo un gran libro cuyo tiempo ha pasado (sus hoy lugares comunes fueron, tenedlo claro, descubiertos por primera vez por y en ¨¦l), pero para el que no ha pasado el tiempo. Solo su primer cap¨ªtulo ense?a m¨¢s que todo un taller universitario de escritura creativa. No ocurri¨® lo mismo ¡ªno ocurre con nadie¡ªcon su autor.
Hacia el final de su vida, ca¨ªan sobre Hemingway los rel¨¢mpagos del electroshock, intentaba arrojarse a las h¨¦lices en marcha de aviones a punto de despegar y sollozaba un ¡°Ya no sale¡±. En julio de 1961 ¡ªcon el pasado y el presente, lo que fue y lo que pudo haber sido, la verdad y la mentira confundi¨¦ndose en la trama de sus d¨ªas¡ª, Hemingway, un amanecer de hace ayer 55 a?os, se sent¨® a mirar fijo el ojo de un rifle. Y el sol dej¨® de salir.
Lo primero que el lector encuentra en The Sun Also Rises (la novela traducida al espa?ol como Fiesta, t¨ªtulo con el que su autor se refer¨ªa a ella mientras la escrib¨ªa) es eso de ¡°Ning¨²n personaje en este libro es el retrato de persona real alguna¡±. Esto, por supuesto, no es cierto; y de ah¨ª que arranque as¨ª, mintiendo. Una vez colada esa advertencia justo al principio, todo vale y vale todo, una regla que conoce cualquier narrador.
No ten¨ªa problemas en hundir a todo aquel que lo rodease. Y sus libros no contaban con suficientes botes salvavidas
Hemingway, tambi¨¦n se conoce: era un gran escritor y un muy mal tipo. A la hora de trasladar al plano vital los preceptos de su c¨¦lebre teor¨ªa literaria del iceberg (el que solo se atisbe la punta de la trama y el resto permanezca sumergido), para ¨¦l todos eran el Titanic. S¨ª, Hemingway no ten¨ªa problemas en hundir a todo aquel que lo rodease. Y sus libros no contaban con suficientes botes salvavidas para tantas esposas e hijos. Cap¨ªtulo aparte merecen los colegas que hab¨ªan tenido la osad¨ªa de ayudarlo en su carrera, como Sherwood Anderson, Ezra Pound, Gertrude Stein, John Dos Passos y Ford Madox Ford, y muy en especial (tortur¨¢ndolo a lo largo de los a?os y hasta su triste y solitario final, con algo demasiado parecido al sadismo) Francis Scott Fitzgerald, quien aport¨® sugerencias precisas y cortes decisivos que mejoraron notablemente el manuscrito de Fiesta. Esto lo prueba la indispensable reedici¨®n de la novela en 2014 The Hemingway Library, que incluye descartes y la cr¨®nica/g¨¦nesis para The Toronto Star Weekly ¡®Pamplona, July 1923¡¯. Ya se sabe que no hay defecto m¨¢s inc¨®modo y vergonzante que la gratitud para todo aquel necesitado de creerse un hombre hecho a s¨ª mismo, que adem¨¢s entiende la vida como un safari.
Fiesta no es la excepci¨®n a esta regla ¡ªes casi la norma fundacional¡ª de la f¨®mula Papa de creaci¨®n por aniquilaci¨®n. Un libro reci¨¦n aparecido en EE UU cuenta ahora las historias tras su historia y anuncia sus intenciones ya desde su muy astuto, expresivo y sincero t¨ªtulo: Everybody Behaves Badly. Porque como se lee en Fiesta, ¡°todo el mundo se comporta mal si le das una buena oportunidad¡±, y la investigaci¨®n de Lesley M. M. Blume lo deja claro. La periodista no deja botella de Pernod sin descorchar o cama sin destender ni a luminoso personaje supuestamente imaginario sin descubrirle su sombra real. Este after party de Fiesta se une a otras vitales autopsias de obras maestras (recientemente las hubo de Alicia en el Pa¨ªs de las Maravillas, de El retrato de una dama, de Huckleberry Finn, de El gran Gatsby, de Ulises, de Lolita y de Doctor Zhivago).
Fiesta es un muy bien dotado roman ¨¤ clef e impotente love story (pocas cosas le interesaban m¨¢s a Hemingway que la sexualidad y tama?os ajenos como maniobra distractora para no pensar en lo que ocurr¨ªa entre sus piernas y dentro de su cabeza), tambi¨¦n una puesta al d¨ªa del mito de Circe y de las novelas de Henry James con apol¨ªneos norteamericanos desmelen¨¢ndose en el dionisiaco viejo mundo.
La novela de Hemingway es una de las mejores gu¨ªas de turismo aventura jam¨¢s escritas. Da saltos a lo largo de 1925 entre Francia y Espa?a, poniendo a Pamplona y al ritual de los sanfermines en el mapa del imaginario colectivo. Tambi¨¦n es uno de los textos clave de lo que ser¨ªa conocido (Gertrude Stein dixit desde el ep¨ªgrafe) como la Generaci¨®n Perdida recuperando el tiempo extraviado en la I Guerra Mundial. Seguramente, la mejor novela publicada en vida por Hemingway y antecedente existencial-sentimental de En el camino, de Jack Kerouac, y de tanto t¨®tem inici¨¢tico posterior. Y, last but not least, en buena parte el libro es el culpable inicial que autoriza a extranjeros a venir a hacer el jackass en playas y discotecas y balcones y piscinas de hotel.
Fiesta, en perspectiva, es tambi¨¦n la piedra fundamental del automit¨®mano parque tem¨¢tico Papa Hemingwayland que, de tanto visitarlo, convirti¨® a su arquitecto en un adicto a su propia leyenda en la que el personaje devino en caricatura y pastiche de s¨ª mismo.
Pero antes de todo eso, en el Quartier Latin, el joven cuentista y corresponsal extranjero, casi desconocido pero en todos los lugares correctos, se sent¨® a escribir este perfecto retrato de su tiempo y de los suyos. Todo orbitando alrededor de la pasi¨®n ya imposible de consumar entre el personaje de la arist¨®crata bohemia Lady Brett-Ashley (directamente inspirada en Lady Duff Twysden) y Jake Barnes (llamado Hem en una primera versi¨®n, pero con una herida de guerra m¨¢s grave e ¡°imposibilitante¡± que la de su creador). Los acompa?an el jud¨ªo errante llamado en la novela Robert Cohn (el tambi¨¦n escritor y hoy casi olvidado Harold Loeb, anfitri¨®n generoso de reci¨¦n llegados a la caf¨¦ society parisiense, compa?ero de tenis de Hemingway y rival en casi todo lo dem¨¢s, incluyendo las atenciones de la vol¨¢til y promiscua Lady, por la que llegaron a los golpes), el igualmente inestable y et¨ªlico prometido de la Lady en cuesti¨®n Mike Campbell (alter ego del arruinado Pat Guthrie) y una manada de arist¨®cratas decadentes y expatriados brit¨¢nicos y norteamericanos y alg¨²n torero (acaso el ¨²nico centro moral del asunto) reescrito a partir de los matadores Pedro Romero y Cayetano Ord¨®?ez, y muchos toros.
La virtud del muy bien escrito y estructurado libro de Blume es que hace muchas cosas y todas las hace bien. Funciona como estudio cr¨ªtico; como panorama hist¨®rico; como biograf¨ªa de una personalidad patol¨®gica que ya trazaba fr¨ªamente el plan de inevitable celebridad descartando primera esposa y ali¨¢ndose y traicionando seg¨²n convenga; como making of editorial de lo que result¨® ser un muy risqu¨¦ e instant¨¢neo best seller (abundan en ¨¦l destellos de antisemitismo y homosexualidad); y como encendido libro de fan. Blume consigue el primario efecto secundario deseado a las pocas p¨¢ginas: la necesidad impostergable de volver a leer Fiesta.
Esta semana ¡ªinvocando m¨¢s su vida que su obra¡ª miles de personas reales correr¨¢n por las calles de Pamplona intentando que ning¨²n miura los convierta en personajes de selfies y tuits mucho pero mucho peor escritos y enfocados que la perfecta e insuperada Fiesta.
Me pregunto cu¨¢ntos de ellos la habr¨¢n le¨ªdo.
Rodrigo Fres¨¢n es autor entre otras obras de La parte inventada.
Babelia
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