Brasil, mucho m¨¢s que un Mundial
No todo el pa¨ªs apoya a la selecci¨®n favorita para llevarse la Copa del Mundo porque sus colores los ha envenenado la pol¨ªtica
Brasil ha iniciado este nuevo Mundial de f¨²tbol en un clima especial. No se trata solo de que el pentacampe¨®n, que aparece de nuevo como favorito en casi todas las quinielas, pueda volver a ganar el trofeo. Esta vez es algo m¨¢s, porque la pasi¨®n del f¨²tbol se abraza con la de la pol¨ªtica. El Mundial, de ganarlo o perderlo, estar¨¢ inequ¨ªvocamente abrazado a la agitada situaci¨®n pol¨ªtica y social que vive el pa¨ªs. Y ello por muchas razones.
No hay duda que el ganador de la...
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Brasil ha iniciado este nuevo Mundial de f¨²tbol en un clima especial. No se trata solo de que el pentacampe¨®n, que aparece de nuevo como favorito en casi todas las quinielas, pueda volver a ganar el trofeo. Esta vez es algo m¨¢s, porque la pasi¨®n del f¨²tbol se abraza con la de la pol¨ªtica. El Mundial, de ganarlo o perderlo, estar¨¢ inequ¨ªvocamente abrazado a la agitada situaci¨®n pol¨ªtica y social que vive el pa¨ªs. Y ello por muchas razones.
No hay duda que el ganador de las elecciones, el exsindicalista y extornero Lula da Silva, que hasta ha creado un lenguaje pol¨ªtico plasmado en el l¨¦xico futbol¨ªstico, est¨¢ interesado, como nadie, en ganar el Mundial. Ser¨ªa una forma de ganar doblemente las elecciones. Al rev¨¦s, su contrincante y enfurru?ado con la derrota pol¨ªtica, Jair Bolsonaro, reza para que Brasil ¨Cl¨¦ase Lula¨C pierda el Mundial.
Esta vez, la competici¨®n, al contrario de otras veces, no es apoyada por toda la naci¨®n porque ha sido envenenada por la pol¨ªtica. Como es sabido, en Brasil los colores del equipo son los de la bandera nacional, el verde y amarillo. Se trata, sin embargo, de dos colores de los que la extrema derecha golpista se ha adue?ado. Verde y amarillo son hoy los colores del derrotado, Bolsonaro, y hasta aparecen como peligrosos en las disputas callejeras hasta el punto que se piensa en poder cambiar los colores de la bandera nacional para desintoxicarla de sus ribetes fascistas.
Y si es cierto que es imposible separar la bandera nacional del mundo on¨ªrico del f¨²tbol, hoy tambi¨¦n es dif¨ªcil no confundirla con los aires neofascistas del bolsonarismo ra¨ªz que no ha muerto con la derrota en las urnas, y que intenta reorganizarse para volver al poder apoyado por los nuevos movimientos s¨ªsmicos de la pol¨ªtica de extrema derecha que agitan al mundo.
He vivido varios campeonatos mundiales aqu¨ª en Brasil y he participado de la fiesta nacional que se desarrollaba en todo el pa¨ªs, solo comparable con la euforia festiva de los carnavales. Este a?o todo es diferente, ya que la t¨ªpica euforia futbol¨ªstica se confunde con la rabia pol¨ªtica que divide al pa¨ªs.
Si la izquierda, que con Lula ha ganado las elecciones y destronado al extremista de derechas, sue?a con ganar el campeonato como un s¨ªmbolo m¨¢s de que las cosas han cambiado en el pa¨ªs, la ultraderecha, en la que Bolsonaro parece negarse hasta a pasar el faj¨ªn de mando al nuevo presidente, prefiere perder con tal que el extornero y sus seguidores no tengan ese privilegio y alegr¨ªa.
Si es verdad que la ultraderecha que ha perdido las elecciones preferir¨ªa tambi¨¦n perder el Mundial para no ver el trofeo en manos de Lula, lo cierto es que de alg¨²n modo o por muchos a la vez, este Mundial, al rev¨¦s de los anteriores, ha sido ya envenenado. Ello porque se ha mezclado con la violencia que la ultraderecha ha generado en el pa¨ªs donde, triste paradoja, crea hasta miedo ver expuesta la bandera nacional en el balc¨®n de una casa o en el parabrisas de un coche.
Los mismos jugadores, los ¨ªdolos de los hinchas de f¨²tbol, con sus recientes declaraciones a favor o en contra de Bolsonaro, que es como estar a favor o en contra de la democracia, se presentan esta vez en el Mundial envueltos en ¨¢cidas pol¨¦micas que despojan al acontecimiento de sus at¨¢vicas caracter¨ªsticas de fiesta nacional.
En los cinco campeonatos ganados del Mundial, todo Brasil, desde el santuario econ¨®mico de la Bolsa a la ¨²ltima barraca de las favelas, a cada gol se escuchaba un solo grito de alegr¨ªa y de orgullo. Era un Brasil abrazado en una misma ilusi¨®n nacional.
Hoy las cosas han cambiado y el Mundial no ha acaparado la carga de ilusi¨®n, de felicidad, de ilusi¨®n y de unidad de los tiempos pasados. Ha cambiado la bandera, ha cambiado el clima nacional hoy envenenado por la pol¨ªtica y hasta el bal¨®n aparece, en vez de ser redondo, m¨¢s bien con aristas y colores que evocan m¨¢s des¨¢nimo que entusiasmo.
Aunque Brasil es siempre Brasil y ante el bal¨®n y sus misterios es posible que si consigue su sexto triunfo mundial, la gente sea capaz de olvidarse hasta de los colores de la bandera para una celebraci¨®n nacional, d¨¢ndole una patada, por unos instantes, a la rabieta pol¨ªtica que lo aflige. Y es que tambi¨¦n aqu¨ª en Brasil, o sobre todo aqu¨ª, el f¨²tbol es siempre f¨²tbol, es decir, es algo m¨¢s que un bal¨®n rodando.
Pues eso.
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