Lo opuesto a lo que hacemos
Espa?a deber¨ªa reflexionar, mucho m¨¢s que intercambiar mensajitos oportunistas en redes durante los golpes de Estado ajenos, sobre el da?o que causa a su aspiraci¨®n de libertad la constante pelea partidista
Hace tiempo venimos escribiendo que el tirano contempor¨¢neo conquista el poder con la complicidad de una parte significativa del pueblo, ese que concede a su rencor la capacidad de regir en su racionalidad. Incapaz de transigir con el avance de quienes le son ajenos, entiende cada conquista de derechos que no revierte en su beneficio como un agravio contra su posici¨®n. Enervado con las condiciones en que se desarrolla la vida moderna, busca un culpable para lo que identifica como su derrota particular y a partir de ah¨ª establece una disparatada estrategia de guerra que acaba por ser, lo quiera...
Hace tiempo venimos escribiendo que el tirano contempor¨¢neo conquista el poder con la complicidad de una parte significativa del pueblo, ese que concede a su rencor la capacidad de regir en su racionalidad. Incapaz de transigir con el avance de quienes le son ajenos, entiende cada conquista de derechos que no revierte en su beneficio como un agravio contra su posici¨®n. Enervado con las condiciones en que se desarrolla la vida moderna, busca un culpable para lo que identifica como su derrota particular y a partir de ah¨ª establece una disparatada estrategia de guerra que acaba por ser, lo quiera o no, una deslegitimaci¨®n de la democracia. Esta deriva no atiende a clasificaciones ideol¨®gicas, pues recurre a lo emocional como ¨²nica argumentaci¨®n. Las barreras de control le resultan in¨²tiles o interesadas. Y por ah¨ª comienza el desprestigio de la democracia. Prefieren a sus tiranos antes que a dirigentes electos si estos no responden a su catecismo. Y al utilizar ese trampol¨ªn, llegan l¨ªderes al poder que, por m¨¢s democr¨¢tica que haya sido su elecci¨®n, ya no podremos despegarlos del mando ni con esp¨¢tula. Todo lo pringan, lo ensucian y de todo se apoderan.
Uno de los aciertos may¨²sculos del sistema democr¨¢tico es que exige aceptar la derrota y el traspaso de poderes. Los s¨ªntomas de podredumbre afectan al poder que no ha permitido la alternancia. Todo mandato extendido por encima de los m¨¢rgenes es necesariamente corrupto. Lo es incluso en su condici¨®n de magma temporal, pues hasta la paternidad es vomitiva si anula la autonom¨ªa del hijo llegada su hora. Por eso, si en algo se han parecido el asalto al Congreso de Estados Unidos del d¨ªa de Reyes de 2021 y la invasi¨®n de los recintos de los tres poderes en Brasilia este comienzo de a?o es que toman su mecha de encendido en un mismo gesto pol¨ªtico: el no reconocimiento de la derrota en las urnas por parte de l¨ªderes viscosos, de los que no saben despegarse de la sart¨¦n del poder. Trump y Bolsonaro han perturbado el dogma democr¨¢tico de una manera brutal, hasta el punto de que probablemente sea necesario agilizar una norma que castigue con la inhabilitaci¨®n pol¨ªtica a quien no respete las decisiones de las juntas electorales una vez que son firmes y cient¨ªficas. Tan sencillo como que no se puede admitir de director de hospital a quien, en lugar de creer en la medicina, propugna las supersticiones y las intuiciones.
Ning¨²n pa¨ªs democr¨¢tico est¨¢ vacunado contra la autodestrucci¨®n. Por eso los organismos de control institucional, la separaci¨®n de poderes, la independencia judicial y la autonom¨ªa de los servicios informativos p¨²blicos son la ¨²nica barrera de protecci¨®n de los ciudadanos ante sus propias mayor¨ªas. En este paisaje, Espa?a deber¨ªa reflexionar, mucho m¨¢s que intercambiar mensajitos oportunistas en redes durante los golpes de Estado ajenos, sobre el da?o que causa a su aspiraci¨®n de libertad la constante pelea partidista. La confrontaci¨®n es un invento electoral que responde a la fabricaci¨®n narrativa de un relato. Los fabuladores comprendieron, en el origen del cuento, que un conflicto por superar convierte en interesante la tarea del h¨¦roe. Pero la pol¨ªtica no puede aceptar los par¨¢metros de la ficci¨®n sin preguntarse a qu¨¦ final le conduce. La convivencia no es la irremediable confrontaci¨®n y eliminaci¨®n del rival, sino exactamente lo opuesto.