El Brasil de los ricos descubre la cat¨¢strofe clim¨¢tica
El evento extremo que arras¨® la costa de S?o Paulo en Carnaval revel¨® lo peor del nuevo ¡®apartheid¡¯
Era Carnaval. Y no cualquier Carnaval, sino el primero del Brasil libre de Jair Bolsonaro. S?o Paulo, la mayor ciudad del pa¨ªs, se entreg¨® a las comparsas carnavalescas. Y los que prefer¨ªan escapar del ruido se dirigieron a la costa norte para descansar durante el festivo. Y entonces las colinas se vinieron abajo. Y los muy ricos descubrieron que los fen¨®menos extremos que provoca la crisis clim¨¢tica, un d¨ªa, llegan para todos.
Los deslizamientos de tierra y las muertes se repiten con vergonzosa asiduidad. Pero casi siempre afectan solo a los m¨¢s pobres, a quienes hist¨®ricamente se ha empujado hacia las zonas de riesgo, donde la naturaleza ya se ha destruido por completo. Fue lo que ocurri¨® en la costa norte de S?o Paulo, donde a lo largo de las d¨¦cadas los pescadores se han visto obligados a dejar la orilla de la playa, donde el precio del metro cuadrado se multiplicaba, y trasladarse a la cima de las colinas, progresivamente desvestidas del verde.
Este Carnaval, el mar de lodo arras¨® primero las casas y calles de los m¨¢s pobres, como de costumbre, y la mayor¨ªa de los 65 muertos y m¨¢s de 4.000 desabrigados se encontraban en ellas. Pero, por primera vez, los muy ricos se quedaron aislados en sus mansiones y sintieron el horror de ver c¨®mo el agua ca¨ªa con la fuerza de una cascada sobre sus tejados panor¨¢micos. Las autopistas de las que tanto se enorgullece el Estado brasile?o, que son ¡°s¨ªmbolo del progreso¡±, quedaron sepultadas por la tierra como si fueran de papel. Y quienes, en un pa¨ªs donde el transporte es caro y precario, siempre hab¨ªan tenido el privilegio de ir y venir, se vieron por primera vez atrapados en sus mansiones, a merced de una naturaleza en convulsi¨®n.
Ya no hacen falta pel¨ªculas y series apocal¨ªpticas. El alcalde de S?o Sebastiao, municipio que alberga algunas de las playas m¨¢s ricas, fue advertido dos d¨ªas antes de que pod¨ªa producirse la cat¨¢strofe, pero prefiri¨® asegurarse las ganancias del Carnaval. El Gobierno del Estado de S?o Paulo tambi¨¦n ignor¨® los avisos del centro de control de desastres. De inmediato, se estableci¨® la ley superior del capitalismo: ante la elevada demanda, los vecinos denunciaron que el precio de productos esenciales, como el agua, se hab¨ªa disparado.
La experiencia podr¨ªa llevarnos a comprender que necesitamos reforestar las colinas, la infraestructura de la naturaleza. Pero lo m¨¢s probable es que solo se reconstruya la infraestructura de acero y hormig¨®n. Mucha agua y muchos cuerpos habr¨¢n de caer para que la ¨¦lite, que sigue influyendo en gran medida las pol¨ªticas p¨²blicas, entienda que llegar¨¢ un momento en que ni siquiera ella podr¨¢ salvarse. Pero ese d¨ªa todav¨ªa no ha llegado. Como la m¨¢xima expresi¨®n del apartheid clim¨¢tico, esta escena se repiti¨® innumerables veces: ante ni?os, ancianos y mujeres embarazadas desabrigados, pero pobres, algunos de los muy ricos se irguieron literalmente sobre la cat¨¢strofe en helic¨®pteros y se alejaron volando.
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