Pero s¨ª
No hay que temer a usar adversativas como ¡°pero¡±, ¡°sin embargo¡± o ¡°no obstante¡±: introducen matices y dinamizan la discusi¨®n. Cuando en las conversaciones domina el blanco y negro, en las calles acaban mandando los grises, o los rojipardos
Una curiosa familia de memes recorre la Red. Basados en las ilustraciones de Anton Gudim, estos chistes gr¨¢ficos se componen de una primera imagen, titulada ¡°S¨ª¡±, en la que se presenta alg¨²n aspecto agradable de nuestra vida cotidiana, y una segunda imagen, titulada ¡°Pero¡±, que implica su negaci¨®n. A una maleta de ruedas, le sigue un inc¨®modo empedrado. A un almendro en flor, una mujer al¨¦rgica son¨¢ndose. A un souvenir de Nueva York, una etiqueta en la que se lee ¡°made in China¡±. En general, son contradicciones que revelan el car¨¢cter absurdo o hip¨®crita de nuestra existencia. Tienen su gracia. S¨ª, pero¡
La gracia de estas im¨¢genes reside, en buena medida, en el hecho de que las adversativas se han vuelto entre nosotros tan excepcionales, que nos resultan sorprendentes. En lugar de introducir matices, y dinamizar la discusi¨®n, el ¡°pero¡±, el ¡°sin embargo¡± y el ¡°no obstante¡± son percibidos como un ataque frontal, cuando se refieren a las ideas del interlocutor, y como una traici¨®n, cuando se refieren a las convicciones del propio hablante. Sin duda, esta aversi¨®n por las adversativas es s¨ªntoma de una perversi¨®n de nuestra estimativa. Pues no hace falta ser Hegel para notar c¨®mo en nuestras discusiones giran en bucle la tesis y la ant¨ªtesis, como esos h¨¢msteres en celo que se persiguen en la rueda. S¨ª, pero¡
La expresi¨®n ¡°no soy X, pero¡¡± empez¨® siendo utilizada leg¨ªtimamente desde posturas progresistas como un sarcasmo contra aquellos que trataban de ocultar perezosamente sus posturas clasistas, racistas o machistas. Pero el abuso de este tipo de estructuras, en consonancia con la interesada polarizaci¨®n de nuestra arena o arenero pol¨ªtico, nos ha ido volviendo al¨¦rgicos a cualquier tipo de comentario, matiz o cr¨ªtica, propio o ajeno, como si s¨®lo fuese posible el asentimiento plenario o el rechazo absoluto. Lo cual ha acabado suponiendo una inhibici¨®n generalizada de las adversativas, por miedo a que estas sean sobreinterpretadas, y nosotros, condenados. Sabemos que cualquier palabra puede ser utilizada en nuestra contra. As¨ª que nos callamos, resignados a ser due?os de nuestros silencios. S¨ª, pero¡
Tampoco es cierto, como afirman algunos, que nadie se atreva a hablar. De hecho, no son pocos los que confunden la franqueza con el insulto. Porque, como las disensiones son consideradas ataques, preferimos atacar. Como suele decirse, ?qui¨¦n quiere la copia, teniendo tan a mano el original? Pero insultar no es hablar sin miedo. Sin miedo, por ejemplo, a descubrir que se estaba equivocado, y a cambiar, en tal caso, de postura (el lema de la pr¨®xima Ilustraci¨®n bien podr¨ªa ser ¡°?atr¨¦vete a equivocarte!¡±). No, insultar es esconderse tras las faldas de una facci¨®n que blande verdades como pu?os. Americanos. El resultado es un gran griter¨ªo, como el que forman esos perros que se ladran desde los balcones. Renunciamos, as¨ª, a los tonos intermedios, olvidadizos de que, cuando en las conversaciones domina el blanco y negro, en las calles acaban mandando los grises, o los rojipardos. S¨ª, pero¡
No se trata de disolver los antagonismos consustanciales a toda sociedad en una especie de potito emocional, apto para beb¨¦s, y adultos sin dientes. Tampoco se trata de hacer la manta raya bajo el limo de las redes sociales, esperando a que nuestro rival cometa alg¨²n error. El debate pol¨ªtico no puede ser una partida de hundir la flota, a ganancia de pescadores de almas. Debe ser duro y estimulante, y noble, y, sobre todo, sustantivo. Una lucha de titanes, no un anuncio de Titanlux. S¨ª, pero¡
No hay verdadero debate si las adversativas s¨®lo se dirigen contra el adversario, igual que no hay pedaleo si los pies no retroceden en alg¨²n momento. Para eso es necesario atreverse a buscar lo semejante en lo diferente, esquivando a su vez el abrazo del oso (que Dios dijo hermanos, pero no primos). Y tambi¨¦n atreverse a buscar lo diferente en lo semejante, aguantando que te arrojen las 30 monedas (que no tenemos que ser serafines por ser afines). Debemos aprender, pues, a fintar a los Hunos y a los propios, balanceando entre el ¡°s¨ª, pero¡¡±, que es la pierna de la cr¨ªtica, y el ¡°pero s¨ª¡±, que es la del asentimiento. S¨ª, pero¡
Parece que la l¨®gica binaria del mercado pol¨ªtico fuerza a nuestros representantes a ser maniqu¨ªs (o manneken pises) del manique¨ªsmo. Pero eso habr¨ªa que verlo. Pues, como sucede en el ajedrez, puede que el tablero pol¨ªtico est¨¦ formado por casillas blancas y negras, mas eso no impide que los movimientos de las piezas sean infinitos. Que el voto simplifique no significa que el debate no deba ser complejo. Eso, sin contar que hay una partida que ganamos o perdemos todos, como en un escape room. Y es la partida de la democracia, con sus empedrados, sus alergias y sus falsos souvenirs. S¨ª, pero¡
Pero s¨ª.
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