Gatillo f¨¢cil, gatillo bloqueado
Guardemos la agresividad punitiva para regular un salvaje panorama virtual que, por desgracia, desemboca en una atroz versi¨®n real, de carne y hueso
La noticia de una violaci¨®n grupal a una ni?a de 11 a?os en un centro comercial de Badalona se hizo p¨²blica tras las detenciones policiales que han dado con todos los agresores menos uno. Al parecer tambi¨¦n se trata de menores,...
La noticia de una violaci¨®n grupal a una ni?a de 11 a?os en un centro comercial de Badalona se hizo p¨²blica tras las detenciones policiales que han dado con todos los agresores menos uno. Al parecer tambi¨¦n se trata de menores, en algunos casos inimputables por no alcanzar ni los 14 a?os de edad. De inmediato, las reacciones no se han hecho esperar, pese a que el proceso est¨¢ a¨²n abierto y faltan detalles por conocer. Ha habido alarma social, condenas institucionales y reacciones variadas. La principal apunta a una reforma de los procesos penales para conseguir imputar a los que hasta ahora consider¨¢bamos ni?os. Cuando estalla un estruendo opinativo de tal magnitud siempre conviene recordar aquellos versos de la Szymborska que habla de esas personas que ¡°piensan justo lo debido, ni un segundo m¨¢s, porque tras ese segundo acecha la duda¡±. Ay, la duda qu¨¦ bien vendr¨ªa a legisladores de gatillo f¨¢cil y a la propia boca nacional cuando se convierte en aullido. Una sociedad que solo sabe colocarse en el papel de las v¨ªctimas es una sociedad emocional pero puede derivar en inquisitorial. Aquella que hace un esfuerzo para comprender las causas que arrastraron a los culpables a ser como son puede que se adentre en una construcci¨®n m¨¢s compleja pero al largo plazo m¨¢s racional.
El castigo, como sabemos, no es disuasorio hasta alcanzar provocar la desaparici¨®n de los delitos. Por desgracia, el mal se apodera de la gente en ocasiones de manera letal. La reclusi¨®n de los menores es una soluci¨®n habitual para extraerlos de n¨²cleos familiares enfermizos, ausentes o t¨®xicos. Pero la consideraci¨®n de un menor como alguien reeducable es una conquista hist¨®rica que podemos estar perdiendo. Lo m¨¢s grave de este asunto es que la criminalidad sexual en edades tan tempranas lo que delata es un fracaso abrumador. Ese fracaso que los partidarios de medidas dr¨¢sticas se intentan ocultar a s¨ª mismos. Los que sostienen a¨²n que la educaci¨®n sexual, el respeto a la mujer y la asunci¨®n de las diferencias son matices que pertenecen al ¨¢mbito particular de la familia, no s¨¦ muy bien qu¨¦ piensan ante un caso como el de Badalona. Es estremecedor que haya resistencia a incluir en el discurso p¨²blico y escolar la denuncia de la violencia machista en que nos movemos.
La otra pata del asunto tiene que ver con la marginalidad. Esta no atiende a credos ni or¨ªgenes. Hay ni?os que crecen en ausencia de referentes o los que tienen cerca son abominables. Y a eso se une la formaci¨®n a trav¨¦s de medios y redes sociales. Ni la pornograf¨ªa ni Disney son culpables de una inmadurez mental que lleva al espectador a ser un cr¨¦dulo o un psic¨®pata. Pero en ausencia de garant¨ªas, que los ni?os tan solo tengan que pulsar una tecla en internet para certificar que son mayores de edad y pueden asomarse a escenas de sexo violento y sometedor es una iron¨ªa cruel. Si un kiosquero vendiera una revista porno a un ni?o de 12 a?os le cerrar¨ªan el puesto. En cambio, cuando esto sucede en la esfera de los grandes negocios multinacionales de comunicaci¨®n hay que callarse y bajar la cabeza. Es la gran sumisi¨®n de nuestra ¨¦poca. Los buscadores educan a nuestros chicos. Luego llegan los castigadores con su receta tard¨ªa y oportunista. Guardemos la agresividad punitiva para regular un salvaje panorama virtual que, por desgracia, desemboca en una atroz versi¨®n real, de carne y hueso.