Los mercaderes de la nueva guerra fr¨ªa
Seg¨²n el empresario Eric Schmidt, toda IA desarrollada en China es peligrosa para la paz mundial y a la vez toda regulaci¨®n de la IA en EE UU coarta la capacidad para garantizar la paz mundial
Cuenta Kari Frederickson en su libro Cold War Dixie que, cuando Truman le pidi¨® a Du Pont que construyera una planta para desarrollar armas nucleares, la petroqu¨ªmica accedi¨® bajo la condici¨®n de no ganar un duro con la operaci¨®n. Hab¨ªan ganado tanto dinero con la venta de explosivos durante las dos ¨²ltimas guerras que les hab¨ªan colgado el sobrenombre de ¡°mercaderes de la muerte¡±. Ten¨ªan miedo de que un papel principal en el proyecto Manhattan perjudicara las ventas de productos como el nailon y el celof¨¢n. ¡°No nos podemos permitir ganar dinero con una m¨¢quina de guerra tan abominable como se espera que sea esta¡±, declar¨® el presidente, Crawford Greenewalt, al Comit¨¦ de Energ¨ªa At¨®mica en 1950.
Entonces la industria militar era una m¨¢quina que se encend¨ªa para la guerra, implicando a empresas como Du Pont o Levi Strauss para garantizar una r¨¢pida capacidad de producci¨®n de armas y uniformes. Despu¨¦s, las empresas retomaban su actividad comercial, reconduciendo las infraestructuras hacia la vida civil. Pero, despu¨¦s de la II Guerra Mundial, la m¨¢quina se qued¨® encendida.
Durante la Guerra fr¨ªa, EE UU invirti¨® miles de millones en defensa, incluyendo el desarrollo de armas nucleares y el establecimiento de bases militares en todo el mundo. La m¨¢quina creci¨® y creci¨® sin que Rusia invadiera Occidente o hubiera pruebas concluyentes de que tuvieran la intenci¨®n. En su discurso de despedida, Eisenhower advirti¨® sobre la potencia distorsionadora de la m¨¢quina. ¡°En los Consejos de Gobierno, debemos cuidarnos de la adquisici¨®n de influencia injustificada, ya sea buscada o no, por parte del complejo militar-industrial¡±. Entonces la m¨¢quina estaba ya volcada en las infraestructuras de vigilancia que se liberaron en septiembre de 2001, justo a tiempo para la guerra contra el terror. Desde entonces, las tecnol¨®gicas compiten por enchufarse al gran complejo militar industrial estadounidense. Y Eric Schmidt se ha afianzado como enlace principal.
Es un tablero en el que se ha desdoblado en dos posiciones. Por un lado, como presidente de la Junta de Innovaci¨®n de Defensa y de la Comisi¨®n de Seguridad Nacional Inteligencia Artificial, asesora al Pent¨¢gono en sus inversiones y tambi¨¦n en la regulaci¨®n de IA. Por otro lado, su firma de capital riesgo Innovation Endeavors invierte en las mismas empresas que reciben contratos multimillonarios del Gobierno federal.
Su discurso est¨¢ vertebrado sobre dos premisas: toda IA desarrollada en China es peligrosa para la paz mundial y toda regulaci¨®n de la IA estadounidense coarta la capacidad de EE UU para garantizar la paz mundial. Con este discurso, Schmidt resucita el mito de las dos potencias rivales que dividen el planeta en dos facciones con valores presuntamente irreconciliables para justificar la necesidad de superar militarmente al otro con una gran inversi¨®n militar. Ignorar sus intereses es olvidar la Historia. Como dijo Eisenhower en aquel discurso, ¡°s¨®lo una ciudadan¨ªa alerta y bien informada puede obligar al adecuado engranaje de la gran maquinaria industrial y militar de defensa con nuestros m¨¦todos y objetivos pac¨ªficos, de manera que la seguridad y la libertad puedan prosperar a la vez¡±.
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