La lengua que es mi patria
Las palabras de los libros siempre volver¨¢n a los ojos cada vez que abramos uno que un d¨ªa fue prohibido, para decirnos otra vez lo que los tiranos no quisieron o¨ªr, o quisieron prohibir
Cerca del lago Xolotl¨¢n en Nicaragua, pueden verse unas huellas que quedaron impresas en el lodo hace 2000 a?os. Pies de adultos y de ni?os, que atestiguan la huida de una erupci¨®n volc¨¢nica, r¨ªos de lava, cielos encendidos, la tierra que se estremece.
Desde entonces siempre hemos estado huyendo de algo, terremotos y huracanes, guerras civiles, y tiranos agarrados al poder, el primero Pedrarias D¨¢vila, el Furor Domini, muerto a los 91 a?os, y quien se hac¨ªa cantar cada a?o una misa de difuntos, yacente en un catafalco en el altar mayor de la catedral de Le¨®n, del que se levantaba para o...
Cerca del lago Xolotl¨¢n en Nicaragua, pueden verse unas huellas que quedaron impresas en el lodo hace 2000 a?os. Pies de adultos y de ni?os, que atestiguan la huida de una erupci¨®n volc¨¢nica, r¨ªos de lava, cielos encendidos, la tierra que se estremece.
Desde entonces siempre hemos estado huyendo de algo, terremotos y huracanes, guerras civiles, y tiranos agarrados al poder, el primero Pedrarias D¨¢vila, el Furor Domini, muerto a los 91 a?os, y quien se hac¨ªa cantar cada a?o una misa de difuntos, yacente en un catafalco en el altar mayor de la catedral de Le¨®n, del que se levantaba para ordenar que perrearan a los indios insumisos; y 500 a?os despu¨¦s, el tirano que es el mismo y es otro sigue envejeciendo en su cama y en su trono, y desvar¨ªa en sus mandamientos y arbitrariedades, due?o de vidas y haciendas sigue imponiendo el silencio, llena las c¨¢rceles, condena al destierro, un rostro superpuesto sobre el viejo rostro en la fantasmagor¨ªa de los siglos.
Los letrados escribieron las constituciones y las leyes de los tiranos iletrados, y las rep¨²blicas de papel encubrieron el aparato siniestro del despotismo que nunca fue ilustrado. Y las armas han cobrado siempre su precio a las letras que pugnan por la libertad, porque el oficio de escribir es libre por naturaleza, y el poder, cuando quiere ser absoluto, mal disimula su inquina contra la imaginaci¨®n, que es libre, y es cr¨ªtica del poder, y contradictoria, y rebelde a las servidumbres por naturaleza.
Porque no tienen sentido del humor alguno, las tiran¨ªas castigan las burlas y ficciones de las novelas mandando prohibirlas, y quien las escribe debe pagar con el destierro, y enfrentar la pretensi¨®n de que te quieran quitar tu pa¨ªs, borrar tu fecha y lugar de nacimiento, tu memoria y tu pasado y tus palabras, porque, en el delirio de las arbitrariedades caprichosas que se adue?an de la cabeza de los tiranos, creen suya la facultad de hacerte desaparecer, como en uno de aquellos conjuros de la Camacha de Mantilla, la hechicera de El coloquio de los perros, que ¡°congelaba las nubes cuando quer¨ªa, cubriendo con ellas la faz del sol y, cuando se le antojaba, volv¨ªa sereno el m¨¢s turbado cielo¡±.
Pero las palabras de los libros quedar¨¢n siempre all¨ª, duras y luminosas, aceradas y punzantes, y siempre volver¨¢n a los ojos cada vez que abramos un libro que un d¨ªa fue prohibido, para decirnos otra vez lo que los tiranos, desde sus sue?os mal¨¦ficos de grandeza y de poder, no quisieron o¨ªr, o quisieron prohibir.
¡°Peque?o libro, ir¨¢s, sin que te lo proh¨ªba ni te acompa?e, a Roma, donde, ?ay de m¨ª!, no puede penetrar tu autor. Parte sin ornato, como conviene al hijo de un desterrado¡¡±, canta Ovidio en Las tristes, desde su exilio en el Ponto Euxino.
¡°Los libreros nos rechazar¨¢n. Las tropas de asalto de las SS romper¨¢n los escaparates¡ la palabra ha muerto, los hombres ladran como perros¡±, escribe Joseph Roth en una carta a Stefan Zweig en octubre de 1933, con poder m¨¢s que adivinatorio de la cat¨¢strofe nazi que se acercaba, para cercar y cercenar vidas y hacer arder en hogueras las palabras.
?Lengua m¨ªa fiel, / te he servido. / [...] Has sido mi patria, porque me faltaba cualquier otra¡¡±, escrib¨ªa Czes?aw Mi?osz, condenado a la inexistencia en Polonia, porque todos sus libros hab¨ªan sido prohibidos, y ¨¦l condenado al destierro.
Pero es imposible borrar las palabras. ¡°La literatura es la ¨²nica forma de seguridad moral que tiene la sociedad¡ aunque s¨®lo sea porque trata de principio a fin sobre la diversidad humana y esta es su raz¨®n de ser¡±, viene a recordarnos otro proscrito, Joseph Brodsky.
En Am¨¦rica Latina, que es mi patria, y en Espa?a, que es as¨ª mismo mi patria, sus escritores han fraguado su vida alguna vez en el fuego del exilio, que ha moldeados sus soledades, y sus esperanzas, y ese vislumbre del regreso a la tierra perdida, no cesa en la memoria, ni cesa en la lengua, siempre despierta en la boca.
¡°Pa¨ªs de la memoria donde nac¨ª/ mor¨ª/ tuve sustancia/ huesitos que junt¨¦ para encender/ tierra que me enterraba para siempre¡±, dice Juan Gelman, exiliado de su patria por otra dictadura, al fin y al cabo, cada qui¨¦n ha tenido la suya, su pedazo de pan amargo en la lengua estragada.
Y desde aquel lado, de otro lado del vasto territorio de La Mancha oc¨¦ano mediante, adonde tantos espa?oles fueron a hacer la Am¨¦rica en su exilio, Luis Cernuda escribe: ¡°Si yo soy espa?ol, lo soy/ A la manera de aquellos que no pueden/ Ser otra cosa: y entre todas las cargas/ Que, al nacer yo, el destino pusiera/ Sobre m¨ª, ha sido ¨¦sa la m¨¢s dura¡±.
Si yo soy nicarag¨¹ense, lo soy a la manera de quien no puede ser otra cosa. Nicarag¨¹ense de mi lengua, que es la lengua en boca de todos, desde la que no hay exilio posible, porque la lengua me lleva a todas partes, me quita c¨¢rceles y destierros, y me libera. La lengua que nadie puede quitarme de la que nadie puede desterrarme.
La lengua, que es mi patria.