Para un nuevo ciclo, a la ofensiva
Se ha abierto un debate, sin duda saludable, sobre las posibilidades de transformaci¨®n pol¨ªtica de Espa?a, pero este no puede darse solo en t¨¦rminos de relaciones entre partidos o declaraciones de sus dirigentes
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Desde que el pasado domingo d¨ªa 2 de abril Yolanda D¨ªaz anunciase su voluntad de ser candidata a la presidencia del Gobierno con la plataforma Sumar, se han sucedido los art¨ªculos, las declaraciones y la pol¨¦mica. Conviene en todo caso no perder de vista que la primera cita electoral ser¨¢n los comicios municipales y auton¨®micos en gran parte del Estado espa?ol, del pr¨®ximo 28 de mayo, que contribuir¨¢n sin duda a clarificar los t¨¦rminos de la discusi¨®n y a contrastarlos con las preferencias de los espa?oles. En cualquier caso parece haberse abierto o desempolvado un debate sobre las posibilidades de transformaci¨®n pol¨ªtica en Espa?a, y eso es sin duda saludable.
Sin embargo, es de lamentar que esa discusi¨®n se est¨¢ dando casi en exclusiva en t¨¦rminos estrechos y ¡°dom¨¦sticos¡±: sobre las relaciones entre partidos, las conversaciones entre dirigentes o las declaraciones cruzadas. Era esperable que el periodismo y la l¨®gica espectacular de las noticias y la actualidad situasen la cuesti¨®n exclusivamente en esos t¨¦rminos. Pero es sorprendente lo ausente que est¨¢ el debate pol¨ªtico en ese ruido. Es sonrojante lo poco que se habla de pol¨ªtica en los ¨¢mbitos de la pol¨ªtica profesional.
Lo fundamental, lo ¨²nico decisivo es el debate sobre qu¨¦ tipo de herramienta y qu¨¦ tipo de intervenci¨®n pol¨ªtica se pueden hacer cargo de la Espa?a del 2023, de la actual composici¨®n cultural e ideol¨®gica de nuestra sociedad, para articular una mayor¨ªa por el ensanchamiento y la profundizaci¨®n democr¨¢tica.
Para ello, en mi opini¨®n, hay que partir de tres constataciones. En primer lugar, que la nostalgia es un p¨¦simo mapa. Los a?os 2014-2015 no volver¨¢n, porque nuestro pa¨ªs ya es otro, el resultado mezclado de las esperanzas frustradas de entonces y de la adaptaci¨®n de los actores pol¨ªticos al gran desaf¨ªo democr¨¢tico de aquellos a?os ¡ªque yo siempre sit¨²o en los tres vectores del ciclo de contestaci¨®n de la d¨¦cada pasada: el 15-M y el primer Podemos, el octubre catal¨¢n y el feminismo¡ª. En gran medida la ola reaccionaria fue un contraataque rencoroso que persigui¨® en su retirada a las fuerzas que protagonizaron el ciclo anterior, en cuanto empezaron a dar muestras de estancamiento o dificultad para convertir su empuje en hegemon¨ªa. El proyecto que necesitamos, entonces, es uno que se haga cargo de que somos nuestros avances y nuestros aprendizajes, pero que tambi¨¦n somos nuestras derrotas y el efecto moral e ideol¨®gico que han tenido en el pueblo espa?ol. Cualquier intento de repetici¨®n ser¨ªa farsa o tragedia, que dijese aquel. Esto seguramente nos conmina a una propuesta que hoy combine la misma voluntad de cambiarlo todo con una adaptaci¨®n pragm¨¢tica a un terreno m¨¢s pavimentado de escepticismo.
Derivada de esta, la segunda constataci¨®n es que hay que poner todos los esfuerzos en construir una alternativa contempor¨¢nea. Por m¨¢s que al reducido ecosistema pol¨ªtico-medi¨¢tico de la izquierda le seduzca mucho la idea, lo nuevo no puede ser s¨®lo el reagrupamiento de lo disgregado en la etapa anterior. De hecho, el primer Podemos puso patas arriba el tablero pol¨ªtico por tener una posici¨®n propia y acertada, no por ser una reuni¨®n de lo ya existente. Un nuevo todo nunca es una suma de las partes de antes. Eso no ilusiona a nadie: apenas a nadie dentro, pues se suele utilizar s¨®lo como argumento-arma arrojadiza; desde luego a nadie fuera. Si el ciclo anterior pas¨®, las posibilidades de abrir uno nuevo no pasan por una extempor¨¢nea reuni¨®n de los trozos de 2017. La izquierda tiene que dejar de pensar que es mayor¨ªa social en Espa?a, que con juntarse ya se basta. Las mayor¨ªas se siguen construyendo con quienes no saben, con quienes no lo tienen claro, con quienes no se sienten interpelados, con quienes no cuentan en las cuentas oficiales. Con los que faltan, dec¨ªamos hace unos a?os. La transversalidad no es m¨¢s que la voluntad de construir una mayor¨ªa pol¨ªtica a partir de los dolores y expectativas que atraviesan y recorren el cuerpo de nuestro pa¨ªs, d¨¢ndole una orientaci¨®n emancipadora, que permita superar esos dolores y realizar esas expectativas. Una parte de esa mayor¨ªa posible conect¨® con propuestas pol¨ªticas anteriores y hoy ha dejado de escuchar. De hecho, hoy ya es otra. La propuesta que pueda cambiar la vida en el 2023 tendr¨¢ que serle m¨¢s fiel a las condiciones del 2023 que a ninguna herencia o nostalgia.
La tercera constataci¨®n es que, con todo, hay amplias capas de la ciudadan¨ªa con voluntad de creer, con la necesidad de poder volver a creer. Y hay condiciones para representar ese anhelo que hoy sobre todo se expresa en el deseo de que el PP y Vox no gobiernen y que el Gobierno progresista contin¨²e ¡°mejor¡±. Que este sea el ¨¢nimo principal del pueblo progresista espa?ol habla a las claras de una situaci¨®n defensiva en lo ideol¨®gico y en lo moral. Tambi¨¦n de que el Gobierno actual se ha convertido, nos guste m¨¢s o menos subjetivamente, en objetivamente ¡°nuestro¡± Gobierno. Nuestras suertes correr¨¢n paralelas. Es, en ese sentido, quiz¨¢s el mejor Gobierno que le cabe a la Espa?a actual, y eso dice mucho del momento que atravesamos. Pero si somos coherentes con nuestros an¨¢lisis, entonces hay que trabajar para empujarlo hasta el l¨ªmite de sus posibilidades para despu¨¦s revalidarlo con un mejor equilibrio interno que permita llevar hasta sus ¨²ltimas consecuencias algunas de sus mejores potencialidades. A pesar de que haya sido bien entrada la legislatura y quiz¨¢s agobiado por malos presagios electorales, algunas de las medidas econ¨®micas del Gobierno y el discurso que las dota de sentido han estado marcadas por una l¨®gica ¡°populista¡± ¡ªnada que ver con su uso period¨ªstico¡ª que no ha dividido el campo pol¨ªtico entre una mitad y otra del arco parlamentario sino entre la mayor¨ªa social trabajadora y las ¨¦lites insolidarias. Esto ha sido el tope al gas, medida victoriosa y ya paradigma en Europa, o el impuesto a los beneficios extraordinarios de la banca, o la subida del salario m¨ªnimo. Que sean fruto de la coyuntura o de una decisi¨®n ideol¨®gica firme es, para nosotros, secundario: son la demostraci¨®n de que con las condiciones adecuadas el Gobierno puede desplazarse a posiciones que nunca se habr¨ªa planteado adoptar. Es tambi¨¦n la demostraci¨®n de que el margen para la transformaci¨®n del Estado en un sentido de democratizaci¨®n y justicia social es mucho m¨¢s amplio que cuando el neoliberalismo era hegem¨®nico. Hay camino por recorrer. Ese es el camino para salir de las posiciones defensivas de ¡°que no ganen las derechas¡± y comenzar a alumbrar una propuesta de qu¨¦ es ganar nosotros, de cu¨¢les son las transformaciones que queremos producir para la pr¨®xima d¨¦cada. Es en esas batallas que se puede fraguar un bloque pol¨ªtico no reactivo sino que recupere confianza en sus propias fuerzas para conducir el destino de su pa¨ªs.
Para que esto sea posible, me permito se?alar de manera sumaria al menos cuatro tareas imprescindibles. En primer lugar, la de volver a conectar la pol¨ªtica con la vida cotidiana. Es preciso que la pol¨ªtica vuelva a ser ¡°ingenua¡± y ut¨®pica, vuelva a ocuparse de lo que nos deja sin dormir, de lo que so?amos, de que la felicidad pueda ser un derecho y no un lujo. Del tiempo libre, de la salud mental, de los cuidados y la responsabilidad afectiva, del aire que respiramos y la comida que comemos, de la tierra que caminamos, de una existencia libre de la amenaza de la precariedad. A menudo esta pr¨¢ctica no se expresa con palabras muy connotadas ideol¨®gicamente y sin embargo sigue siendo la m¨¢s radical: la que se empe?a en que la gente no sufra y la que quiere, en las penurias del d¨ªa a d¨ªa, identificar y postular elementos comunes para una confianza renovada de los de abajo en sus propias fuerzas.
En segundo lugar, discutir ya sobre cu¨¢les son las modificaciones econ¨®micas, jur¨ªdicas y culturales realizables en las que debemos concentrar nuestras fuerzas para abrir un ciclo virtuoso de ¡°reformas no reformistas¡± en las que cada avance construya fuerzas, confianza y esperanza para el avance siguiente. A fin de cuentas, ?para eso queremos el Gobierno! Se trata de imaginar una espiral que lleva la democracia a todos los rincones de la vida, deshaciendo los poderes olig¨¢rquicos que hoy la asfixian, y permite construir poder para los que hoy fundamentalmente sobreviven. La decadencia del paradigma neoliberal permite imaginar y anticipar en la teor¨ªa y en la pr¨¢ctica uno nuevo, que habla del retorno de la pol¨ªtica industrial, de la redistribuci¨®n de la riqueza, de desmercantilizaci¨®n de derechos y de la planificaci¨®n democr¨¢tica para la transici¨®n ecol¨®gica. Espa?a tiene condiciones para ser pionera del nuevo paradigma y liderarlo en la UE.
La intervenci¨®n del mercado de la vivienda y la desarticulaci¨®n del bloque inmobiliario-rentista, la democratizaci¨®n de la energ¨ªa favoreciendo comunidades energ¨¦ticas, pol¨ªticas industriales verdes para luchar contra el cambio clim¨¢tico o incluso las transformaciones urban¨ªsticas que favorezcan espacios y h¨¢bitos de vida en com¨²n son ejemplos de estos cambios que abren la puerta a cambios de mayor calado. El ecologismo y el feminismo son quienes hoy est¨¢n ofreciendo m¨¢s pistas sobre transformaciones de la vida cotidiana que democraticen la vida y que permitan imaginar un futuro mejor. Identificar esta agenda de transformaciones asequibles y decisivas ¡ªlas dos o tres batallas clave de cada legislatura¡ª va m¨¢s all¨¢ de un trabajo program¨¢tico y constituye el elemento decisivo de una propuesta pol¨ªtica: su lectura de los l¨ªmites y potencialidades de su tiempo.
En tercer lugar, producir de nuevo una apertura pol¨ªtica para que la gente que no cuenta pueda irrumpir, para que regresen quienes se quedaron por el camino o los que ya no conf¨ªan en nada o ni siquiera miran. Eso pasa por tomar la f¨¦rrea decisi¨®n pol¨ªtica de mirar m¨¢s afuera que adentro (que a las redes o al carrusel de las vidas de partido) y tambi¨¦n por fundar una cultura republicana del acuerdo y las diferencias que destierre el sectarismo, que es siempre la muerte de la inteligencia pol¨ªtica.
En cuarto y ¨²ltimo lugar, es imprescindible un rearme pol¨ªtico e ideol¨®gico. Una comunidad pol¨ªtica no es un pacto ni un acuerdo de reparto de posiciones. Es una comunidad humana que comparte un horizonte, un lenguaje, una propuesta, una pasi¨®n. Eso est¨¢ por construirse y no lo va a sustituir la #compol (comunicaci¨®n pol¨ªtica). El discurso nunca ha sido una serie de trucos ret¨®ricos sino una intervenci¨®n consistente, pol¨ªtica y ¨¦tica, sobre la realidad. Para este necesario regreso de la pol¨ªtica nunca hay tiempo. Pero hoy es ya impostergable. Solo hay comunidad pol¨ªtica, y no mera yuxtaposici¨®n, donde hay gram¨¢tica compartida. Solo as¨ª, tambi¨¦n, hay renovaci¨®n intelectual y formaci¨®n de nuevos cuadros. Las ideas nuevas que representen ese ¡°despu¨¦s del neoliberalismo¡± no son s¨®lo ni principalmente f¨®rmulas electorales ni de campa?a. Son el r¨¦gimen afectivo, est¨¦tico y de deseo que movilice la esperanza cierta de otra vida posible y mejor, de un futuro distinto, verde, libre y justo.
Aunque se habla mucho menos de ellas, es de la realizaci¨®n de estas tareas, y de muchas otras que aqu¨ª a¨²n no se abordan o imaginan, de lo que depender¨¢ que estemos en condiciones de construir el impulso popular necesario para abrir un nuevo ciclo pol¨ªtico, en el que llevar lo posible siempre un paso m¨¢s all¨¢.
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