?Qu¨¦ har¨¢n ahora en Brasil los militares sin Bolsonaro?
Lula tiene su tal¨®n de Aquiles en desmontar todo el aparato militar que el expresidente ultraderechista instal¨® en el Gobierno
Durante los cuatro a?os del Gobierno de extrema derecha del capit¨¢n Jair Bolsonaro, el tema de los militares y de la fuerza de su apoyo al presidente estuvo en los titulares de la prensa un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n.
Hasta entonces, desde acabada la dictadura militar, el tema del Ej¨¦rcito nunca fue un problema para los Gobiernos civiles. Ni siquiera en los dos mandatos del sindicalista de izquierda Lula da Silva, quien supo siempre dialogar con ellos.
Tambi¨¦n la sociedad civil...
Durante los cuatro a?os del Gobierno de extrema derecha del capit¨¢n Jair Bolsonaro, el tema de los militares y de la fuerza de su apoyo al presidente estuvo en los titulares de la prensa un d¨ªa s¨ª y otro tambi¨¦n.
Hasta entonces, desde acabada la dictadura militar, el tema del Ej¨¦rcito nunca fue un problema para los Gobiernos civiles. Ni siquiera en los dos mandatos del sindicalista de izquierda Lula da Silva, quien supo siempre dialogar con ellos.
Tambi¨¦n la sociedad civil tuvo en gran aprecio al Ej¨¦rcito que, junto con la Iglesia, eran las dos instituciones mejor valoradas en todos los sondeos nacionales.
Con la llegada de Bolsonaro, todo empez¨® a cambiar y el tema militar ocup¨® el centro de la atenci¨®n. M¨¢s de 6.000 miembros de las Fuerzas Armadas, en activo o en reserva, entraron a galope en el Gobierno y en todas las dem¨¢s instituciones del Estado y gozaron de privilegios que nunca hab¨ªan tenido en el pasado.
Se lleg¨® a decir que por primera vez despu¨¦s de la dictadura, de nuevo los militares volv¨ªan a gobernar el pa¨ªs. Hasta el ministro de Sanidad, en plena pandemia de la covid y con m¨¢s de 700.000 v¨ªctimas mortales, era un general del Ej¨¦rcito en activo. Y fue un desastre. ?l mismo dec¨ªa que actuaba a las ¨®rdenes de su jefe, el presidente.
Hasta la delicada Agencia Brasile?a de Inteligencia (Abin) estuvo con Bolsonaro ocupada por militares, y hoy empieza a descubrirse que en ella hac¨ªa y deshac¨ªa el presidente a su antojo, y que podr¨ªan haber actuado en el fracasado golpe del 8 de enero de 2023.
Ahora Lula, que ha arrancado bien en su pol¨ªtica exterior abriendo puertas y ventanas para devolver a Brasil su antiguo prestigio como pa¨ªs emergente, tiene su tal¨®n de Aquiles en desmontar todo el aparato militar que su antecesor hab¨ªa insertado en las instituciones con la esperanza de que pudieran estar a su lado a la hora de dar un golpe para acabar con la democracia.
Cuando Dilma Rousseff lleg¨® a la presidencia, apoyada entonces por Lula, se hizo c¨¦lebre una vi?eta en la que la primera presidenta mujer aparec¨ªa con una escoba en la mano barriendo a una serie de ministros heredados de Lula que aparec¨ªan involucrados en los esc¨¢ndalos de corrupci¨®n de Lava Jato.
Hoy, Lula, que ha vuelto por tercera vez al poder y que en sus dos mandatos anteriores nunca tuvo problemas con el Ej¨¦rcito, necesitar¨ªa heredar la escoba de Dilma para barrer de las instituciones a los miles de miembros del Ej¨¦rcito bajo sospecha de apoyar a Bolsonaro.
La Comisi¨®n de Investigaci¨®n Parlamentaria que acaba de instalarse en el Congreso para analizar la intentona de golpe militar podr¨¢ revelar hasta qu¨¦ punto las Fuerzas Armadas estuvieron involucradas en los deseos de Bolsonaro de imponer un golpe militar.
De cualquier modo, como est¨¢n insistiendo los analistas pol¨ªticos y militares, esta vez Lula tendr¨¢ que demostrar mano dura para poder colocar a los militares en el lugar que les corresponde en una democracia. Para ello deber¨¢, sin embargo, entender que la postura de los militares acostumbrados a los halagos y privilegios de los que han gozado durante los cuatro turbulentos a?os de Gobierno bolsonarista ya no va a ser de la que goz¨® en sus mandatos anteriores.
Quiera o no, y al parecer s¨ª lo est¨¢ intentando, Lula tendr¨¢ que recoger la escoba de Dilma para empezar a barrer de las estructuras del Gobierno y del Estado a los militares que deb¨ªan haberse quedado en los cuarteles y que no dejar¨¢n de hacer resistencia activa o pasiva para no perder sus privilegios.
En verdad, Lula ya ha empezado a hacerlo: acaba de despedir a 28 militares a los que Bolsonaro hab¨ªa colocado en el Gabinete de Seguridad Nacional, sospechosos de haber sido c¨®mplices en el fallido golpe del pasado 8 de enero.
Es verdad que dicha tarea de limpieza no ser¨¢ f¨¢cil, ya que los tiempos y el humor de las Fuerzas Armadas no es ahora la de los gobiernos de izquierdas del pasado. El pasaje de Bolsonaro por la presidencia y su connivencia golpista con los militares han enturbiado la armon¨ªa y tranquilidad de un Ej¨¦rcito que hab¨ªa convivido en alegre armon¨ªa con los gobiernos democr¨¢ticos incluso los m¨¢s de izquierdas.
El panorama ha cambiado. Las aguas se han revuelto y tardar¨¢n en calmarse, sobre todo porque Bolsonaro fue derrotado, pero el bolsonarismo ra¨ªz, el extremista, ya conectado con los movimientos de extrema izquierda del mundo, sigue vivo y agresivo en las redes sociales y en el Congreso.
Lula no podr¨¢ ya olvidar que hoy tendr¨¢ que gobernar con un Parlamento en el que est¨¢ en minor¨ªa, ya que la mayor¨ªa sigue siendo bolsonarista y en el que el grupo llamado de la bala, formado por exmilitares y expolic¨ªas ha crecido y sigue dispuesto a amargar la vida del nuevo Gobierno.
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